Carta de Monseñor de Castro Mayer al Papa Pablo VI – 12 de septiembre de 1969
Monseñor Marcel Lefebvre (1905-1991) y Monseñor Antonio de Castro Mayer (1904-1991): la misma lucha por la Iglesia
Cinco meses después de la promulgación de la Nueva Misa, por el decreto del 6 de abril de 1969 (día de Pascua), un obispo brasileño le escribió una carta al Papa Pablo VI donde le decía que esta última era inadmisible en su diócesis.
En la primavera de 1969, el Papa Pablo VI decretó la institución de una Nueva Misa. No solo fue un escándalo por su acercamiento a la concepción protestante de la cena, sino también un intento de aplastar el rito bimilenario de la Iglesia para efectuar su sustitución.
Cuando Monseñor de Castro Mayer, obispo de Campos (Brasil), recibió la carta de promulgación del nuevo rito, no dijo una palabra, sino que llamó un automóvil y un chófer, luego pidió que lo llevaran al seminario diocesano, al extremo norte de la diócesis, a 150 km de Campos. Después de un día de camino en angustioso silencio, entró al seminario con la carta aún en la mano y, con un aspecto pálido, tenso y consternado, se la entregó al Padre José Possidente, director del seminario. Y entonces habló por primera vez desde que había abierto y leído la carta: “No es posible, no es posible; no lo aceptaré”, y las lágrimas brotaron de sus ojos.
Una gran tristeza se apoderó del obispo y, en su alma, este dolor, un dolor sentido por todos los fieles que conocían y amaban la Misa, nunca se terminó. Este yugo no fue fácil de llevar; esta carga no era ligera. Pero eso no cambiaría su sentido del deber. Se le había encomendado una tarea y continuaría haciéndola. Debía preservar la fe en su diócesis y ahora también la Misa. Se armó con las armas de un obispo: mitra, báculo y anillo, signos de autoridad que le fueron dados en su consagración, y tomó la pluma. Cinco meses después, el Papa Pablo VI recibió en Roma la siguiente carta:
Beatísimo Padre:
Habiendo examinado atentamente el Novus Ordo Missæ que entrará en vigor el próximo día 30 de noviembre, después de mucho rezar y reflexionar juzgué mi deber, como sacerdote y como obispo, presentar a Su Santidad mi angustia de conciencia, y formular, con la piedad y confianza filiales que debo al Vicario de Jesucristo, una súplica.
El Novus Ordo Missæ, tanto por las omisiones y cambios que introduce en el Ordinario de la Misa, como por muchas de sus normas generales que indican el concepto y la naturaleza del nuevo Misal, no expresa, en sus puntos esenciales, como debería, la Teología del Santo Sacrificio Eucarístico, establecida por el Sacrosanto Concilio de Trento en su sesión XXII. Es este un hecho que la simple catequesis no consigue contrarrestar. En el apéndice adjunto las razones que, a mi juicio, justifican esta conclusión.
Los motivos de índole pastoral que, eventualmente, podrían ser alegados en favor de la nueva estructura de la Misa, en primer lugar, no pueden llegar al punto de dejar en el olvido los argumentos de índole dogmática que militan en sentido contrario; y, en segundo lugar, no parecen consistentes.
Los cambios que han precedido y preparado el Novus Ordo Missæ no han contribuido a aumentar la Fe y la piedad de los fieles. Al contrario, nos han dejado llenos de aprensión, una aprensión que aumentó por el Novus Ordo, por cuanto este favoreció la idea de que no hay nada inmutable en la Santa Iglesia, ni siquiera el Santo Sacrificio de la Misa.
Además, como señalo en las hojas adjuntas, el Novus Ordo no solo no inspira fervor, sino que extingue la Fe en las verdades centrales de la vida católica, como la Presencia Real de Jesús en la Santísima Eucaristía, la realidad del Sacrificio propiciatorio, o el sacerdocio jerárquico.
Cumplo así un imperioso deber de conciencia suplicando humilde y respetuosamente a Su Santidad que se digne, mediante un acto positivo que elimine cualquier duda, autorizarnos a continuar con la utilización del Ordo Missæ de San Pío V, cuya eficacia en la dilatación de la Santa Iglesia, y en el fervor de sacerdotes y fieles, recuerda Su Santidad con tanta unción.
Estoy seguro de que la Paternal Benevolencia de Su Santidad no dejará de disipar las perplejidades que angustian mi corazón de sacerdote y obispo.
Postrado a los pies de Su Santidad, con humilde obediencia y filial piedad, imploro Vuestra Bendición Apostólica.
Monseñor de Castro Mayer, Campos, 12 de septiembre de 1969.
Monseñor de Castro Mayer y Monseñor Lefebvre
Antonio de Castro Mayer fue un obispo brasileño, nacido el 20 de junio de 1904 en Campinas (Estado de São Paulo), y muerto el 26 de abril de 1991, en Campos (Río de Janeiro). Se le conoce principalmente por haber formado parte, como obispo de Campos, del Coetus Internationalis Patrum en el Concilio Vaticano II, por haber fundado la Unión Saint-Jean-Marie-Vianney en 1982, y por haber sido obispo co-consagrador durante las consagraciones episcopales celebradas el 30 de junio de 1988 en Ecône, por Monseñor Marcel Lefebvre.
La mayoría de los obispos brasileños que se habían unido en la defensa de la Iglesia, con el tiempo, cedieron, prefiriendo una falsa y cómoda obediencia a la defensa de la verdad católica, y provocando la destrucción de la fe en el que entonces era el país católico más grande del mundo, y que hoy se ha convertido en pastura de pentecostales, agnósticos y supersticiosos. El único apoyo y amigo fiel fue el obispo francés Monseñor Marcel Lefebvre, con quien, después de repetidos llamamientos sin respuesta al Papa Juan Pablo II para que ordenara obispos respetuosos de la Tradición, y después del escandaloso encuentro ecuménico de Asís en 1986, donde el mismo desafortunado Papa fue visto besando el Corán e introduciendo todo tipo de deidades paganas en el Templo de Dios, dado el estado de necesidad de la Iglesia, ordenaron cuatro obispos en Ecône, Suiza, el 30 de junio de 1988.
Lo que una vez se presentó como la exageración de una minoría se vuelve cada vez más evidente con los años: si comparamos los efectos de la “primavera del Vaticano II” con los de la Tradición, el contraste es muy marcado. El Papa Benedicto XVI también levantó en 2009 todas las excomuniones injustas vinculadas a las ordenaciones episcopales en Ecône, sin que los obispos involucrados hayan tenido que expresar la menor retractación o reconocimiento de haber actuado de manera errónea.
Hoy, gracias a las consagraciones episcopales de 1988 realizadas con heroísmo por Monseñor Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer, la Tradición tiene obispos para poder continuar con el mandato de Nuestro Señor a sus apóstoles en la tarde del Jueves Santo: "Haced esto en memoria mía". (Lucas 22:19).
Fuente: laportelatine.org