Del luteranismo al protestantismo
Martín Lutero (1483-1546) es el protestante más conocido no solamente porque fue el primero, sino también por su gran influencia: Cuando murió, cerca del 90% de Alemania era luterana. En seguida, la Reforma se extendió sobre toda la cristiandad occidental: las islas británicas, Escandinavia, una buena parte de Suiza, 20% de franceses en 1570. “La revolución más profunda que ha sacudido a Europa” escribió Hellmut Diwald. Aquí no hay casualidad: Lutero benefició condiciones favorables para su reforma y los historiadores consideran que fue más bien un catalizador de energías que un verdadero pionero religioso. ¿Cuál fue su parte personal?
¿A qué se debió el éxito de la reforma de Lutero?
1.- Un hereje en filosofía y teología
Espíritu brillante y cultivado, profesor de la Universidad de Wittenberg en 1508, doctor en teología en 1512 y finalmente vicario de la orden de San Agustín en la provincia de Alemania en 1515, Martín Lutero estaba, sobre todo, profundamente involucrado en el movimiento intelectual de su época.
Primero que nada, las ideas de Lutero llevan la marca del Renacimiento. Amigo de Erasmo hasta 1527, Lutero recibe el apoyo de los humanistas: coincidían en despreciar a los clérigos ignorantes, el ritualismo del culto y las supersticiones de la gente. Es gracias a ellos que Lutero se puso en contacto con el talmud y la cábala. Leyó la exégesis literaria e histórica, alejada de la Tradición católica, del judío convertido y franciscano, Nicolás de Lira (vers. 1270-1349). Su interés único sobre las Escrituras se explica así: Si Lyra non lyrasset, Lutherus non saltasset – “Si Nicolás de Lira no hubiese tocado la lira, Lutero no habría bailado” – dice un proverbio.
En filosofía, Lutero acogió a Guillermo de Ockham y se alejó de la vieja escolástica: “No se es un buen teólogo si no se rechaza a Aristóteles”. ¿Cómo lo iba a lograr si el nominalismo había colonizado ya todas las universidades de occidente, en particular la de Alemania?
Por otra parte, Lutero profesaba la teología de su época. La idea de una absolución gratuita sin ninguna obra humana, no es un invento suyo: El padre Denifle la encontró en 80 teólogos más de aquellos tiempos como Gregorio de Rimini (+1358) que enseñaba que el hombre es incapaz de hacer el bien sin la gracia, o Johann Von Wesel (+1481), quien predicaba la predestinación estricta, la salvación únicamente por la fe rechazando las indulgencias y sacramentos…
La iglesia de Lutero no contaría con sacerdotes, pero ya los legistas del siglo XIV la veían como una “comunidad de fieles”; fundada en la fe y no en San Pedro y la jerarquía; tesis sostenidas por Hugguccio, Guido de Baysio, llamado Hostiensis, Juan de París, Guillermo Durando, y los herejes Marsilio de Padua y Guillermo de Ockham.
Lutero predicó una iglesia espiritual, la estricta predestinación. Herejes como Juan Wiclef y Juan Huss, muertos en 1384 y 1415, habían ya dividido a la iglesia en dos bandos: la iglesia espiritual de los predestinados, los únicos capaces de entender la Biblia y de recibir válidamente los sacramentos, y la iglesia de los bautizados que están “previstos” para el infierno. Los lolardos, predicadores itinerantes, expandieron esas ideas en todo el occidente: incluso el 10% de los ingleses se unió a su movimiento a principios del siglo XV.
El que Lutero cuestionara el magisterio del Papa, no es de sorprenderse (es una constante en sus escritos: Sobre el papado de Roma en 1520 hasta una especie de testamento espiritual en 1545, Contra el papado de Roma, fundado por el diablo): la teoría conciliar de los Sínodos de Constanza, Pisa o Basilea daban el concilio del verdadero “cuerpo místico” de la Iglesia (“Concilio santo “según el de Constanza). Debido a esta teoría, los decretalistas limitaban el rol del Papa a ser un simple ejecutor: su primacía es revocable ante los cardenales que representan a los miembros de la Iglesia (el pueblo); si era deficiente, podía ser depuesto por el concilio; lo que hicieron los concilios del siglo XV con cinco Papas…
Lutero se coloca en esta perspectiva desde el 28 de noviembre de 1518: llama a un concilio general, mismo que se renovó el 17 de noviembre de 1520.
Así, Martín Lutero se basaba en gran medida en la teología de su época, aunque fuera confusa, e incluso heterodoxa.
2.- En la continuación de la Reforma de la Iglesia
La reforma. Después de grandes calamidades al final de la Edad Media (exilio de los Papas en Aviñón, el gran cisma de Occidente, la peste negra, la guerra de cien años, etc.), la Iglesia finalmente pudo someterse a una reforma disciplinaria y espiritual, iniciada por grandes reformadores (Gérard Groote, San Vicente Ferrer, Juan Gerson, director de la Academia de París, San Bernardino de Siena, Santa Juana de Arco, Juan Standonck de París), por Papas como el humanista Pío II y por los concilios de Florencia o Letrán V. Después de 1450, las órdenes religiosas también iniciaron por todas partes sus reformas. Martín Lutero aprovecha este impulso y no duda en llamarse a sí mismo, al igual que los otros protestantes, “reformador”.
¿En realidad lo es? El capítulo general de los agustinos de Gotha en 1515, quería un reordenamiento de las reglas. Martín Lutero se opuso violentamente y denunció a los “justiciarios”. Si se veía como reformador, no lo era como la Iglesia lo hizo durante un siglo.
Los laicos. En este movimiento de reforma, la influencia de los laicos es importante al lado de un clérigo ignorante, a los de moral relajada (nicolaísmo) regalados a las facilidades de la vida (simonía): aproximadamente 15% de los clérigos eran ineptos para sus tareas.
Especialmente en Alemania, “los patrones de las iglesias [es decir, aquellos que fundaron conventos o construyeron parroquias, mismas que usaban como pasatiempo] no deben considerárseles solamente como sus fundadores, sino como sus reformadores”, dijo el emperador Alberto de Austria. Los príncipes y las ciudades llevaron la reforma de los conventos (Turingia, Núremberg), legislaban en materia de confesiones, entierros, devociones o fraternidades eclesiásticas (Wurtemberg), estigmatizaban los pecados públicos y el mal comportamiento de los clérigos, he aquí cuando Martín Lutero denuncia la incapacidad de los clérigos, confía a los laicos la dirección de su iglesia, y llegaría muy lejos con estas nuevas costumbres ya difundidas.
Una vez más, Martín Lutero no es un pionero, pero sin lugar a dudas aprovechó el impulso reformador que animaba a la Iglesia en ese tiempo, y lo usó en su contra.
3.- Las ventajas de Lutero
El nacionalismo. Persiste una tensión particular entre la Iglesia de Alemania y Roma, como lo expresa el arzobispo de Maguncia, Dietrich de Isenburg, en 1455: “La nobleza alemana se despierta; la respuesta que prepara le costará muy cara a la Curia”. ¿Cuál es el motivo? El acuerdo del 17 de febrero de 1448 entre el emperador Federico III y el Papa Nicolás V que regula los nombramientos en la Iglesia a favor de Roma; los impuestos exigidos por la Curia romana. Pero, a diferencia de Francia o Inglaterra, la Iglesia de Alemania estaba dividida por cerca de 400 Estados, sin primado ni legislación propia, incapaces de unificarse frente a las exigencias romanas. Por la revuelta contra el Papa, Martín Lutero da esta cohesión que le faltaba a su nación alemana.
El escritor. Al comienzo de 1517, editó su primer libro, paráfrasis de los salmos, y descubrió el poder de la imprenta. Inmediatamente, la utilizó para difundir las tesis de Wittenberg. Luego, están los sermones a los laicos. De 1520 a 1521 es el año de sus grandes publicaciones (Sobre el papado de Roma, A la nobleza cristiana de la nación alemana, La cautividad babilónica de la Iglesia, La libertad cristiana, la Biblia en alemán). El país estaba anonadado por su declaración en la Dieta de Worms ante Carlos V (el 19 de abril de 1521). El nuncio Aleandro remarcó, el verano siguiente: “Llueven todos los días escritos luteranos en alemán o en latín”. Así fue como Lutero tocaba al mismo tiempo al pueblo y a los intelectuales humanistas. Cien mil ejemplares de su nuevo Testamento serían editados en Wittenberg antes de su muerte (en 1535, uno de cada 70 poseía un ejemplar). El conjunto de sus obras daba a conocer 4 000 ediciones. Un tercio de la literatura alemana de esa época estaba escrita por él. Sin Gutenberg, no habría existido la de Lutero.
El trabajador incansable. Esto tiene su recompensa. Al tiempo en que publica 2 000 sermones, se dedica a la labor titánica de traducir la Biblia al alemán. 2 650 cartas eran su correspondencia entre los años 1517-1520. Escribía, predicaba, viajaba. En todos lados era recibido con entusiasmo. Sus viajes a Leipzig o Ratisbona fueron verdaderos triunfos. Los oponentes eran incomodados, conventos y casas de canónigos saqueados, emociones alentadas por su sola presencia. Este es el verdadero Lutero: desde siempre, Lutero había sido un orador; creó el primer movimiento de opinión de la historia de Occidente.
Lutero protegido. Después de la excomunión de León X y de la prohibición del imperio en abril de 1521, Federico de Sajonia, su soberano, esconde a Lutero en el castillo de la Wartburg, para evitar las represalias del emperador. Este apoyo es decisivo con el de los caballeros; pequeña nobleza tradicional alemana impregnada por los humanistas; y el de los clérigos y religiosos que se adhirieron a sus ideas, sus primeros propagadores: el dominico de Estrasburgo, Bucero; los franciscanos Juan Eberlin y Conrado Pellicano, el benedictino Musculus, el brigidino Ecolampadio, los padres seculares Amsdorf, Capiton, Osiander y Jonás.
De este modo, cuenta con el total apoyo de los alemanes. Es en este momento, donde se constituían las naciones modernas, estados centralizados con su gente y su lenguaje, que el espíritu alemán se encarna en Lutero, el hombre que llega a ser el más famoso de Alemania.
El último elemento que explica su éxito. Frente a él, sus oponentes permanecen sorprendentemente inmóviles: el emperador duda en aplicar el edicto de Worms del 4 de mayo de 1521, el cual margina a Lutero del imperio; primero, los obispos esperan la exasperación de Roma, luego la decisión de la dieta y, al fin, un concilio general convocado por Carlos V siempre pospuesto por el Papa Clemente VII hasta 1530. Entonces, ya era muy tarde para reaccionar: el 19 de abril de 1529, en la dieta de Espira, catorce ciudades libres y cinco Estados alemanes protestaron contra el sostenimiento del edicto de Worms el cual condenaba a Lutero. Este es el origen de la palabra “protestante” y la afirmación definitiva de la reforma luterana. A partir de ese momento, Alemania se dividió en dos religiones.
Martín Lutero, antes de ser un precursor, se sostiene que es un hereje de las “luces” del humanismo. Usurpa el título de “reformador”. Manipula la opinión al punto de que esa reforma podría ser llamada “hija de la imprenta”. Es, sobre todo, un héroe nacionalista antes que un hombre de la Iglesia.
R.P. Nicolas Portail, FSSPX.