8° domingo después de Pentecostés - reflexión espiritual

Fuente: Distrito de México

Reflexión espiritual sobre los textos litúrgicos del 8° domingo después de Pentecostés.

"Si viviereis según la carne, moriréis" (Rom. 8, 13)

Vivir según la carne, propiamente hablando, es vivir según el espíritu del mundo, seguir sus máximas, ser partidarios de todos sus caprichos, obedecer a todas sus extravagantes leyes. Vivir según la carne, es ser uno esclavo de sus pasiones, prestarse, abandonarse aun a las inclinaciones de la concupiscencia, dar toda libertad a sus sentidos. Vivir según la carne, es seguir los deseos de la carne. La vida de la carne es la vida del pecado, y esta vida es la muerte espiritual del alma. Vivir según la carne, es emplearse uno en las obras de ella, y las obras de la carne son el pecado.

¡Cuántos, Buen Dios, viven hoy según la carne! Acaso no reinó nunca más despóticamente el espíritu del mundo. Sus leyes prevalecen sobre las de la Religión, y sus máximas sobre las del Evangelio. Apenas la razón se ha desenvuelto en un niño, cuando el espíritu del mundo se apodera de él, casi no se le dan otras lecciones, al lado de sus padres no encuentra acaso sino una perniciosa escuela de ambición, de lujo y de vanidad: sus discursos enteramente mundanos, sus ejemplos muchas veces pésimos, son los modelos que se le presentan.

Y después de esto ¿extrañaremos que sea tan universal la corrupción de las costumbres y que se extinga el espíritu de la Religión?

"Mi espíritu no permanecerá en el hombre", decía Dios antes del diluvio, al tiempo que su indignación justamente irritada iba a estallar de la manera más terrible sobre todo el universo: mi espíritu no permanecerá más en el hombre porque el hombre no es más que carne, ni vive sino conforme a la carne. ¿Tiene el día de hoy menos motivo el Señor para hacernos esta terrible amenaza? ¿Y en qué siglo con más razón que en éste ha podido Dios decir que la malicia de los hombres era tan grande sobre la Tierra y que todos los pensamientos de su corazón se orientan ahora al mal? ¿En qué siglo ha podido decirse con más verdad que toda carne había corrompido sus caminos sobre la tierra?, esto es… ¿que el espíritu de la carne esparcido en casi todos los hombres ha inundado la tierra con todo género de pecados? ¿Qué edad, qué condición, qué estado hay en que no dominen el amor, los placeres, la codicia, la ambición, el lujo y el desorden?

Casi en todas partes, no reina más que el espíritu del mundo; por doquiera triunfa la iniquidad. Más bien nos avergonzamos en el mundo de parecer cristianos que de ser pecadores en sus reuniones. Un libertino, una mujer mundana reputan como un mérito el ser poco recatados, tener poca religión, dudar de las verdades más esenciales, no tener ni remordimientos ni escrúpulos. El vicio parece que ha franqueado todas las barreras; diríase que es un torrente que ha forzado, transbordado todos los diques de la Religión, la educación y hasta del buen sentido. La soledad, el desierto, hasta el lugar santo, este asilo sagrado de la piedad cristiana se resienten de la inundación. ¿Qué es lo que en el día sirve de antemural, de abrigo a la rectitud, la buena fe, a la modestia? Una sola familia se halló exenta de aquella universal iniquidad, así que sólo aquella familia dichosa fue la que se salvó en tiempos del diluvio. ¿No es ésta una figura bien representada de la corrupción tan general de nuestro siglo y del pequeño número de los elegidos? ¿Y lo es menos visible de la justa indignación del Señor y de los terribles azotes de su justa cólera?

Fuente: Año Cristiano de Croisset