Martes de la tercera semana de Cuaresma
La clemencia o piedad de los judíos se contentaba con olvidar hasta tres veces; Jesús aquí nos dice que debemos perdonar hasta setenta veces siete, lo cual significa siempre.
La Estación: se celebra en la Iglesia de Santa Pudenciana construida entre los años trescientos ochenta y cuatro y cuatrocientos dos y restaurada por Adriano I y más tarde por San Gregorio VII e Inocencio III. Esta Iglesia está construida en el solar de una casa del siglo II.
COLECTA
Óyenos, oh Dios omnipotente y misericordioso, y concédenos propicio la gracia de una saludable continencia. Por el Señor.
EPÍSTOLA
Lección del libro de los Reyes.
En aquellos días, una mujer clamaba al Profeta Elíseo, diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo fue temeroso del Señor: y he aquí que viene el acreedor, para llevar mis dos hijos, y hacerlos esclavos suyos. A lo cual dijo Eliseo: ¿Qué quieres que te haga? Dime, ¿qué tienes en casa? Y ella respondió: Tu sierva no tiene en casa otra cosa que un poco de aceite, para ungirme. A lo cual dijo: Vete, pide prestados a todas tus vecinas muchos vasos vacíos. Y entra, y cierra tu puerta, cuando estuviereis dentro tú y tus hijos: y echa después el aceite en todos esos vasos; y, cuando estuvieren llenos, para. Fuese, pues, la mujer, y cerró la puerta detrás de sí y de sus hijos: éstos le alargaban los vasos, y ella echaba el aceite. Y, cuando estuvieron llenos los vasos, dijo a su hijo: Tráeme todavía otro vaso. Y él respondió: No tengo. Y cesó el aceite. Fue, pues, ella, y se lo indicó al varón de Dios. Y él: Vete, le dijo, vende el aceite, y paga a tu acreedor: tú, y tus hijos, vivid de lo restante.
LAS OBRAS DE MISERICORDIA
El misterio de esta lectura es fácil de comprender. El acreedor del hombre es Satanás, a quien nuestros pecados le han dado sobre nosotros grandes derechos. El único modo de desempeñarnos es con el óleo, es decir, con la misericordia, de la que el óleo es símbolo por la suavidad: “bienaventurados los misericordiosos, porque ellos mismos alcanzarán misericordia”[1]. En estos días de salud preparemos nuestra reconciliación aliviando a nuestros hermanos, añadiendo a la limosna el ayuno y practicando las obras de misericordia. Con estos medios enterneceremos el corazón de Dios y a la vez que nos libra de nuestra deuda arrebatará a Satanás el título que pretendía conservar en desfavor nuestro. Aprovechémonos del ejemplo de esta mujer de quien nos habla hoy la Escritura; ningún hombre la veía en el momento de llenar sus tinajas del aceite misterioso; cerremos también nosotros nuestra puerta cuando hagamos el bien; y, que “nuestra mano izquierda ignore lo que hace la derecha”[2]. Consideremos también este detalle: el aceite cesa de correr cuando ya no hay más vasijas que llenar. Así también nuestra misericordia con el prójimo debe ser proporcionada con nuestros medios de acción. Dios les conoce y no quiere que hagamos menos de lo que podemos hacer. Mostrémonos generosos en este santo tiempo y hagamos, propósitos de serlo siempre. Si nos faltan los recursos materiales, seamos misericordiosos en nuestros deseos, en nuestras súplicas para con los hombres y en nuestras oraciones para con Dios.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Mateo.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si pecare contra ti tu hermano, vete y corrígele entre ti y él solo. Si te oyere, habrás ganado a tu hermano. Pero, si no te oyere, toma contigo uno o dos testigos, para que, por boca de uno o dos testigos, conste toda tu corrección. Y, si tampoco les oyere, dilo a la asamblea. Y, si tampoco oyere a la asamblea, sea para ti como un gentil y un publicano. En verdad os digo: Todo lo que atareis sobre la tierra, será atado también en el cielo: y, todo lo que desatareis sobre la tierra, será desatado también en el cielo. Os digo también que, si dos de vosotros se concertaren sobre la tierra, todo cuanto pidieren, les será otorgado por mi Padre, que está en los cielos. Porque, donde hay dos o tres, congregados en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos. Entonces, acercándose Pedro a El, dijo: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, cuando me ofendiere? ¿Hasta siete? Díjole Jesús: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.
EL PERDÓN DE LAS INJURIAS
La misericordia que el Señor quiere ver en nosotros no sólo consiste en poner la limosna corporal y espiritual en el seno del desgraciado, abarca también el perdón y olvido de las injurias. En esto precisamente es donde Dios nos espera para probar la sinceridad de nuestra conversión. “La medida que para otros usaréis, dice, se usará para vosotros”[3]. Si perdonamos de corazón a nuestros enemigos, el Padre celestial nos perdonará a nosotros generosamente. En estos días de reconciliación, procuremos ganar a nuestros hermanos; y para conseguirlo perdonémosles, aunque sea necesario hacerlo setenta veces siete. Nuestras disputas de un día en el camino de la eternidad no nos deben desanimar en la consecución del fin del viaje. Perdonemos los agravios e injurias e imitemos la conducta que Dios ha seguido con nosotros.
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
Consideremos también estas palabras del Evangelio que son el fundamento de la esperanza y que deben oírse hasta en lo más íntimo de nuestros corazones agradecidos: “todo lo que hubiereis desatado en la tierra será desatado en el cielo”. ¡Muchísimos pecadores podrán dar pruebas por experiencia de esta consoladora promesa! Confesarán sus pecados, ofrecerán a Dios su corazón contrito y humillado y en el momento en que el sacerdote les absuelva en la tierra, la mano de Dios desde el cielo les romperá los lazos que les tenían encadenados para ser precipitados a los suplicios eternos.
Por fin, no olvidemos tampoco esta otra palabra que tiene ilación con la precedente: si alguno no escucha las enseñanzas de la Iglesia, consideradle como un pagano y un publicano. ¿Quién esa Iglesia de que aquí se habla? Son los hombres a quienes ha dicho Jesucristo: Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; y quien os desprecia a mí me desprecia; los hombres por cuya boca llega la verdad, la única que puede salvar, a oídos del cristiano; hombres que son los únicos en la tierra que pueden reconciliar al pecador con Dios, cerrarle el infierno y abrirle el cielo. ¿Después de conocer todo esto acaso debemos extrañarnos que el Salvador, que los ha querido por intermediarios entre él y los hombres amenace mirar como un pagano, como un hombre sin bautismo a quien no reconozca su autoridad? Fuera de su doctrina, no hay revelada ninguna otra verdad, fuera de los sacramentos que ellos administran, no hay otra salvación, viviendo apartado de las leyes espirituales que ellos imponen, no hay esperanza en Jesucristo.
ORACIÓN
Humillad vuestras cabezas a Dios.
Defiéndenos, Señor, con tu protección: y guárdanos siempre de toda iniquidad. Por el Señor.
Fuente: GUERANGER, Dom Prospero (1954). El Año Litúrgico. Burgos, España. Editorial Aldecoa.
[1] Mat., V, 7.
[2] Mat., VI, 3.
[3] Luc., VI, 38.