Condenar el comunismo - Palabras de Monseñor Lefebvre
He aquí unas palabras de Monseñor Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, sobre el comunismo, doctrina perversa que se expande por el mundo bajo diversas formas. Bajo la oculta capa de defensa de los débiles y apariencia de ideas generosas de igualdad y de libertad, vemos en el comunismo el odio a Dios, la esclavitud del hombre, y la ausencia de toda piedad y caridad.
Después de haber dejado que pasaran muchos años y de haber esperado ampliamente a que los hechos confirmasen las palabras, el Santo Padre, a pesar de la tristeza que experimentaba por verse incomprendido por algunos de sus hijos, condena el comunismo como una doctrina que debemos considerar detestable por ser contraria a todo lo divino.
Nosotros, queridos hermanos, estando siempre atentos a la palabra del Sucesor de Pedro, de quien dijo Nuestro Señor “apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”, os hemos comunicado fielmente el decreto del Santo Oficio que indica la condena del comunismo y sanciona las penas previstas por la legislación de la Iglesia contra los que no se sometan.
Preocupados por mantenernos en la verdadera fe y alertaros contra todo lo que pueda alejaros de vuestra adhesión a Cristo y a la Iglesia, y contra todo lo que pueda llevaros fuera del camino que conduce a la vida eterna, conscientes de nuestra grave responsabilidad, nos ha parecido que debíamos advertiros de nuevo, con reiteradas instancias, sobre el peligro que corre para vuestra fe la difusión del comunismo en África. Aquí la táctica es la misma que en Europa. Los partidarios del comunismo proclaman que no quieren atacar la religión, pero ya sabemos lo que valen esas afirmaciones. Por razones de propaganda -como dijo explícitamente Lenin- los jefes comunistas proclaman que no son adversarios de la religión, pero los hechos son innegables: en todas partes donde se ha implantado el comunismo, se ha privado de sus derechos a la religión y luego se la ha perseguido violentamente. “Guardaos de los falsos profetas, -dice Nuestro Señor-; vienen a vosotros disfrazados de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces¨.
Desde hace algunos años, con un éxito más o menos grande el comunismo se ha implantado en África traído por elementos extranjeros. Gracias a la prensa y a una ayuda insidiosa ofrecida a ciertos movimientos o grupos, propaga su doctrina y sus métodos nefastos; y gracias a una ayuda financiera y material -que puede ser de buena fe- a ciertas personalidades, adquiere una influencia que su prensa -llena de mentiras y promesas engañosas- hace digna de crédito ante muchos africanos poco sagaces.
¿Acaso no se lee en tal diario de África Occidental Francesa: “Nuestros maestros son Marx, Engels, Lenin, Stalin”? Esa prensa no puede ser la vuestra, ni esos maestros los vuestros.
Algunas consignas dadas a tal o cual sección en su territorio demuestran claramente cuáles son las disposiciones de los que las han dado: “No se podrá pasar en silencio la acción de los sacerdotes y de los marabúes en ese ámbito. Al ser portadores del mensaje de Cristo o de Mahoma, son los cómplices más peligrosos de los grandes consorcios y de la Administración en los países colonizados. Vuestro primer objetivo será destruir esa monstruosa mentira religiosa”. “Habrá que combatir en la opinión todas las ideas religiosas falsas en general, tanto en las masas cristianas como en las islámicas”. Un católico no puede seguir a tales líderes.
Lejos de nosotros condenar todos los esfuerzos realizados en vistas a aplicar una mayor justicia, progresar el medio social, y a una evolución intelectual y moral más perfecta. Los esfuerzos serán más fructuosos cuanto más correspondan a las leyes naturales de todo progreso humano, regido por las cuatro virtudes fundamentales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La violencia, la injusticia, la precipitación y la falta de templanza son contrarias a toda civilización. Lejos de nosotros desacreditar a los grupos que, basados en estos principios, pongan en común sus esfuerzos para un resultado más satisfactorio. Sería una imprudencia desastrosa unir esos esfuerzos laudables con agrupaciones políticas metropolitanas cuya doctrina se opone totalmente a la verdadera evolución, que no puede existir sin el amor a Dios y al prójimo.
Por lo tanto, es deber de nuestro cargo advertiros nuevamente.
Queridos fieles, esperamos no tener que intervenir de una manera más grave para haceros comprender el deber urgente que tenéis de no colaborar, ni directa ni indirectamente, con el movimiento del comunismo. Si leéis frecuentemente su prensa y dais vuestro voto y aprobación al partido comunista, aunque no profesáis su doctrina, obstaculizáis el reinado de Nuestro Señor Jesucristo, única fuente de todo bien, de toda gracia y don que comunica a los hombres sobre la tierra.
Senegal 1950
Monseñor Marcel Lefebvre+
CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS.