Annibale Bugnini: el sepulturero de la Misa católica

En el año 1947 tuvo lugar en Francia una reunión sobre la liturgia, a la cual pidió ser invitado un sacerdote italiano, el P. Bugnini, quien hizo más daño a la Iglesia católica que Lutero y la revolución sangrienta masónica. En este artículo, escrito por el Padre Michel Boniface, veremos cómo se llevó a cabo la desastrosa revolución litúrgica.
En el año 1947 tuvo lugar en Francia una reunión sobre la liturgia. El P. Duployé, miembro de esta junta escribe: “Unos días antes de dicha reunión, yo había recibido la visita de un sacerdote italiano, el P. Bugnini, que me había pedido ser invitado. El padre escuchó muy atentamente sin decir una palabra, durante cuatro días. Cuando volvíamos a París, me dijo: ‘Admiro lo que ustedes hacen, pero el mayor servicio que les puedo prestar es no decir nunca en Roma una palabra de todo lo que acabo de escuchar’”[1]. Si hubiera hablado, el Papa Pío XII hubiera intervenido e impedido la desastrosa revolución litúrgica que preparaban los modernistas. El P. Bugnini actuó como un infiltrado en la Iglesia sin ninguna lealtad al Papa y a la Iglesia.
¿Quién es el Padre Bugnini?
El hábil Bugnini fue secretario de la comisión preparatoria litúrgica del Concilio Vaticano II (1959-1962), es decir, él y sus compañeros prepararon el texto que fue discutido y aprobado en el Concilio Vaticano II acerca de la Liturgia. En este texto se utiliza el lenguaje con tanta habilidad que los obispos de buena fe se dejaron engañar, porque al mismo tiempo que les daban garantías de seguir la Tradición y no suprimir el latín, abrían el camino al desastre que conocemos. Este texto contiene bombas de tiempo. Después del Concilio sus autores sacaron las conclusiones extremas escondidas en los textos ambiguos.
El filósofo y teólogo italiano Romano Amerio escribe: “La reforma litúrgica contradice los textos de la gran asamblea, y se caracteriza por el carácter anfibológico [de doble sentido] de sus prescripciones, sobre los cuales se ejercitan tanto la sutileza bicéfala de los redactores como la hermenéutica [interpretación] posterior”[1].
El cardenal Ciconiani fue presionado
El P. Bugnini dice que el Cardenal Gaetano Ciconiani “dudó y quiso volver a leer” el texto definitivo del esquema sobre la Liturgia que iba a ser presentado al Concilio. Pasó una semana sin aprobarlo. Finalmente, el 1 de febrero de 1962, lo firmó. El P. Bugnini reconoce que “Si el cardenal Ciconiani no hubiera firmado la Constitución, humanamente hablando hubiese sido un desastre. Todo hubiera sido puesto en duda”[2]. El P. Wiltgen dice que los poderosos elementos conservadores de la Sagrada Congregación de los Ritos insistían en que Ciconiani rehusase su firma al documento ambiguo y por lo tanto peligrosísimo. El cardenal estaba consciente de esto. Entonces “el Papa Juan llamó a su Secretario de Estado [el hermano de Ciconiani] y le dijo que visitase a su hermano y no volviese hasta que el esquema estuviese debidamente firmado. El 1 de febrero de 1962 acudió a la oficina de su hermano, se reunión con el arzobispo Felici y con el P. Bugnini en un pasillo próximo, e informó a su hermano de los deseos del Papa Juan. Posteriormente un perito de la comisión Preparatoria de la Liturgia afirmó que al anciano cardenal casi se le saltaban las lágrimas cuando blandió el documento en el aire y dijo: ‘quieren que firme esto, pero yo no sé si quiero hacerlo’ luego apoyó el documento sobre su mesa, tomó una pluma, y le puso su firma. Cuatro días después falleció”[3]. El cardenal Ciconiani no quería firmar porque veía el peligro de ciertos pasajes ambiguos del esquema, dice Michael Davies[4].