La Sábana Santa de Turín

La sábana entró en la historia la tarde del viernes de Pasión. Los Evangelios nos dicen que José de Arimatea, habiendo comprado un lienzo blanco, amortajó el cuerpo de Jesús. La palabra griega que emplean los tres evangelistas es la «sindon», tela de lino. Este es el significado exacto del Sudario, sábana de lino que servía para amortajar los cuerpos.

Aunque varios textos antiguos aluden a los lienzos funerarios de Cristo, sus indicaciones son tan vagas y confusas, que no podemos concluir en nada relativo a la historia de este «Sudario» durante los primeros siglos de nuestra era.

La iconografía es un elemento importante, ya que no hay ningún texto que nos describa el aspecto físico de Cristo. En las catacumbas, por ejemplo, se solía representar al Buen Pastor bajo la figura de un joven sin barba con pelo corto y rizado. Más tarde, en el siglo IV e incluso un poco antes, se lo empezó a representar bajo el aspecto clásico, con barba y cabello largo. Parece, pues, que a partir de esta época, la iconografía tomó como modelo la imagen impresa del Sudario.

EL SANTO SUDARIO EN CONSTANTINOPLA

En el año 545 se conocía ya en Edesa una imagen de Cristo, el «Mandilion», “no pintada por manos humanas”. Hoy se sabe perfectamente que se trataba del Sudario, “doblado con cuatro pliegues” tras una decoración de oro que sólo dejaba ver su rostro.

El Mandilion entró en Constantinopla el 15 de agosto del año 944, a la caída de la ciudad de Edesa, y no se tardó mucho tiempo en desplegarlo y ver que se trataba en realidad del Santo Sudario, ya que una homilía de Gregorio el Referendario lo describe mencionando la llaga del costado que no se podía ver antes por estar plegada.

Varios textos nos permiten concluir que el «Sindon» conservado en Cons­tan­tinopla es el mismo que el Santo Sudario de Turín. Pero sigue siendo la inconografía la prueba más convincente, por medio de las pinturas y mosaicos de Constan­tino­pla, Ca­pa­docia, Grecia, etc...

A finales del año 1203, los combatientes de la IV Cruzada desembarcaron en Constantinopla en espera de partir hacia Egipto. Uno de ellos, Roberto de Clari, nos dejó un relato de la expedición en el que nos describe la ciudad. Allí visitó una iglesia en la que vio “la síndone en la que fue envuelto el cuerpo de Nuestro Señor... Se podía ver bien la figura de Nuestro Señor”. La situación se deterioró y en 1204 los franceses conquistaron la ciudad y desapareció el Sudario.

EL SANTO SUDARIO EN LIREY

Hacia el año 1350, encontramos el Santo Sudario en la región de Champagne (Francia), en la localidad de Lirey, en manos de un noble, Godofredo de Charny. Por falta de documentos, no sabemos prácticamente nada desde su desaparición, salvo que entre 1239 y 1242 el emperador latino de Constantinopla le mandó un trocito al rey San Luis de Francia. Después sabemos que Godofredo de Charny adquirió la reliquia para donarla a la colegial de Lirey.

En 1353, la colegial de Lirey abrió sus puertas y afluyeron los peregrinos para venerar el Sudario. La última de los Charny, Margarita, resguardó la reliquia en su castillo de San Hipólito, en el Franco Condado, entre 1418 y 1452. En 1453, como no tenía hijos, entregó el Sudario al duque de Saboya.

LA HISTORIA MODERNA DEL SUDARIO

Así pues, en 1453, el Sudario se convirtió en propiedad de la casa de Savoya y llegó a conocerse en toda Europa. Muchos personajes ilustres vinieron a verlo, y los Papas crearon la fiesta y misa del Santo Sudario. La reliquia viajó mucho: la vemos en Verceil, en Niza, en Bourg-en-Bresse e incluso en Bélgica. Luego, en 1502 en Chambéry, en la capilla ducal de la capital de Saboya. En 1532 sufrió ahí un grave incendio, pues la plata del relicario en el que se conservaba se derritió y dañó los pliegues del tejido, tal como lo muestran las dos líneas de quemaduras y las piezas de tela que recubren los agujeros que se abrieron. Por suerte, el fuego pudo ser apagado y se pudo salvar la imagen del crucificado.

En 1578 el Santo Sudario fue colocado en la catedral de Turín, donde actualmente se conserva, en una gran capilla construida en 1694. El último rey de Italia, Humberto de Saboya, donó en 1983 la reliquia a la Santa Sede.

LOS ESTUDIOS CIENTÍFICOS

El 28 de mayo de 1898 marca el inicio de los estudios científicos consagrados al Sudario. Ese día, aprovechando una de las ostensiones públicas, un fotógrafo, Secondo Pía, logró sacar los primeros clisés de la reliquia. Cuando reveló los negativos se quedó estupefacto al ver que en realidad lo que aparecía era un positivo del rostro y del cuerpo de un hombre real. Entonces se dio cuenta de que la imagen -bastante confusa- del Sudario, era en realidad un negativo fotográfico de un modelo hermoso. Pero lo increíble era que la noción misma de negativo sólo databa del siglo XIX.

Los adversarios de su autenticidad se manifestaron rápidamente, pero sus trabajos no pudieron dar ningún argumento serio. A su vez, empezaron una serie de investigaciones que permitieron resolver las dificultades históricas, arquológicas e iconográficas del Sudario, junto con los trabajos del Doctor Barbet, cirujano (La Pasión de Cristo vista por un cirujano), fundados en experiencias médicas.

Otra etapa decisiva fue la del examen del tejido mismo de la imagen: las primeras experiencias tuvieron lugar en 1973, cuando una serie de expertos americanos de diferentes especialidades fundaron el STURP (Shroud of Turin Research Project), para aplicar las técnicas más modernas en el estudio del Sudario. En 1978 los miembros del STURP pudieron dedicar cinco días enteros al examen directo de la reliquia, y más tarde unas 150,000 horas al estudio de las muestras y fotografías, para concluir finalmente en su autenticidad.

Por supuesto, los enemigos del santo Sudario no quedaron satisfechos. En 1986 lanzaron el proyecto del examen de lienzo por medio del carbono 14, pero al año se suprimieron todos los medios de control, de modo que cuando se aplicó este procedimiento en 1988, el resultado fue una supuesta datación de la Edad Media. Así se activo una formidable campaña para desprestigiar el Lienzo y al mismo tiempo silenciar sus incógnitas. La reacción contraria no se hizo esperar y pronto se pudo demostrar que el famoso ensayo del carbono 14 había sufrido más de quince irregularidades graves, cada una de las cuales bastaba para descreditar todo resultado. Por ejemplo: el peso de la muestra del Sudario no concuerda con el del tejido que se examinó, como si nada.

EL TEJIDO Y LA IMAGEN

Pasemos ahora a examinar la reliquia misma. El Lienzo es una pieza de lino fino que mide 436 x 108 cm. La textura fue, sin lugar a duda, ejecutada con materiales propios de las regiones de Siria o Egipto, y el modo de blanqueo testifica su antigüedad. Se compone de fibras de lino con algunas de algodón, lo que confirma el origen geográfico del Sudario, y no contiene ninguna mezcla de lana, lo que confirmaría su origen palestino, pues la ley judía era la única que prohibía la mezcla de fibras vegetales con animales.

En el transcurso de los múltiples viajes que ha realizado la sábana, se fue cubriendo de polvo de lugares y épocas muy dispares, teniendo en consideración que este tejido no ha sido lavado nunca.

Otro dato interesante, es el estudio de los diferentes pólenes que contiene, algunos de los cuales pertenecen a especies vegetales específicas de las regiones subdesérticas del Próximo oriente y que prueban que el Sudario estuvo allí.

El estudio de la imagen del crucificado impresa en la sábana nos da otros datos: se trata de un hombre joven, entre 30 y 35 años, alto (de 1, 80 m aprox.) y bien proporcionado (unos 78 k), de tipo semita. La trenza larga deshecha de cabello que cae entre sus omoplatos es un elemento típico de las costumbres judías de la antigüedad. Además, el hombre fue sepultado al modo judío, tal como se han encontrado los esqueletos en las cuevas de Qumrâm, y con una moneda sobre sus párpados, según la costumbre que nos delatan los hallazgos arqueológicos de la Palestina del siglo I. Estas monedas dejaron impresa su huella en el tejido, y los numismáticos la identifican con las monedas que mandó acuñar Poncio Pilato en Judea el año 29 de nuestra era.

LA PASIÓN SEGUN EL SANTO SUDARIO

Podemos «leer» la Pasión de Cristo en la imagen del Sudario. La representación del hombre de la sábana difiere notablemente de la imaginería tradicional, pero es conforme con los conocimientos médicos a tal punto, que eso sólo es una prueba suficiente de que es imposible que se trate de uno falso.

El rostro hinchado atestigua los golpes que recibió en el tribunal del sumo sacerdote. Aun más impresionantes son las manchas de sangre que cubren su dorso, de la cabeza a los pies: son las señales de la terrible flagelación. Se trata de una flagelación según la costumbre romana, ejecutada por dos verdugos romanos situados uno a cada lado, y la víctima recibió más de cien golpes con un azote romano, que se puede identificar por la forma del plomo de sus extremidades. La flagelación judía no hubiera rebasado los cuarenta azotes menos uno, según la ley.

El condenado fue coronado con una especie de casquete de ramas espinosas entrelazadas, ya que el aspecto de las llagas permite su reconstitución. Esta corona nos permitiría, por sí misma, reconocer a Cristo en el condenado.

Las llagas dorsales nos indican que la víctima arrastró su propia cruz, pues el travesaño horizontal, llamado «patibulum», hizo caer al condenado varias veces, como lo muestras sus rodillas.

Los brazos del crucificado fueron fijados a los extremos horizontales de la cruz con sendos clavos en sus manos y otro en los pies, colocados uno encima de otro, para fijarlos en el tronco horizontal («stipes»). En el lienzo de Turín se puede ver que los clavos no atravesaron las palmas de las manos, sino las muñecas, contrariamente a todas las representaciones tradicionales. El doctor Barbet (op. cit.) demostró que los clavos no podían estar situados en la palma de las manos y que su ubicación en el lugar que aparece en el sudario, el espacio de Deltot en la muñeca, es la causa de que el pulgar no aparezca en la imagen.

La muerte del crucificado era larga y espantosa. El condenado, con sus brazos extendidos, no podía respirar sino levantándose sobre sus pies y haciendo fuerza con sus manos clavadas. Al no poder sostenerse en esta dolorosísima posición, se dejaba caer de nuevo sobre su peso, con lo que se ahogaba y tenía que volver a repetir el mismo esfuerzo. La sangre que manó de las heridas en zigzag a través de sus brazos muestra la sucesión de los movimientos. Las fuerzas iban disminuyendo y sus movimientos respiratorios iban perdiendo amplitud e incluso eficacia. Llegaba por fin un momento en el que el condenado expiraba de agotamiento y de asfixia.

Era preciso bajar el cuerpo de los condenados esa misma tarde del viernes, antes del Sábado, y quizás acabarlos. El crucificado del Sudario estaba muerto y para cerciorarse, se le arrojó una lanza en el costado, de donde salió sangre y agua, visibles en el el tejido. Se trata de sangre mezclada con secreciones procedentes del edema de la pleura y del pericardio por el sufrimiento extremo. El cuerpo fue bajado rápidamente de la cruz y extendido en el Sudario, sin ser lavado ni embalsamado. El tejido muestra también que el cuerpo estuvo poco tiempo envuelto en él, pues no hay señales de descomposición.

EL MISTERIO DE LA IMAGEN

El cuerpo de Cristo dejó, pues, bastantes manchas de sangre en el Sudario. No es, sin embargo, la sangre la que forma la imagen del Lienzo. Las últimas investigaciones sobre el tema han eliminado toda posibilidad de que se trate de una pintura, pues además de tratarse de un dibujo en negativo y sin contorno, no hay ninguna traza de pigmento, colorante ni pintura.

Hoy se conoce ya la naturaleza de la imagen. Se trata de una quemadura, tan ligera y superficial, que sólo afecta a las fibras más superficiales del lino. Cosa extraña, esta quemadura, es igual de superficial en las zonas más internas que en las claras, y la única diferencia proviene de la cantidad de fibras quemadas por centímetro cuadrado, algo así como en una trama de fotograbado.

Otra particularidad sorprendente es su tridimensionalidad. Un aparato de la NASA 8, que transforma las intensidades luminosas en distancias, ha logrado reproducir en relieve la fotografía del hombre del Sudario. Ninguna otra fotografía, obtenida normalmente por la reflexión de la luz en la persona produce un clisé semejante en relieve sin deformación. Es preciso, pues, que la luz que produjo la quemadura proveniese de la persona misma.

Otras constataciones: las masas musculares del lado dorsal no están aplastadas por el peso del cuerpo y el dibujo del lado facial no tiene ninguna deformación debida el peso del tejido colocado sobre los relieves del cuerpo. Esto da a pensar que la ley de la gravedad estuvo suspendida. Además aunque la sangre de las diversas heridas se ha pegado al tejido no hay en toda la superficie de la sábana ningún desprendimiento de fibras textiles. Conclusión: ¡nadie retiró el cuerpo del Sudario!

Pues bien, si tomamos todos estos hechos en su conjunto, la única hipótesis posible en este caso será la siguiente: el cuerpo muerto emitió, en un momento dado, una irradiación muy breve y potente y desapareció a través del Sudario. Nos hallamos ante unos hechos objectivamente compro­bables, pero ninguna ley conocida de la naturaleza nos los puede explicar. ¿Acaso no estaremos obligados a dejar un lugar para la hipótesis del milagro de la Resurrección?