Lutero, el enemigo de la gracia de JC - El hereje
Con ocasión de los 500 años de la Reforma Protestante, he aquí el tercer artículo de nuestra serie. El tema es: las herejías de Martín Lutero, fundador del protestantismo.
Un triple rechazo: al Papa, a María y a la Misa
El protestantismo se nos presenta con muchas caras: luteranismo, calvinismo, anglicanismo, pentecostalismo, movimientos evangélicos, etc. Esta diversidad es la consecuencia inmediata del primer principio del protestantismo: el libre examen; el cual permite al creyente interpretar por sí mismo las santas Escrituras según sus propias ideas.
Sin embargo, es posible encontrar puntos en común entre los protestantes; primero, todos manifiestan rechazo (la protesta, por eso son “protestantes”) hacia ciertos dogmas y doctrinas católicas. Luego, también tienen en común los principios generales que usan para llenar el vacío que deja la destrucción de los principios católicos. Cierto es que, con el protestantismo, estamos ante una obra eminentemente revolucionaria, que destruye lo existente para construir un mundo nuevo sobre las ruinas de lo antiguo.
El protestantismo es esencialmente una ruptura con el catolicismo cuyo origen histórico tuvo lugar el 31 de octubre de 1517, con la publicación de las 95 tesis de Lutero. Los puntos de desacuerdo aparecerán con las explicaciones que dará Lutero bastante rápidamente a sus tesis. De hecho, “un triple rechazo caracteriza el desacuerdo entre los protestantes y Roma. Este triple rechazo puede ser expresado en una fórmula lapidaria: un hombre, una mujer, una cosa; esto es: el Papa, María y la Misa” (L. Gagnebin, Qu’est-ce que le protestantisme ? Trois définitions possibles in : L. Gagnebin et A. Gounelle, Le protestantisme ? Ce qu’il est. Ce qu’il n’est pas. Carrières-sous-Poissy, La Cause, 1990, p. 9).
Rechazo al Papa:
Con este repudio, los protestantes rechazan a toda la Iglesia católica, con su visibilidad y su jerarquía; su único jefe (ya que la Iglesia es monárquica), el Papa, sucesor de San Pedro, el representante de Nuestro Señor.
Rechazo a María:
Lo que los protestantes niegan, no es la maternidad de María, ni siquiera su virginidad. “La mayoría de los protestantes suscriben a la idea bíblica de la virginidad mariana”. (G. Monet, Modernités et protestantismes, Université Marc Bloch, faculté de théologie protestante de Strasbourg, 2006). Lo que ellos rechazan es el culto mariano, así como todo culto hacia los santos. Los católicos, según los protestantes, deifican a María, la transforman en diosa. Esta acusación se aúna a su negativa de admitir otros mediadores que no sean Cristo. Sin duda, Nuestro Señor es el único mediador entre Dios y los hombres, pero eso no implica la ausencia de otros mediadores, actuando bajo la dependencia y por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo. De hecho, es lo que ocurrió en las bodas de Caná: Nuestro Señor intervino a petición de su santa Madre.
Rechazo a la Misa:
La discusión no trata simplemente o esencialmente de “la presencia real de Cristo en el Sacramento de la Cena, lo que es sin duda muy debatido incluso dentro del protestantismo”. (G. Monet, ib.), sino sobre la noción de Sacrificio, de sacrificio propiciatorio que los protestantes no aceptan. Para ellos no hay más sacrificio salvo el de Jesús en la Cruz, mismo que no puede ser renovado. Tienen tres errores respecto a la Misa:
1.- Negación del carácter sacrificial de la Misa; que no será sino un simple memorial de la Pasión y que sirve para instruir a los fieles y recordarles el sacrificio del Calvario a fin de provocar un acto de Fe (si Lutero habla de sacrificio es únicamente en el sentido de sacrificio de alabanzas y acción de gracias);
2.- Negación de la Transubstanciación (conversión instantánea de toda la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo, de tal manera que no permanece nada de la sustancia precedente, sino únicamente los accidentes);
3.- Negación del sacerdocio particular del sacerdote, que no sería más que el presidente de una asamblea y sin actuar más “in persona Christi”.
Dicho triple rechazo caracteriza al protestantismo desde el punto de vista opuesto al catolicismo. Pero si el protestantismo es, sobre todo, una protesta contra la doctrina católica, el hueco que deja la destrucción de los principios católicos no quedó libre por mucho tiempo, pues rápidamente, Lutero y sus correligionarios, en las controversias con los católicos, tuvieron que afirmar y precisar su posición doctrinal, mostrando así lo que hoy podemos llamar los principios generales comunes de todos los protestantes. Estos principios pueden resumirse también en una terminante fórmula: la gracia sola, la fe sola, Dios solo y la Escritura sola.
La gracia sola:
El concepto falso y protestante de la gracia deriva de su concepto del pecado original. Según Lutero, a consecuencia del pecado original, lo natural no queda íntegro sino esencial e intrínsecamente corrompido. El libre albedrío está totalmente corrompido y destruido; es imposible que el hombre no peque. De acuerdo a Lutero, la gracia es, por supuesto, necesaria para obtener la salvación, pero no se le otorga al hombre para que evite el pecado y sea justificado intrínsecamente. Los pecados no son borrados y permanecen dentro del alma del pecador. La gracia permite únicamente que esos pecados no sean imputados al pecador, serían como olvidados por Dios y, no obstante, siempre estarían presentes. Finalmente, el pecado sería más fuerte que Dios. La santidad, en el sentido católico de la palabra, es inconcebible.
La fe sola:
Según los protestantes, la justificación se opera por la fe sola, siendo ésta un acto de confianza ciega por la que el creyente es persuadido de que Dios lo perdona imputándole los méritos de Cristo. Esta justificación por la sola fe está íntimamente ligada a otro dogma protestante; el de la predestinación. Esto es, que Dios decide salvar a quien quiere por su poder, independientemente de toda actividad colaboradora del libre albedrío (que, como habíamos mencionado ya, está totalmente corrompido según los protestantes). Así que, basta la fe sola sin las obras; o bien, si hay obras, son para dar fe de que Dios ha predestinado al cielo a quien haga el bien.
Dios solo:
Los protestantes tienen un falso concepto de las relaciones del alma con Dios. Todo pasa entre el creyente y Dios, sin ningún intermediario. Sin jerarquía, sin la comunión de los santos. El protestante es iluminado interiormente y constantemente por el Espíritu Santo, quien le da la convicción de estar en la verdad; en materia religiosa, no hay ni autoridad ni intermediarios, solamente la plena libertad. La devoción a los santos es impensable para un protestante, y el culto rendido a la Santísima Virgen no sólo es algo inútil sino blasfemo, en cuanto que significaría que la mediación única de Cristo es deficiente.
La Escritura sola:
Ya que, según los protestantes, Dios salva sin pasar por causas secundarias, todo creyente extrae directamente de la única fuente, es decir, la Sagrada Escritura, sin necesidad de la Tradición oral ni de la interpretación dada por el Magisterio de la Iglesia. Es el libre examen, esta doctrina esencial de los protestantismos, en la cual, el creyente interpreta por sí mismo las Escrituras, suponiendo que esta interpretación se hace por inspiración del Espíritu Santo. “Entre los riesgos de la autoridad, lo que lleva a los privilegios exorbitantes de la infalibilidad papal, y los de la libertad, que a veces lleva a los privilegios excesivos del libre examen, el protestantismo ha elegido, de una vez por todas, los riesgos de la libertad” (L. Gagnebin, ib.). Incluso, Pablo VI, dio su punto de vista sobre este principio infiltrado en la Iglesia católica (audiencia del 24 de septiembre de 1969): “Se pretende hacer de su juicio personal, o como pasa a menudo, de su experiencia subjetiva, o aún de su inspiración del momento, el criterio que orienta su religión o el canón según el cual está interpretada la doctrina religiosa, como si se tratara de un don carismático o de un soplo profético […] tendríamos entonces un nuevo libre examen”.
Esto lleva a una religión sin dogma fijo, una total libertad de opinión y una anarquía intelectual, un individualismo exagerado: tanto protestantismos como protestantes.
Esto conduce a una moral totalmente exterior. La justificación no consiste en una transformación interior. No hay virtudes reales (principio interior de renovación), sino solamente acciones que al exterior parecerán honestas y acordes con un ideal predefinido.
Para concluir, citaremos estas palabras del teólogo suizo, el cardenal Charles Journet, renombrado conocedor de la religión de Lutero y de Calvino:
La tendencia que creó al protestantismo es una tendencia que se encuentra en cada uno de nosotros de manera latente pero activa; es inclusive una de las razones por las cuales el protestantismo nos interesa tanto. Ya que el protestantismo es la protesta de la razón humana en contra de la revelación divina, de la autonomía del hombre en contra de la intervención de Dios, de los derechos de la naturaleza contra las exigencias de lo sobrenatural. ¿Y qué católico no siente en su corazón impulsos de desorden, soplos de anarquía que, si no tuviera cuidado ni rezara, le llevarían fatalmente hacia el protestantismo y la herejía? Y la herejía es lo contrario del cristianismo” (Charles Journet, L’Esprit du protestantisme en Suisse, p. 200).
R.P. Thierry Legrand, FSSPX
Fuente: La Porte Latine, 28 de octubre del 2016