3° domingo de Cuaresma - textos litúrgicos
Vemos hoy a Jesús en abierto conflicto con Satanás y sus obras, desarmándolo y expulsándolo del cuerpo de un poseso. De igual manera, durante la Cuaresma, que es un tiempo en el cual nuestra lucha contra el hombre viejo es más intensa, deberíamos "andar como hijos de la luz", pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.
LA CUARESMA TIEMPO DE REFLEXIÓN
La Santa Iglesia, que, en el primer domingo de Cuaresma nos ha propuesto la tentación de Jesucristo en el desierto para tema de nuestra meditación, con el fin de instruirnos a cerca de la naturaleza de nuestras propias tentaciones y del modo como debemos vencerlas, nos manda leer hoy un pasaje del evangelio de San Lucas, con cuya doctrina se propone completar nuestra instrucción, sobre el poder y artificios de nuestros enemigos invisibles. En el tiempo de Cuaresma el cristiano debe reparar el pasado y asegurar el porvenir; no podrá dar cuenta de lo primero, ni defender eficazmente lo segundo, si no tiene ideas claras sobre la naturaleza de los peligros en los que ha sucumbido y los que aún le amenazan. Los antiguos liturgistas han visto un rasgo de maternal sabiduría de la Iglesia, en la distinción con que propone hoy a hijos esta lectura, que centraliza las enseñanzas del día.
LA EXISTENCIA DEL DEMONIO
Ciertamente seríamos los más ciegos y desgraciados de los hombres, si, rodeados como estamos de enemigos que trabajan furiosamente por perdernos y muy superiores a nosotros en fuerza y destreza, no hubiéramos pensado a menudo en su existencia, e incluso habérnoslo jamás imaginado. Sin embargo numerosos cristianos de nuestros días viven en este estado. “¡Cómo han disminuido las verdades entre los hijos de los hombres!”[1]. Este estado de indiferencia y olvido de un punto que las Sagradas Escrituras nos recuerdan en cada una de sus páginas es tan general que no es raro encontrar personas, para quienes la acción continua del demonio a nuestro rededor no es otra cosa sino una creencia gótica y popular que no tiene que ver nada con los dogmas de la religión. Todo lo que se cuenta en la historia de la Iglesia y vida de los Santos, para ellos es como si no existiera. Para ellos Satanás es una pura abstracción, en la que se ha personificado el mal.
¿Se trata de explicar el pecado en ellos o en los demás? Os hablan de la inclinación que tenemos al mal, del mal uso de nuestra libertad; y no quieren ver que la doctrina de la Iglesia nos revela que en nuestras prevaricaciones interviene un agente malvado, cuyo poder es igual al odio que nos tiene. No obstante eso saben que Satanás condujo a nuestros primeros padres al mal. Creen tuvo la osadía de tentar al Hijo de Dios encarnado, que le llevó por los aires hasta el pináculo del templo y desde allí a una encumbrada montaña. Leen también el Evangelio y creen que uno de los infelices posesos que libró el Señor estaba asediado por una legión entera de espíritus infernales como se vio al cumplir el permiso obtenido de posesionarse de una piara de puercos y la precipitaron al lago de Genesareth. Estos y otros mil hechos constituyen el objeto de su fe; y con todo lo que oyen decir a cerca de su existencia, de sus artificios, su destreza en reducir las almas les parece cuento. ¿Son cristianos o han perdido el juicio? No es fácil responder, sobre todo porque se les ve entregarse hoy día a consultas sacrílegas del demonio, con la ayuda de los medios tomados de los siglos del paganismo, sin recapacitar, ni mucho menos saber que cometen un crimen que Dios, en la antigua ley, castigaba con la muerte y que la legislación de todos los pueblos cristianos durante muchos siglos castigó también con pena de muerte.