Costa de Marfil: Los obispos en guerra contra la masonería

Fuente: FSSPX Actualidad

Durante su asamblea plenaria, la Conferencia Episcopal de Costa de Marfil recordó enérgicamente que es imposible para un católico ser masón.

Francia, 1969. Durante el frenesí de una sociedad post-moderna que seguía deseando creer en la radiante primavera que les había sido prometida algunos meses antes en la revolución de mayo de 1968, algunos prelados celebraron con la esperanza de que llegarían mejores días. Así, el 22 de junio de ese mismo año - que fue testigo de Woodstock, los primeros pasos en la luna y la adbicación del General De Gaulle - el Reverendo Padre Michel Riquet, S.J., famoso predicador cuaresmal de Notre Dame de París, no dudo en escribir en las columnas del importante diario Le Figaro littéraire: "Sí, es posible ser cristiano y masón."

Costa de Marfil, 2017. En un decreto episcopal, con fecha del 21 de mayo, y leído en todas las iglesias del país, los obispos condenaron la masonería claramente. Sin ambigüedades: para estos pastores preocupados por el rebaño que les ha sido confiado, es imposible ser cristiano y masón al mismo tiempo.

Esta postura unánime se produjo después de la asamblea plenaria 107 de la Conferencia Episcopal de Costa de Marfil, que fue celebrada del 16 al 21 de mayo del 2017, en Bonoua, en la diócesis de Grand Bassam. Los obispos católicos recordaron claramente que la fe católica es incompatible con las bases y prácticas de esta sociedad oculta, y de muchas otras que se encuentran actualmente bien establecidas en el país. "Las posturas de la masonería, en sus aspiraciones, sus prácticas y especialmente sus bases, son irreconciliables con las doctrinas de la Iglesia católica," declaró el obispo de Odienné, Monseñor Antoine Koné.

La declaración de los obispos se dio luego de una disputa que tuvo lugar a principios del pasado mes de febrero, cuando el arzobispo de Abiyán, el cardenal Jean-Pierre Kutwa, se negó a dar sepultura cristiana a Magloire Clotaire Koffi, un Gran Maestre francmasón, que acababa de morir.

Los obispos marfileños aprovecharon la oportunidad para recordar que la imposibilidad de reconciliar la fe cristiana con la masonería está basada en tres principios: en primer lugar, el relativismo, que es "el fundamento de esta incompatibilidad, debido a sus consecuencias sobre los contenidos de la fe, acción moral y afiliación con la Iglesia." El concepto del "Gran Arquitecto del universo", que es la idea que la masonería tiene de Dios, es para ellos un recipiente vacío en el que cada uno puede colocar lo que prefiera: "Es exactamente lo contrario a la concepción cristiana de Dios."

El segundo punto está relacionado con la divinidad de Jesús, misma que la masonería niega: "La Iglesia no puede tolerar la afirmación de que Jesús sólo fue un hombre sabio," declararon los prelados.

Y respecto al último punto, relacionado con la cuestión de la salvación sobrenatural, los obispos declararon lo siguiente: "La Masonería excluye cualquier noción de salvación," lo cual se comprende fácilmente ya que debido a su naturalismo, la masonería niega la posibilidad de lo sobrenatural.

El episcopado marfileño animó a los cristianos, que ya estén iniciados en la masonería, a abandonarla sin más demora. Según los obispos, aunque estuvieran sujetos por pactos ocultos, los cristianos que se han convertido a la masonería pueden y deben liberarse de ella: "A los fieles que ya se han convertido en miembros de la masonería. No importan las razones que los hayan llevado a tomar esa decisión, no importan los pactos ni el grado que hayan alcanzado en su obediencia, los exhortamos fervientemente a dar marcha atrás... No tengan miedo de romper con todos los vínculos que los mantienen cautivos. Si Cristo nos liberó, fue para que fuéramos libres," declararon.

Se dirigió la misma advertencia a los directores de las parroquias y a las nuevas comunidades: "Sabemos, para bien o para mal, que algunos miembros del clero y personas consagradas están relacionadas con la masonería o la defienden, sin duda creyendo que ahí encontrarán la solución a sus problemas materiales y financieros," añadieron, con indignación, y "sería una gran pena que los hombres y las mujeres de la Iglesia, quienes deberían vivir con desapego y renunciación, ¡terminaran en algo así!"

Los obispos marfileños también denunciaron las maniobras dirigidas a seducir a los sacerdotes jóvenes: "Deben hacer todo lo posible por resisitirse a las incitaciones de los miembros de movimientos ocultos y otras sociedades secretas, que atacan a nuestros futuros sacerdotes para corromperlos."

Clemente XII fue el primer papa que condenó la masonería en su bula In eminenti, una condenación que fue repetida enérgicamente por los soberanos pontífices a través del siglo XIX. En 1983, cuando el nuevo Código de Derecho Canónico excluyó la mención de la excomunión automática de todos aquellos que se adhieren a la masonería, la Congregación para la Doctrina de la Fe - que entonces era liderada por el Cardenal Joseph Ratzinger - señaló que "el juicio negativo de la Iglesia sobre la masonería permanece inalterable. Los católicos que pertenecen a ella se encuentran en estado de pecado mortal y no pueden recibir la Santa Comunión."

Finalmente, en el 2016, la Santa Sede intervino para liberar de sus funciones al ex pastor de Megève en Alta Saboya, quien no ocultaba el hecho de pertenecer a la masonería.

Casi 50 años después, las palabras del Padre Riquet, citadas al inicio de este artículo, parecen haber desaparecido para siempre en las nebulosas utopías de los grandes fracasos de la historia: ¡Tan cierto como que dos y dos no suman cinco, un católico no puede ser masón!