De cómo alcanzar la Santa Humildad - SMS 481
En este Seamos Católicos encontrarán un artículo sobre la humildad, así como el calendario litúrgico del 12 al 26 de junio de 2016.
Estimados Fieles: Todos deseamos ser humildes en este mundo que sufre el terrible mal de la soberbia que todo lo infecta. Pero, ¿cómo lograrlo? No es nada fácil. Haremos un intento recurriendo al Padre Alonso Rodríguez, que nos propone 7 consideraciones para alcanzarla. Estas consideraciones nos ayudarán a tener un exacto conocimiento de nosotros mismos, cosa que es indispensable para alcanzar la humildad.
La primera consideración que propone el Padre es la siguiente: que el alma considere cuán nada es. El alma ha de considerar cómo por sí sola no tiene ser, pues no se hizo ella, sino que Dios la hizo; y que si no fuese tenida y conservada de la mano de Dios, que le dio el ser, no podría ser en ninguna manera, antes se volvería al no ser. Dice San Pablo: Pues si alguien piensa que es algo, él mismo se engaña en su mente, siendo como es nada (Gl 6,3). Pues, quien no es, es cierto que no vale nada, ni tiene nada, ni puede nada, ni sabe nada, ni hace nada de bueno sin Dios. Luego, síguese estar desnuda el alma de todo bien, si de su Dios no es vestida con sus dones. Y que tener estos dones es tenerlos prestados de Dios, como se experimenta que los da y quita este Señor cuando quiere.
Ha de llegar el alma a tal grado de conocimiento de sí misma, que entienda que si Dios no obrase en ella, sería el alma como si no fuese. No puede obrar por sí sola, porque sólo Dios es el que tiene ser increado y propio y el que obra por sí solo. Así es que el alma ni tiene ser ni operaciones sin Dios, ni aún para menear un dedo o abrir el ojo para mirar.
Nuestro Señor le dijo a Santa Catalina de Siena lo siguiente: ¿Sabes tú hija mía quién eres tu y quién soy Yo? Porque si estas 2 cosas supieras, ciertamente serás bienaventurada: porque tú eres la que no eres, y Yo soy el que Soy. Si esta noticia tuvieres en tu alma, nunca el enemigo te podrá engañar, y escaparás de todos los lazos, y nunca consentirás en cosa alguna que sea contra mis mandamientos, y sin falta alcanzarás toda gracia, toda caridad, toda virtud sin dificultad.
La segunda consideración es que el alma ha de considerar delante de su Dios, para conocerse de veras, cuán mala es y ha sido contra un Señor tan bueno como es su Criador, de quien ha recibido el ser que tiene y otras mercedes sin cuento, para que por aquí saque en limpio cuán nada vale por la muchedumbre y gravedad de sus muchos y graves pecados. Esto hace al alma humilde, porque se menosprecia al contemplar su mala vida y traiciones hechas contra su Dios, respondiéndole con males y pecados a tantas y tan grandes mercedes como de su Majestad ha recibido. El alma concibe un gran dolor por sus pecados, lo cual es sumamente agradable a Dios.
La tercera consideración para que el alma se conozca será que considere cuán flaca es y cuán nada puede: lo cual ella experimente en todos sus trabajos y necesidades, reconociendo en ellos y en todas las cosas cómo el poder y todos los bienes son de Dios. El alma conoce así, que no puede hallar ni en sí ni en ninguna criatura, remedio alguno para sus males sino en sólo su Dios: por lo cual viene a desconfiar de sí y de las criaturas estando toda sujeta a su Señor, de cuya mano le vienen todos los bienes y remedios. Y esto experimenta en todos sus trabajos y particularmente en las tentaciones, no hallando en sí un cabello de fortaleza, si del cielo no le viene, conociendo muy claramente que si por la mano de su Dios no fuese sustentada y tenida, luego caería y se perdería.
Somos sólo instrumentos: es el escribano que escribe y no la pluma; es el pintor que pinta y no el pincel; porque los instrumentos jamás hacen cosa por sí solos. Así, ni más ni menos, nosotros no podemos hacer cosa buena sin Dios, ni padecer algo que le agrade, porque Él es el que es y nosotros los que no somos. Bien experimentó esta flaqueza San Pablo siendo tentado, cuando pidió a Dios por tres veces que se la quitase temiendo su flaqueza.
La cuarta consideración para que el alma se conozca y humille, será que considere cuán pobre es de bienes espirituales y que teniendo ella algo ha de conocer que no tiene nada suyo, atribuyendo a su Dios todos los bienes como a Señor de ellos, considerando todo bien como venido del soberano bien, porque todo es de Dios. De modo que sólo Dios es bueno, sólo Dios es Santo y no los hombres, si Él no se lo da y comunica.
Los humildes, entonces, creen estar lejos de la santidad, cuanto más a ella se acercan.
La quinta consideración es que el alma considere cuán nada sabe y cuán ignorante es: porque en toda obra de virtud se halla ignorante, si de su Dios no es enseñada, en quien habita y está la infinita sabiduría. Ninguna criatura puede tener cosa de sabiduría ni cosa alguna de virtud, si este Señor no se lo da: porque el alma es como la misma nada sin su Dios, y ahí se ve sumamente ignorante, y lo experimenta en sí; por lo cual humillándose mucho, tiene un gran deseo de aprender y de ser gobernada por otros, siendo muy sujeta a su Dios y a toda criatura por el mismo Dios. Y no es de extrañarse que el alma sea tan ignorante, pues que no puede tener cosa alguna de sabiduría, si Dios no se la comunica y da, como Señor que es de todo bien. La verdadera sabiduría del hombre es la humildad, y tanto deja de saber, cuanto menos se conoce a sí mismo.
La sexta consideración para alcanzar la humildad, es considerar muy de raíz y despacio quiénes somos. Cuando nuestra alma ha estado en pecado, ha estado como un perro muerto delante de Dios, hedionda y abominable. Por esto, debe andar el alma delante de su Dios con suma vergüenza, viéndose tan mala delante de un Dios tan bueno, no osando levantar los ojos de vergüenza.
Por último, la séptima consideración es esta: la consideración de los atributos y perfecciones divinas, por las cuales suele Dios dar a las almas una grande luz, al considerar el ser infinito de Dios y su nada. Por la bondad infinita de Dios, ve el alma su incomprensible maldad. Por su infinita sapiencia ve el alma su grande ignorancia. Por el infinito poder de Dios, ve el alma su grande flaqueza. Por su infinita hermosura puede llegar el alma a darse cuenta de su grande fealdad. Por su justicia ve el alma su iniquidad, viniéndose a deshacer el alma por este camino, conociendo que Dios es el que es, y ella la que no es.
Muy buenas consideraciones, queridos fieles. Meditémoslas y sacaremos gran provecho para nuestras almas.
Con mi bendición,
Padre Pablo González, Prior.
El Seamos Católicos es el boletín oficial del Priorato Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México.