¿Cómo entender más fácilmente las Epístolas de San Pablo?

Normalmente suele ser muy complicado entender las epístolas de San Pablo. Las escuchamos cada domingo, pero casi nunca las entendemos bien. Por esto mismo, los protestantes leen a San Pablo, y cometen muchos errores al interpretar sus epístolas. Pero, ¿por qué es difícil entenderlas?
Incluso los demás apóstoles afirman que es difícil entender las epístolas de San Pablo. “Como, dice San Pedro, os lo escribió nuestro amado hermano Pablo… como él habla en todas sus epístolas, en las cuales hay algunos pasajes difíciles de entender, que los ignorantes y superficiales deforman para su propia ruina”.
¿Por qué es difícil entender a San Pablo? Hay varias razones. San Pablo tiene un estilo complicado, y no es muy organizado en su manera de presentar los temas. Por otra parte, San Pablo habla de asuntos difíciles, o muy antiguos. Y, la mayoría de las veces, nos es difícil entender a alguien que vivió hace muchos siglos, en un país diferente, con otra cultura, y que, además, hablaba otro idioma.
Entonces, ¿cómo podemos entender las epístolas de San Pablo? Hay tres cosas que debemos tener en mente para facilitarnos esta tarea. Primero, tenemos que recordar la situación de la Iglesia en los tiempos de San Pablo, entre el judaísmo y los gentiles. Después, debemos recordar que San Pablo es un sacerdote, hablando en sus propias parroquias, como buen pastor. Y, por último, no podemos olvidar que para San Pablo, Cristo es el centro de todo.
La situación de la Iglesia en los tiempos de San Pablo
Si queremos entender las epístolas de San Pablo, primero tenemos que comprender la situación en que las escribió, es decir, el conflicto entre los judíos y los gentiles. La Iglesia en los primeros años tuvo muchos problemas para separarse de las costumbres de los judíos. Un gran número de cristianos eran conversos del judaísmo, y mantenían muchas costumbres de la ley de los judíos. Por otro lado, muchos de los cristianos eran gentiles y se oponían a practicar estas costumbres, pero los otros insistían en que eran necesarias. Por consiguiente, había muchos choques entre ambos lados.
Esta situación concernía a San Pablo por distintas causas. San Pablo era judío por cultura y crianza. Dice San Pablo de sí mismo, que fue “circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos, en cuanto a la Ley, fariseo, en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia, e irreprensible en cuanto a la justicia de la Ley”. San Pablo nunca olvida que es judío, y sus palabras siempre están llenas de su deseo de ayudarlos. Dice: “Siento tristeza grande y continuo dolor en mi corazón, porque desearía ser yo mismo anatema de Cristo por mis hermanos, deudos míos según la carne, los israelitas, (…) honro mi ministerio – por si acaso puedo salvar a algunos de ellos”.
Pero San Pablo también fue apóstol de los gentiles, con la misión de convertir a todas las gentes del mundo. En tanto que soy yo apóstol de los gentiles, honro mi ministerio. La misión de San Pablo fue reconciliar a ambos grupos, e indicarles exactamente cuáles eran los mandamientos que tenían que seguir y qué partes de la antigua ley ya no aplicaban.
La consecuencia de esta situación es que San Pablo habla continuamente de la ley antigua y la ley nueva, de las costumbres antiguas y las costumbres nuevas, a su gente, los judíos, y a su gente, los gentiles. Si entendemos esto, podremos comprender más fácilmente sus escritos.
La solicitud pastoral de San Pablo por sus parroquias
San Pablo es también sacerdote y obispo, y siempre está al pendiente de sus fieles. Sus epístolas están dirigidas a los cristianos de las ciudades, que son como sus parroquias –la parroquia de Corinto, o la parroquia de Roma. Por esta razón, San Pablo habla en sus epístolas de los problemas particulares de cada parroquia.
Por ejemplo, en Corinto, los cristianos tenían muchos problemas con los cismas y las facciones. Cada persona elegía su facción, y el sacerdote de Corinto, Apolo, causaba más problemas. Es por esto que San Pablo tenía que dirigirse a ellos con mucho tacto y gentileza, pero, al mismo tiempo, tenía que corregirlos. “Os ruego, hermanos, por el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que no haya escisiones entre vosotros, sino que viváis perfectamente unidos… cada uno de vosotros dice, Yo soy de Pablo, Yo de Apolo, Yo de Cefas, Yo de Cristo. ¿Acaso Cristo está dividido?”
Pero San Pablo nunca critica a Apolo directamente. “¿Qué es Apolo, y qué es Pablo? Servidores, según lo que a cada uno dio el Señor… Yo planté, Apolo regó, pero Dios dio el crecimiento. Tampoco es muy duro con los Corintios. En esto no los alabo”.
En ocasiones, San Pablo se ve también en la necesidad de castigar una parroquia rebelde. Éste es el caso con las Gálatas, que habían escuchado a los predicadores que decían que se debía conservar toda la ley de Moisés. Por ello, San Pablo utiliza palabras más fuertes. “¡Oh insensatos Gálatas!... ¿recibisteis el Espíritu por obra de la Ley, o por la palabra de la Fe? Tan insensatos sois… Pero, aun en este caso, el amor de San Pablo para los Gálatas queda claro. La gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu, hermanos”.
Si entendemos que San Pablo habla como un sacerdote lo hace con sus fieles, podemos aprender mucho sobre la Iglesia. Por ejemplo, que también las personas del tiempo de los Apóstoles tenían problemas, y a veces los mismos problemas que tenemos hoy. Y podemos aprender también mucho de la gentileza y tacto que San Pablo emplea para corregirlos.
La centralidad de Cristo en las epístolas de San Pablo
San Pablo ve todo en relación a Nuestro Señor Jesucristo. Es decir, sólo Cristo es importante para él, y cualquier otra cosa o asunto tiene importancia en la medida en que se relacione con Cristo. Podemos constatar esto en sus frases más conocidas.
Por ejemplo, la frase “en Cristo”, o la equivalente “en el Señor”, es usada por San Pablo más de 164 veces en sus epístolas. La frase “con Cristo” es todavía más común. San Pablo dice que debemos vivir con Cristo, sufrir con Cristo, ser crucificados con Cristo, sepultados con Cristo, resucitados con Cristo, glorificados con Cristo, y coherederos con Cristo. Esta idea de ser en Cristo y con Cristo es la idea central de la vida de San Pablo, y la que gobierna sus opiniones sobre cualquier cosa.
Con estas frases, San Pablo quiere significar la unión del alma con Cristo. El alma que está “en Cristo” es el alma que está en estado de gracia, el alma que vive bien. Luego, somos “en Cristo” por el hecho de ser miembros de la Iglesia. Y San Pablo entendía que los miembros de la Iglesia son miembros de Cristo desde el primer momento de su conversión. Cuando cayó de su caballo en el desierto cerca de Damasco, oyó una voz diciéndole, Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Pero Saúl estaba persiguiendo a la Iglesia.
Conclusión
Las epístolas de San Pablo siempre serán difíciles de entender. Pero podemos comprenderlas mejor si recordamos estos puntos – la situación de San Pablo entre los judíos y los gentiles, la solicitud de San Pablo por los problemas de sus parroquias, y que, para San Pablo, Cristo es el centro de todo. Debemos entender este último punto, sobre todo, para poder imitarlo.
Con mi bendición,
Padre Christopher Hone