Domingo después de la Ascensión - En espera de la venida del Espíritu Santo
"No os dejaré huérfanos: voy y vengo a vosotros, y vuestro corazón se regocijará." Como los apóstoles esperaron en el recogimiento la venida del Espíritu Santo, nosotros también debemos prepararnos por la oración y por la caridad para el día de Pentecostés. Recemos, tal y como la Iglesia lo pide, para que los herejes vuelvan a la unidad.
"Hoy," dice San Agustín, "veneraremos la Ascensión de Nuestro Señor en una forma adecuada, con devoción, santidad y piedad, si ascendemos con Él y mantenemos nuestros corazones en lo alto." "Que nuestros pensamientos estén ahí, donde Él está, y aquí en la tierra habrá paz." "Ascendamos con Él ahora, con nuestros corazones, y cuando llegue su día prometido, lo seguiremos también con nuestros cuerpos; sin embargo, tengamos en cuenta que el orgullo, la avaricia y la lujuria no ascenderán a Cristo. Si deseamos seguir a nuestro Sanador en su Ascensión, debemos desterrar la carga de nuestros vicios y pecados."
Este domingo es una preparación para Pentecostés. Antes de ascender al cielo, Nuestro Señor prometió, en la Última Cena, que no nos dejaría huérfanos, sino que nos enviaría al Espíritu Santo, el Paráclito (Evangelio, Aleluya). Por lo tanto, al igual que los Apóstoles reunidos en el Cenáculo, debemos prepararnos mediante la oración y la caridad (Epístola) para el día de Pentecostés, cuando Cristo, nuestro Mediador con el Padre, nos obtendrá de Él el Espíritu Santo. En Pentecostés, con las lenguas de fuego, el Espíritu Santo dará testimonio de que Jesucristo es el Hijo de Dios. Los Apóstoles serán testigos de lo que vieron y oyeron, y sellarán ese testimonio con su sangre. Convertirán las naciones, enseñando por inspiración del Espíritu Santo.
Fuente: Dom Gaspar Lefebvre, OSB, 1945.