Alejamiento del mundo - Palabras de Mons. Lefebvre

Fuente: Distrito de México

He aquí unas palabras de Monseñor Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, sobre el alejamiento del mundo.

Los demonios usan todo lo sensible y deleitable para aumentar nuestras heridas. Lo que le pasó a Eva sigue siendo actual. A la palabra del demonio, Eva vio que la fruta era “agradable y deleitosa”(Gn 3,16). Luego le dirá a Dios, aunque por desgracia tarde: “La serpiente me engañó” (Gn 3,13).

De ahí que la Iglesia, en toda su espiritualidad y sobre todo para las almas sacerdotales o consagradas a Dios, insista tanto en el alejamiento del mundo y de su espíritu, para no buscar más que las cosas eternas, a imitación de Jesús, y Jesús crucificado.

El verdadero sacerdote no necesita que le den esos avisos; su prudencia sacerdotal, y su delicada y resuelta preocupación por el bien de las almas, le hace concebir horror ante tales compromisos con el espíritu del mundo. Las almas que desean encontrar un hombre de Dios no se engañan, y acuden instintivamente al sacerdote cuya sola presencia eleva y santifica. Tal sacerdote no será ni tímido ni retraído, pero su sentido sacerdotal le dará esa preciosa cortesía, toda ella hecha de respeto a las personas y a las almas, y de una franca sencillez. Su sentido de lo divino le hará darse cuenta, sin vacilar, de las visitas inconvenientes o sencillamente inútiles.

¡Ah!, si realzáramos realmente nuestro sacerdocio en nuestras mentes y corazones -ese sacerdocio tan grande y tan noble que nunca haremos todo lo que se merece para vivirlo plenamente-, encontraríamos en tal meditación la voluntad de ser servidores humildes, obedientes, caritativos y celosos con el prójimo, de tal modo que no querríamos nunca serle desagradables y, con más razón, y por nada del mundo, serle motivo de escándalo. Reavivemos nuestro espíritu de fe mediante nuestra oración, y Jesucristo, que vive en nosotros, nos dará el valor necesario para olvidaros de nosotros mismos y de ser dóciles en los instrumentos en sus manos divinas.

+ Monseñor Marcel Lefebvre

Fuente: La Santidad Sacerdotal