Cuando la revolución entró en la Iglesia
Una breve reflexión acerca de las evidentes señales que indicaban lo desastroso que sería el Concilio Vaticano II.
En 1923, el Papa Pío XI pidió a los Cardenales su opinión para ver si era oportuno hacer un concilio. El Cardenal Billot dijo al Papa: “Hay gran peligro de ver el concilio maniobrado por los peores enemigos de la Iglesia, los modernistas, que ya se preparan, como lo indican señales ciertas, para aprovechar de los Estados generales de la Iglesia para hacer la Revolución, un nuevo 1789 [es decir, hacer una revolución en la Iglesia semejante a la Revolución Francesa de 1789]. Temamos de ver introducirse en la Iglesia procedimientos de discusión y de propaganda más conformes a los usos democráticos que al de las tradiciones de la Iglesia[1]”.
Bernard Tissier de Mallerais, Marcel Lefebvre, Une Vie, Etapes, Clovis, 2002, p. 290.