Los Santos Inocentes - textos litúrgicos

Herodes consideraba que el Infante de Belén era su rival debido a lo que había oído de los Magos y de los Sumos Sacerdotes que consultó. Lleno de celos y enfurecido contra el Niño, ordenó su muerte. Así, los Santos Inocentes entregaron sus vidas confesando la divinidad y reyecía de Jesús. 

MISA

La Santa Iglesia ensalza la sabiduría de Dios, que supo burlar los cálculos de la política de Herodes y sacar gloria de la cruel inmolación de los niños de Belén, elevándolos a la dignidad de Mártires de Cristo, cuyas grandezas celebran ellos con gratitud eterna.

INTROITO

De la boca de los niños y de los lactantes sacaste, oh Dios, alabanza contra tus enemigos. Salmo: Señor, Señor nuestro: cuán admirable es tu nombre en toda la tierra. — J. Gloria al Padre.

En la Colecta, la Iglesia pide que sus fieles confiesen con sus obras la fe de Jesucristo. Es distinto el testimonio de los niños que no hablan más que con sus sufrimientos, y el testimonio del cristiano llegado al uso de la razón, al cual se le ha dado la fe para que la confiese delante de los tiranos si es preciso, pero siempre delante del mundo y de las pasiones. Nadie es llamado al carácter sagrado de cristiano para guardarlo en secreto.

ORACIÓN

Oh Dios, cuya gloria confesaron hoy los Inocentes Mártires no hablando sino muriendo: mata en nosotros todas nuestras pasiones; para que confesemos también, con nuestras vidas y costumbres, la fe que pregona nuestra lengua. Por nuestro Señor.

EPÍSTOLA

Lección del libro del Apocalipsis del Apóstol San Juan. (XIV, 1-5.)

En aquellos días vi al Cordero que estaba sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían su nombre y el de su Padre escrito en sus frentes. Y oí una voz del cielo, como ruido de muchas aguas, y como el sonido de un gran trueno: y la voz que oí, era como de tañedores de arpas, tañendo sus arpas. Y cantaban como un cántico nuevo ante el trono, y delante de los cuatro animales, y de los ancianos: y nadie podía cantar el cántico más que aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron comprados de entre los de la tierra. Estos son los que no se mancharon con mujeres: porque son vírgenes. Estos siguen al Cordero por donde quiera que va. Estos fueron comprados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero; y en su boca no ha sido hallado engaño: porque están sin mancha ante el trono de Dios.

Al escoger este misterioso paso del Apocalipsis, la Iglesia nos quiere mostrar el aprecio que hace de la inocencia, y la idea que nosotros debemos tener de ella. Los Inocentes siguen al Cordero porque son puros. Sus obras personales en la tierra no llamaron la atención, pero atravesaron rápidamente el camino de este mundo sin contaminarse. Su pureza, menos probada que la de Juan, pero enrojecida en su sangre, atrajo las miradas del Cordero, y los tomó en su compañía. Suspire, pues, el cristiano por esta inocencia, pues tales distinciones merece. Si la ha conservado, guárdela y defiéndala con el celo con que se guarda un tesoro; si la ha perdido, repárela por los trabajos de la penitencia: y una vez recuperada, realice la palabra del Maestro que dice: El que ha sido lavado sea puro en adelante (S. Juan, VIII, 12).

En el Gradual, los santos Inocentes bendicen al Señor que les quebró el lazo con que el mundo quería sujetarlos. Han volado como el pájaro; y su vuelo rápido, que nada ha parado, los ha llevado hasta el cielo. El Tracto respira la indignación de Raquel ante la crueldad de Herodes y sus satélites. Reclama la celestial venganza, que luego se desató contra esa inhumana familia de tiranos.

GRADUAL

Nuestra alma, como un pájaro, ha sido libertada del lazo de los cazadores. — J. El lazo fué quebrantado y nosotros fuimos libertados. Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

TRACTO

Derramaron la sangre de los Santos como agua en torno de Jerusalén. — T. Y no había quien los sepultara. — J. Venga, Señor, la sangre de tus Santos, que lia sido derramada sobre la tierra. Si la fiesta de los santos Inocentes cae en Domingo, la Iglesia, para atenuar un poco la tristeza de sus cantos, entona el Aleluya.

ALELUYA

Aleluya, aleluya. — J . Alabad, niños, al Señor; alabad el nombre del Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Mateo (II, 13-18.)

En aquel tiempo, el Angel del Señor se apareció en sueños a José, diciendo: Levántate, y toma al Niño y a su Madre, y huye a Egipto, y permanece allí hasta que yo te diga. Porque sucederá que Herodes busque al Niño para perderle. Y él, levantándose, tomó al Niño y a su Madre, de noche, y se fué a Egipto: y estuvo allí hasta la muerte de Herodes: para que se cumpliese lo que dijo el Señor, por el Profeta: De Egipto llamé a mi Hijo. Herodes entonces, al verse burlado de los Magos, se irritó mucho, y dió orden de matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus alrededores, de los dos años abajo, conforme al tiempo que había averiguado de los Magos. Entonces se cumplió lo que había sido dicho el Profeta Jeremías: Kn Ramá se oyeron voces y muchos lloros y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos; y no quiere ser consolada porque ya no existen.

El santo Evangelio cuenta con su sublime sencillez el Martirio de los Inocentes. Herodes envió a matar a todos los niños. Fué segada para el cielo esta abundante mies y la tierra no se conmovió. Unicamente los lamentos de Raquel subieron hasta el cielo, haciéndose enseguida silencio en Belén. Mas no por eso dejó el Señor de agregar a estas felices víctimas a la corte de su Hijo. Desde el fondo de su cuna, Jesús los contemplaba y bendecía; María compadecía sus breves sufrimientos y el dolor de sus madres; la Iglesia, que iba a nacer pronto, glorificaría a través de los siglos la inmolación de estos tiernos corderos, fundando sus mayores esperanzas en el patrocinio de estos niños, que de repente se hicieron tan poderosos ante el corazón de su divino Esposo. Durante el Ofertorio se deja oír todavía la voz de los Inocentes que repiten su emocionante cántico; como candorosas avecillas, vueltas a la libertad, agradecen la mano que les ha roto los lazos que los amenazaban de muerte.

OFERTORIO

Nuestra alma como un pájaro ha sido libertada del lazo de los cazadores: el lazo fué quebrantado, y nosotros fuimos libertados.

SECRETA

No nos falte, oh Señor, la piadosa oración de tus Santos, la cual te haga gratos nuestros dones, y nos alcance siempre tu perdón. Por el Señor.

En la Antífona de la Comunión oímos de nuevo la voz de Raquel. La Iglesia, alimentada en el divino misterio del amor, no puede olvidarse del llanto de las madres. Con ellas comparte su dolor hasta el fin; pero, en el fondo de su corazón, se eleva hasta Aquel que es el único capaz de consolar tan grandes penas.

COMUNIÓN

En Ramá se oyeron voces, y muchos lloros y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos, y no quiere ser consolada, porque ya no existen.

POSCOMUNIÓN

Hemos recibido, Señor, los dones que te hemos ofrecido: Suplicárnoste hagas que, por intercesión de los Santos, nos aprovechen para esta vida y para la eterna. Por el Señor.  

Fuente: GUERANGER, Dom Prospero. El Año Litúrgico. Burgos, España. (1954) Editorial Aldecoa.