3° domingo después de Pentecostés - textos litúrgicos
"La liturgia celebra hoy la misericordia de Dios para con nosotros, pobres pecadores. Jesucristo no vino a llamarnos porque somos justos, sino por ser pecadores, y el Espíritu Santo vino a establecer el Reino de Dios en nuestros pobres corazones."
La Misa de este día es la del tercer Domingo después de Pentecostés que se halla íntimamente relacionada con las fiestas que hemos celebrado. Los últimos decretos romanos la han asignado al Domingo Infraoctava del Sagrado Corazón; como segunda colecta se dice la de la fiesta.
Será fácil demostrar la adaptación fiel y natural de los textos de esta Misa del III Domingo después de Pentecostés a la Octava de la fiesta, del Corazón sacratísimo de Jesús, de suerte que parecen estar compuestos para ella.
MISA
El alma fiel ha visto el desarrollo sucesivo de los Misterios del Salvador en la Liturgia. El Espíritu Santo ha descendido para sostenerla en esta otra etapa de la carrera, donde sólo se desarrollará la fecunda simplicidad de la vida cristiana. La instruye y la forma en las prescripciones del Maestro divino que ascendió a los cielos. Y lo primero la enseña a orar, porque la oración, decía el Señor, es obra de todos los días y de todos los instantes[1], y con todo eso, no sabemos qué es lo que hemos de pedir, ni cómo debemos hacerlo. Pero lo sabe quien nos ayuda en nuestra indigencia, y el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos inenarrables[2].
En el Introito y en toda la Misa del Domingo infraoctava del Sagrado Corazón, se respira, pues, este aroma de oración, apoyada sobre el humilde arrepentimiento de las faltas pasadas, y de confianza en la misericordia infinita.
INTROITO
Mírame, y ten piedad de mí, Señor: porque estoy solo, y soy pobre: mira mi humillación, y mi trabajo: y perdona todos mis pecados, oh Dios mío. — Salmo: A ti, Señor, elevo mi alma: en ti confío, Dios mío, no quede yo avergonzado. V. Gloria al Padre.
COLECTA
Oh Dios, protector de los que esperan en ti, sin el cual nada hay válido, nada santo: multiplica sobre, nosotros tu misericordia; para que, siendo tú el Guía, el Caudillo, pasemos de tal modo por las cosas temporales, que no perdamos las eternas. Por nuestro Señor.