4° domingo de Adviento - textos litúrgicos

Fuente: Distrito de México

El Profeta ha despertado nuestra sed, hablándonos de la nitidez y frescura de los manantiales que brotarán a la venida del Mesías; pidamos, con la Santa Iglesia, el rocío que será refrigerio de nuestro corazón y la lluvia que lo hará fértil.

(Este domingo se suprime cuando cae en fecha 24 de Diciembre, celebrándose en este caso la Vigilia de Navidad).

MISA

INTROITO

Rociad, cielos de arriba; nubes, lloved al Justo; ábrase la tierra y germine al Salvador. Salmo. Los cielos cuentan la gloria de Dios; y el firmamento pregona las obras de sus manos. — V. Gloria.

En la Colecta, la Iglesia pide con insistencia ser libertada cuanto antes; teme que sean sus pecados la causa de la tardanza del Esposo; se ampara en su bondad para poder evitar este obstáculo.

ORACIÓN

Oremos. Excita, Señor, tu potencia y ven, te lo suplicamos; y socórrenos con tu poderosa virtud; para que, con el auxilio de tu gracia, acelere tu indulgente misericordia lo que retardan nuestros pecados. Tú, que vives y reinas. EPISTOLA

Epístola del Apóstol S. Pablo a los Corintios. (I Cor., IV, 1-5.)

Hermanos: Téngannos los hombres por Ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios. Por lo demás, lo que en los dispensadores se busca es que cada uno sea fiel. A mí no me importa nada el ser juzgado de vosotros o con juicio humano: ni siquiera yo mismo me juzgo. Porque, aunque la conciencia no me remuerde de nada, no por eso estoy justificado: el único que me Juzga es el Señor. Así pues: no juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual iluminará lo oculto de las tinieblas y manifestará los intentos de los corazones: y entonces cada cual recibirá de Dios la alabanza.

En esta Epístola, la Iglesia pone ante la vista de los pueblos, la dignidad del sacerdocio cristiano, con ocasión de las Ordenes que se han conferido la Víspera, recordando al mismo tiempo a los Ministros sagrados la obligación que han contraído de permanecer fieles al cargo que les ha sido impuesto. Por lo demás, no es cosa de las ovejas el juzgar al pastor: todos, sacerdotes y fieles deben vivir en espera del día del Advenimiento del Salvador, de aquel último Advenimiento cuyo terror será tan grande cuando fué atractiva la dulzura del primero y del segundo para el que preparamos nuestras almas. Después de haber hecho oír al auditorio estas severas palabras, la Iglesia vuelve a tomar el hilo de sus esperanzas, cantando todavía la próxima llegada del Esposo.

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