Dar limosna, ¿de algo sirve?
Si no podemos ser todos doctores, filósofos, ingenieros, presidentes, diputados, millionarios, todos podemos y debemos amar a Dios, y al prójimo especialmente ayudándolo en sus necesidades. Por eso, la limosna de una u otra forma es necesaria. He aquí sus ventajas:
Nuestro Señor Jesucristo dijo "Nadie puede servir a dos señores: no podéis servir a Dios y al dinero" (Mat 4, 24). No se puede pertenecer a Dios y a la avaricia, al Cielo y a la tierra. San Agustín dice: "El oro y la plata son bienes, no capaces de haceros un bien sino que os han sido concedidos para que hagáis el bien con ellos". Nuestro Señor manda a cada uno de sus discípulos diciendo: "Da a quien te pide, no vuelvas la espalda a quien quiera tomar prestado de ti" (Mateo 5, 41). San Pablo nos dice: "Sed en vuestro trato sin avaricia, estando contentos con lo que tenéis. (...) Y del bien hacer y de la mutua asistencia, no os olvidéis; en tales sacrificios se complace Dios" (Hebreos 13, 5, 16). "¿Cómo puede tener el amor de Dios, dice el apóstol san Juan, el hombre que teniendo bienes de este mundo, y ve a su hermano padecer necesidad y le cierra sus entrañas? Hijitos no amemos de palabra, y con la lengua, sino de obra y verdad" (I Juan 3, 17-18).
Los verdaderos interpretes de la Palabra de Dios hablando de la limosna dicen: "Muy culpables sois, dice San Ambrosio, si, sabiéndolo, permitís que sufra hambre uno de vuestros hermanos" (De los Oficios I, 30). San Juan Crisóstomo dice a los egoístas y despilfarradores: "Sois el asesino del pobre a quien no socorréis". Dios, que ha creado los bienes de la tierra para todas sus creaturas, manda dar limosna: "No endurezcas tu corazón, ni cierres tu mano contra tu hermano pobre; sino ábrele tu mano y préstale lo suficiente para satisfacer la necesidad que lo oprime. Ten cuidado que tu ojo no sea malo con tu hermano indigente, de modo que no le des nada; pues si él clama contra ti a Yahvé, tú te acarreas el pecado" (Deuteronomio 15, 7-9).
El egoísmo y la avaricia son muy peligrosos: "El que cierra su oído al grito del pobre, gritará también y no será escuchado" (Proverbios 21, 13). Nuestro Señor Jesucristo dijo: "Dad y se os dará. (...) Seréis medidos con la misma medida que habréis empleado con los demás" (Lucas 6, 38). La limosna no hace pobre, al contrario, atrae sobre el alma generosa la bendición de Dios. Nuestro Salvador dijo también: "Bienaventurados los misericordiosos porque obtendrán misericordia" (Mat 5, 7). Hacer misericordia es conseguirla. Dios concede al hombre caritativo que haga penitencia y merezca el perdón de sus pecados y los expíe. La misericordia ha sido prometida a los misericordiosos. El pecador que hace obras de misericordia dando abundantes limosnas atrae sobre sí la misericordia de Dios y la gracia de la conversión.
El santo varón Tobías sintiendo venir su muerte dijo a su hijo:
Escucha, hijo mío,( ...) Ten a Dios en tu mente todos los días de tu vida, y guárdate de consentir jamás el pecado y de quebrantar los mandamientos del Señor. Da limosna de tus bienes, y no apartes tu rostro de ningún pobre; así conseguirás que tampoco de ti se aparte el rostro del Señor. Usa la misericordia con todas tus fuerzas. Si tienes mucho, da con abundancia; si poco, procura dar de buena gana aún lo poco; pues con eso atesoras una gran recompensa para el día de la angustia. Porque la limosna libra de todo pecado y de la muerte, y no dejará caer el alma en las tinieblas. La limosna será motivo de gran confianza delante del Altísimo Dios para todos los que la hacen" (Tobías 4, 6-12).
Efectos de la limosna
1) La limosna expía los pecados
"El agua apaga la ardiente llama, y la limosna expía los pecados" (Eclesiástico 3,33). La limosna nos libra de todo pecado y de la muerte eterna impidiendo al hombre a morir en pecado mortal. "Así como el fuego del infierno, dice San Cipriano, se apaga con el agua saludable del bautismo, la llama del pecado se apaga con la limosna y las obras buenas."
2) La limosna consigue la protección de Dios
"Sé generoso con el desgraciado y no le hagas esperar la limosna. Por el amor de la Ley acoge al pobre y en su necesidad no le despidas vacío (...) Hazte un tesoro según los preceptos del Altísimo y te aprovechará más que el oro. Encierra en tus arcas, y te librará de toda miseria. Mas que un fuerte escudo y una lanza poderosa combatirá por ti contra el enemigo" (Eclesiástico 29, 11-12-14-18-27).
3) La limosna hace que la oración sea eficaz
"Queréis, dice San Agustín, que vuestra oración vuele hacía Dios? Dadle por alas el ayuno y la limosna" (Sobre el salmo 47). De ahí viene que el ángel San Rafael dijo a Tobías: "Buena es la oración con el ayuno, mejor la limosna que acumular tesoros de oro; porque la limosna libra de la muerte, y es ella que borra pecados y hace hallar misericordia y vida eterna” (Tobías 12, 8-9). "Desde el seno del pobre, la limosna ruega por vosotros; pide que os veáis libres de todo mal. Dios mira y escucha al que hace limosna; se acordará de él y le sostendrá en el peligro" (Eclesiástico 3, 34).
4) La limosna aumenta nuestros méritos y nuestros bienes.
La limosna aumenta los méritos del hombre y aumenta también los bienes temporales, porque está escrito "El que da al pobre presta al Señor, y el Señor recompensará su obra" (Proverbios 19, 17). San Juan el Limosnero, el Santo Cura de Ars, San Juan Bosco, San Pío X, el santo Padre Pío, el Santo Hermano Pedro pueden con toda verdad afirmar: "Siempre experimento, que lejos de empobrecer, la limosna enriquece; pues cuanto más doy, más medios me envía Dios. Hablando también de los diezmos se dice: Da al Altísimo según lo que Él te da y da con ánimo generoso lo que puedas. Que el Señor es generoso en recompensar y te pagará al séxtuplo" (Eclesiástico 35,6-13).
5) La limosna nos alcanza una buena muerte
San Jerónimo, el gran traductor y comentador de la santa Biblia, escribe: "No recuerdo nunca haber leído que el que haya ejercido con agrado la limosna tuviese mala muerte; porque tiene muchos intercesores, y es imposible que las preces de tantas personas no sean atendidas".
Conclusión
Las buenas obras: oración, ayuno y limosnas, son necesarias para la salvación eterna. La limosna tiene muchas ventajas para la persona que la hace. Los buenos se salvarán por haber hecho obras de caridad y los malos irán a los tormentos del infierno por no haber hecho obras de misericordia. Nuestro Señor bendecirá a los buenos por haber hecho la caridad y dirá a los malos: "Id al fuego eterno. En verdad os digo: cuanto habéis dejado de hacer (obra de caridad) a uno de éstos, los más pequeños, tampoco a Mí lo hicisteis" (Mateo. 25, 45).
Padre Michel Boniface
Bibliografía principal:
- Santa Biblia
- Cornelio a Lapide, Tesoros, T. III, Barcelona, 1909.