¡Bautismos No. 1000 y 1001 en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe!
Gracias a Dios, el pasado sábado 3 de septiembre de 2022, conferimos 2 bautismos en nuestra capilla, en la fiesta de San Pío X: José Francisco y Juan Manuel Morales... ¡Son los bautismos No. 1000 y 1001 de nuestro registro parroquial!
Monseñor Lefebvre decía: Sólo podemos convertirnos en hijos de Dios por medio del bautismo. Una consideración hermosísima que hace también el Catecismo del concilio de Trento refiriéndose a los sacramentos es que los sacramentos representan tres cosas: una pasada, una presente y una futura. La realidad pasada es la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo (Suma Teológica,III,q.62,a.5).
Hay un vínculo íntimo, profundo y esencial entre cada sacramento y la Pasión de Nuestro Señor. Hay también un elemento presente, que es la dispensación de la gracia mediante el signo sensible. Y hay, por último, un vínculo con el futuro, porque todos estos signos se refieren a la bienaventuranza eterna.
Para esto han sido hechos, pues conducen a la bienaventuranza eterna. ¡Qué maravillosa realidad! Monseñor decía también: Hoy en día, hay en la Iglesia una enseñanza llena de errores, cuando no de herejías, sobre los sacramentos y especialmente el bautismo. Es muy importante recordar la doctrina de la Iglesia sobre este punto. El nuevo rito del bautismo ha sufrido la influencia de estos errores, sobre todo en lo referente a los efectos del bautismo. La verdadera doctrina del bautismo corresponde perfectamente al espíritu misionero que Nuestro Señor transmitió a sus Apóstoles (Itinerario espiritual, Edic. Voz en el desierto, México 2005, págs. 71).
El bautismo es un lavamiento espiritual. Tiene como efecto purificar con la gracia al alma de la mancha del pecado original y de los pecados personales. Al propio tiempo, remite también la pena debida por los pecados cometidos. Es además el sacramento que nos da acceso a la Iglesia visible de Jesucristo. La pertenencia del cristiano a Cristo queda grabada en su alma por medio del carácter bautismal.
Jesús quiso que el Espíritu Santo bajara sobre Él el día de su bautismo para manifestar que estaba lleno del Espíritu Santo y que era fuente de Aquél, pero quiso también humillarse hasta la muerte en la Cruz. De este modo, al recibir los sacramentos, nos tenemos que humillar, pero al mismo tiempo pensar que esta humillación que se nos pide nos colma del Espíritu de Dios y nos lo da (4 abril 1985).
Experiencias insólitas en nuestros días, en la Iglesia se habla mucho de pentecostalismo y carismatismo. Muchos católicos tratan de recibir la gracia del Espíritu Santo a través de un medio nuevo, de un medio que, en definitiva, nos viene del protestantismo; pues el pentecostalismo nació protestante y se ha difundido en la Iglesia... Estamos viendo que estas manifestaciones se están difundiendo cada vez más con la aprobación de las autoridades eclesiásticas... Tales manifestaciones, que tienen realmente algo raro, se realizan antes de la recepción del sacramento de la eucaristía, y podemos realmente preguntarnos si están inspiradas por el verdadero Espíritu de Dios o por otro espíritu.
¿Qué hemos de pensar? ¿Hemos de creer realmente que se trata de un camino nuevo descubierto con ocasión del concilio Vaticano II, e incluso pocos años antes, para recibir el Espíritu Santo? (Homilía, Écône, 26 mayo 1985.)
Consiguientemente, nuestra adhesión al Espíritu ha de expresarse más bien mediante una manifestación espiritual que por medio de señales sensibles exteriores. El propio Jesucristo nuestro Señor anuncia a los Apóstoles que les enviará el Espíritu «que recibirá de lo mío» (Jn 16, 14), Espíritu de verdad y Espíritu de caridad: «Yo os lo enviaré» (Jn 16, 7). Por lo tanto, el Espíritu Santo viene de Nuestro Señor Jesucristo y del Padre.
Es lo que decimos en el Credo: Credo in Spiritum Sanctum, qui ex Patre, Filioque procedit: creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo. En esto consiste la fe católica. Creemos que el Espíritu Santo viene del Padre y del Hijo, y que Nuestro Señor Jesucristo vino a la tierra precisamente para enviarnos su Espíritu, o sea, para comunicarnos su vida espiritual y su vida divina. (La VIDA ESPIRITUAL III PARTE – LIBRO III cap. 1; pag. 338-340).
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