Comentario sobre la ortodoxia oriental

Fuente: Distrito de México

Una respuesta a la pregunta formulada por una importante agencia católica de noticias: ¿Cuáles son las discrepancias entre católicos y ortodoxos?

El 30 de junio, Catholic News Agency publicó un artículo de Carl Bunderson que trataba sobre las diferencias doctrinales y teológicas que continúan dividiendo a los católicos y ortodoxos orientales. Dicho artículo, que llega poco después del “Santo y Gran Concilio” celebrado por los ortodoxos en Creta del 19 al 26 de junio del 2016, se enfoca principalmente en las objeciones ortodoxas hacia la primacía del Papa. He aquí un extracto:

 

La principal división teológica-eclesiológica que existe entre la ortodoxia oriental y el catolicismo es el papel del Obispo de Roma. En el Occidente, la unidad de la Iglesia se expresa mediante la comunión con el Obispo de Roma, como el sucesor de San Pedro. El principio petrino fue, principalmente entre los apóstoles, una piedra angular en el occidente, mientras que el oriente consideraba a San Pedro y a sus sucesores como 'el primero entre iguales.'

El primado papal fue definido por la Iglesia Católica en el Primer Concilio Vaticano I, celebrado en 1870. Ese concilio, considerado ecuménico por los católicos, enseñó que el Obispo de Roma tiene jurisdicción inmediata y directa sobre toda la Iglesia, y que cuando habla ex cathedra posee completa infalibilidad.

Los ortodoxos orientales, en cambio, siguen un modelo conciliar de la Iglesia. Para ellos, la unidad radica en la fe común y la comunión en los sacramentos, más que en una autoridad centralizada. No reconocen la autoridad del Obispo de Roma sobre todos los cristianos, sino que lo consideran igual a los demás obispos, aunque con una supremacía de honor.”

Es importante no sobrevalorar la eficacia del “modelo conciliar” ortodoxo. Con respecto al anteriormente citado Concilio ortodoxo, se presentaron algunas discrepancias jurisdiccionales sumadas a los intereses nacionales, que dieron como resultado la no asistencia de varias iglesias ortodoxas locales al Concilio  (Antioquia, Bulgaria y Moscú), significando esto que menos de la mitad del mundo ortodoxo estuvo representado en la reunión. (Tan sólo el Patriarca de Moscú es responsable del cuidado de casi dos tercios de todos los cristianos ortodoxos.) Por otra parte, el patriarcado de Moscú ha tenido enfrentamientos públicos con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla (Estambul) durante años, llevando a algunos a preguntarse si se avecina un cisma entre ambas partes. Al mismo tiempo, numerosas iglesias ortodoxas locales más pequeñas se encuentran oficialmente fuera de comunión entre sí, incluyendo a los patriarcados de Antioquía y Jerusalén. Al no tener una doctrina claramente definida y aceptada de la primacía, los ortodoxos luchan constantemente por encontrar un modo de resolver las disputas inter-eclesiales, o incluso por celebrar asambleas oficiales.

Además de la Primacía Papal, Bunderson realiza una rápida revisión de otros temas polémicos, incluyendo el purgatorio, la Inmaculada Concepción, el origen del Pecado Original y la inclusión hecha por la Iglesia Católica Latina del filioque (“… y del Hijo”) en el Credo Niceno-Constantinopolitano. (Los católicos griegos, es decir, los católicos orientales que siguen el Rito Bizantino, nunca han estado obligados a incluir el filioque en sus respectivas recensiones del Credo.) La importancia que tienen estas cuestiones en la separación de los católicos y ortodoxos es objeto de debate. Varios expertos en catolicismo, incluyendo a los Padres Aidan Nichols, O.P. y Christiaan Kappes, junto con el Profesor Adam DeVille, han ayudado a esclarecer en años recientes hasta qué grado los malentendidos y desacuerdos entre occidente y oriente pueden ser el origen del distanciamiento eclesiástico entre católicos y ortodoxos. Aunque esto no significa que no existan desacuerdos verdaderos y concretos (o malentendidos) que deben ser superados, el grado de separación teológica y doctrinal entre las dos comuniones tal vez no sea tan grande como podría pensarse.

Algo que tiene más repercusiones en el futuro de las relaciones católicas/ortodoxas es el papel de la geopolítica; pues cuando los hombres no se someten a la autoridad que les ha sido divinamente proporcionada, con frecuencia se vuelven más dependientes de los poderes terrenales, incluso en lo que se refiere a asuntos espirituales. Desde la pérdida del Imperio Bizantino en el año 1453 (o, posiblemente, antes),  los ortodoxos han estado sujetos a un modelo étnico-nacional del gobierno de la iglesia, el cual está vinculado al estado laico. Hoy en día, por ejemplo, es difícil separar la misión de la Iglesia Rusa Ortodoxa de los intereses mundiales del Estado ruso. Las incursiones rusas en Ucrania han ido de la mano con la renovada persecución ortodoxa hacia la Iglesia Católica Greco-Ucraniana (UGCC por sus siglas en inglés) ocurrida en Crimea y algunas zonas orientales del país. Luego de la reciente reunión entre el Papa Francisco y el Patriarca ortodoxo Kirill de Moscú, que tuvo lugar en la Habana, Cuba, muchos católicos ucranianos, incluyendo a su líder, el Patriarca Sviatoslav Shevchuk, expresaron su consternación al percatarse de que el Santo Padre estaba aparentemente más interesado en apaciguar a Moscú que en defender los derechos de la UGCC.

Aunque es innegable que el distanciamiento entre católicos y ortodoxos representa una gran herida para el cristianismo, es crucial que los católicos latinos y las autoridades de Roma no den prioridad a las relaciones ecuménicas con los ortodoxos por encima de la protección y prosperidad de las 23 sui iuris Iglesias Católicas Orientales que ya se encuentran en plena comunión con Roma. La gran obra para sanar el cisma requerirá mucho más que simple diálogo teológico; se necesitará mucha oración, especialmente dirigida a Nuestra Señora, que ha manifestado tanto interés por Rusia en su aparición en Fátima, para ahuyentar a los demonios de la división que han dejado fracturada a la cristiandad durante casi un milenio.