23° domingo después de Pentecostés - textos litúrgicos

Fuente: Distrito de México

El Apóstol San Pablo nos anticipa cuál es el destino de los enemigos de la cruz de Cristo: la muerte eterna. Ahora bien, la morada de los cristianos es el cielo, donde irán todos aquellos cuyos nombres están inscritos en el libro de la vida.

MISA

El Abad Ruperto nos acaba de explicar el Introito. Está tomado de Jeremías[7] como la antigua Epístola de este Domingo.

INTROITO

Dice el Señor: Yo pienso pensamientos de paz y no de aflicción: me invocaréis, y yo os escucharé: y os haré volver de vuestra cautividad en todos los lugares.— Salmo: Bendijiste, Señor, tu tierra: redimiste la cautividad de Jacob. V. Gloria al Padre.

La petición del perdón se repite de continuo en la boca del pueblo cristiano, porque la fragilidad de la naturaleza hasta tal justo le arrastra continuamente en este mundo[8]. Dios conoce nuestra miseria; su perdón no tiene fin, pero a condición de la humilde confesión de nuestras faltas y de la confianza en su bondad. Tales son los sentimientos que expresa la Iglesia en la Colecta del día.

COLECTA

Suplicámoste, Señor, perdones los delitos de tus pueblos: para que, por tu benignidad, nos libremos de los lazos de los pecados, que hemos contraído por nuestra fragilidad. Por Nuestro Señor Jesucristo.

EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Filipenses (Flp., III, 17-21; IV, 1-3).

Hermanos: Sed imitadores míos, y contemplad a los que caminan conforme al modelo que tenéis de mí. Porque hay muchos, de quienes os hablé muchas veces (y ahora lo repito llorando), que caminan como enemigos de la cruz de Cristo: cuyo fin será la muerte: cuyo Dios es el vientre: y su gloria será su confusión, porque sólo aman lo terreno. En cambio, nuestra conversación está en los cielos: de donde esperamos al Salvador, a Nuestro Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro humilde cuerpo, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, por el poder que tiene de someter a sí todas las cosas. Por tanto, hermanos míos carísimos y deseadísimos, gozo mío, y corona mía: permaneced así en el Señor, carísimos. Ruego a Evodia y suplico a Síntique que sientan lo mismo en el Señor. También te ruego a ti, fiel hermano, las ayudes a ellas, pues trabajaron conmigo en el Evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.

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