Consagración del nuevo altar de la Capilla de México

Fuente: Distrito de México

El obispo prende unas velas sobre las cruces del altar

El 26 de febrero pasado tuvo lugar la consagración del altar de nuestra capilla Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México. La ceremonia fue presidida por S.E.R. Mons. Alfonso de Galarreta.

La consagración de un altar

La ceremonia de consagración de un altar no es algo que se vea a diario. Esta ceremonia está llena de simbolismos y enseñanzas para nuestra vida cristiana. Vamos a intentar explicarla un poco para poder aprovecharla de la mejor manera.

Primero que nada, ¿qué es una Consagración de altar?

Se trata de la ceremonia en la cual, mediante un rito solemnísimo, el Obispo bendice y hace digno y sagrado el lugar concreto sobre la cual se ofrecerá el Sacrificio de la Misa. Por medio de estos ritos - decía San Gregorio de Nisa, en el Siglo IV -, una piedra común pasa a ser una mesa santa, un altar inmaculado; dedicado solamente para que en él se celebre el Santo Sacrificio, y que ya no puede tocar el pueblo, sino solamente el Sacerdote y con un religioso temor.

La consagración de los altares data de los tiempos más antiguos y quizás de la época de los Apóstoles. Sabemos con certeza que en el Siglo II, el Papa San Evaristo mandó que todos los altares fueran de piedra; el Papa San Silvestre, en el Siglo IV, no hizo más que renovar esta ley.

Y ¿Por qué se consagran los altares?

El lugar digno y conveniente para el Sacrificio no puede ser una piedra o mesa cualquiera, sino que debe ser una piedra elevada por la consagración a un orden superior.

¿Cuál es la utilidad de la consagración de un altar?

Dice Santo Tomás de Aquino que no es lo mismo un altar sin consagrar que uno consagrado; no sólo por que uno no está bendito y el otro sí, sino porque gracias a la consagración, el altar obtiene una cierto poder o virtud, por el cual se hace apto para el culto, en el sentido de que ayuda a tener mayor piedad y devoción y así estar mejor preparados para recibir la gracia, principalmente durante la Santa Misa.

¿Cómo se lleva a cabo la ceremonia?

La ceremonia tiene tres partes: La lustración del altar, la deposición de las Reliquias y la Consagración.

- La lustración del altar.

Es la parte penitencial de la ceremonia. Tiene como fin purificar el altar, antes de entregarlo al servicio de Dios. Antes de bautizar a los niños, se les prepara el alma mediante los exorcismos, las oraciones y unciones; del mismo modo, el altar es preparado para su consagración con las Letanías de los Santos y la aspersión con el “agua gregoriana”.

Primero se cantan las Letanías de los Santos. Vamos a repetir tres veces la invocación a la Santísima Virgen, pues a Ella se va a dedicar el altar. Se incluye, también, el nombre de los Santos Víctor y Urbano, que son los Mártires cuyos restos van a descansar en el altar.  Luego de la mitad de las Letanías, el Obispo se va a poner de pie para bendecir tres veces el nuevo altar, pidiéndole a Dios que se digne: Bendecirlo, santificarlo y consagrarlo.

Luego de las Letanías se rocía el altar con “Agua gregoriana”. Se trata de un agua bendita especial, bendecida por el Obispo, compuesta de agua, vino, sal y ceniza. Se llama “gregoriana” por San Gregorio Magno, quien mandó consagrar los templos paganos de Inglaterra precisamente lustrándolos con agua exorcizada. Primero, el Obispo rocía en silencio toda la mesa y la base del altar; después, sube al altar y, mojando su dedo en el agua gregoriana, hace 5 cruces sobre el altar. Mientras tanto se canta el Salmo 42, que es el que se reza al principio de la Misa, y en el que expresamos nuestros deseos de subir al altar de Dios. 

- La deposición de las Reliquias.

Acabada la aspersión, el Obispo se cambia de ornamentos morados a los de color blanco. Luego se dirige hacia el altar donde esperan las Reliquias de los Santos Mártires que han de descansar en el altar. De allí los trae al presbiterio y las pone en el sepulcro que se ha excavado en la piedra del altar. Durante el traslado se cantan varias antífonas que nos hablan del lugar que merecen y ocupan los Santos junto a Nuestro Señor en el cielo.

El sepulcro será cerrado por una pequeña tapa también de la misma piedra que el altar. Esta tapa del sepulcro quedará unida al altar mediante cemento, cuya mezcla será hecha con “agua gregoriana” y bendecida por el Obispo.

- Consagración del altar.

Habiéndose ya convertido el altar en sepulcro de Mártires, el Obispo unge el altar con el Santo Crisma. Primero hace sobre la mesa del altar 5 cruces, una en el centro y cuatro en las esquinas. Después unge el frente y las uniones de las columnas con las cuatro esquinas. Durante este momento se canta el Salmo 44, que es una profecía que habla de Jesucristo y de su unión mística con la Iglesia.

Terminada la unción se inciensa el altar como en la Misa. Después se quema incienso sobre el altar. Se colocan 5 cruces de cera sobre los lugares de las unciones del altar; encima de estas velitas en forma de cruz se pone incienso. Luego de encenderse estas velitas, mientras se queman, el Obispo invoca, de rodillas, al Espíritu Santo, cantando: “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciéndelos con el fuego de tu amor”.

Acabada la antífona, el Obispo se levanta y, tras rezar una oración, comienza el canto del Prefacio de consagración del altar. Con esto termina propiamente la ceremonia de Consagración

Luego sigue la Santa Misa, que viene a ser el broche de oro de la Consagración.

Se traen las reliquias que se colocarán en el sepulcro del altar

El simbolismo de la ceremonia.

Según los Santos, esta ceremonia, en general, es imagen de lo que lo que Nuestro Señor ha hecho con la Iglesia y con cada una de nuestras almas: Él ha consagrado su Iglesia lavándola con el Bautismo, purificándola con su Sangre y santificándola con su Espíritu Santo.

- La aspersión con el “Agua gregoriana”: Esta agua es figura de Nuestro Señor, quien ha venido a purificarlo todo: el vino representa su Divinidad; el agua su Humanidad; la ceniza su Pasión y la sal (condimento que se emplea para conservar ciertos alimentos) de su resurrección. El Obispo rocía el altar porque es figura de la Iglesia; del mismo modo que el altar se extiende en cuatro esquinas, la Iglesia se extiende por los cuatro lados del mundo. Rociando el altar y haciendo una cruz con ella en cada esquina, se nos muestra que toda la Iglesia queda limpia de las manchas de los pecados al ser lavada con el agua del Bautismo y por la fe en la Pasión.

- Las Reliquias en el altar: La Iglesia manda que en el altar se pongan Reliquias de dos Mártires, es una parte esencial de la Consagración. El día anterior a la Consagración, se colocan en una urna especial y muy adornada. En la misma urna se ponen también tres granos de incienso en recuerdo de los perfumes con que se embalsamó el cuerpo de N.S.  

La costumbre de celebrar la Santa Misa sobre los restos de los Mártires es muy antigua. San Ambrosio (Santo del S. IV) nos da la razón de esta costumbre. Dice el Santo que conviene que las víctimas triunfales estén debajo del lugar donde está Cristo Víctima. Por haberse asemejado a Nuestro Señor en su muerte, merecen estar cerca de Él. Además es un recuerdo de que los Mártires pudieron sufrir tanto gracias a la fortaleza que les vino de la Sagrada Eucaristía.

- El Altar. ¿Qué simboliza el altar? Tiene muchos simbolismos. Es símbolo de la mesa donde Nuestro Señor instituyó la Sagrada Eucaristía; es símbolo de la tumba excavada en la piedra en la que se puso su Cuerpo sin vida. Es, también, como un nuevo monte Calvario donde Nuestro Señor continúa su Sacrificio.

Pero, sobre todo, el altar es figura de Jesucristo mismo, en quien y por quien únicamente podemos ofrecer a Dios sacrificios y oraciones agradables. El altar para ser consagrado debe ser de piedra, ya que Nuestro Señor mismo y su sacerdocio son la piedra viva y fundamental sobre la que se levanta la Iglesia.

El altar es ungido en 5 puntos en para mostrarnos que Jesucristo ha sido ungido por el Espíritu Santo, y de cuyas 5 llagas ha brotado para nosotros el bálsamo saludable de todas las gracias. Del mismo modo, el quemar incienso sobre el altar nos recuerda que N.S. quiso conservar sus 5 llagas en su cuerpo resucitado. También el incienso significa las oraciones de la Iglesia que suben hasta Dios.

Así pues, todo esto se hace para mostrarnos cómo el altar representa a Nuestro Señor y las gracias que nos vienen de Él, a través de su altar y Sacrificio.

A modo de conclusión.

Estimados fieles, procuremos ver en esta ceremonia la importancia de la Santa Misa. Si la Iglesia realiza todas estas largas y hermosas ceremonias para preparar el lugar del Santo Sacrificio, significa que la Misa no es cualquier cosa. Recordar y vivir esta importancia de la Misa es fundamental, más aún hoy que tantos altares son profanados por ese culto protestantizado que es la misa nueva. Que esta ceremonia nos ayude para aumentar la devoción a la Santa Misa, a la Misa verdadera, a la Misa de siempre.

De igual modo y como consecuencia de ver esta importancia de la Misa, cuidemos que lo que exteriormente el Obispo va a hacer sobre el altar, se realice también espiritualmente sobre nuestras almas. Así como el altar ha de ser purificado antes de ofrecer el Santo Sacrificio sobre él, del mismo modo nosotros cuidemos estar siempre lo más puros posibles en nuestro interior por medio de la Confesión para asistir a Misa y recibir los dones que Dios nos quiere dar en este nuestro nuevo altar, principalmente la Sagrada Eucaristía. Igualmente, esforcémonos para que en este altar, como lo dice el prefacio de consagración, nos sacrifiquemos nosotros mismos a Nuestro Señor, ofreciéndole nuestra voluntad para servirle por medio de una vida virtuosa.