Domingo de Pasión - textos litúrgicos
La Misa del Domingo de Pasión está llena del pensamiento de la Pasión de Jesús y de la infidelidad de los judíos, cuyo lugar en el Reino de Dios fue tomado por aquellos que fueron bautizados, es decir, por los cristianos. El Apóstol San Juan aquí nos da testimonio del odio cada vez más creciente del Sanhedrín contra el Señor. Los judíos, quienes deberían haber reconocido en Jesucristo al Hijo de Dios, desatendieron el significado de sus palabras.
“Si oís, hoy, la voz del Señor, no endurezcáis vuestros corazones.”
ENSEÑANZA DE LA LITURGIA
La Iglesia da comienzo hoy en el oficio de la noche por estas graves palabras del Rey profeta. Antiguamente, los fieles consideraban un deber el asistir a los oficios nocturnos al menos los domingos y días festivos; tenían en mucho el no perder las enseñanzas que encierra la Liturgia. Pero los siglos pasaron y la casa de Dios no era frecuentada con la asiduidad que constituía el gozo de nuestros padres. Poco a poco se fueron perdiendo las costumbres y el clero dejó de celebrar públicamente los oficios que no eran concurridos. Fuera de los cabildos y monasterios no se oye ya el conjunto tan armonioso de la alabanza divina, y las maravillas de la Liturgia sólo son conocidas de una manera incompleta.
LLANTO DEL SEÑOR
Por esta razón nos hemos movido a poner ante la consideración de nuestros lectores ciertos rasgos de algunos oficios que de otro modo quedarían para ellos como si no existiesen. ¿Qué más propio hoy para movernos que este aviso, tomado de David, que la Iglesia nos dirige y que repetirá en todos los maitines hasta el día de la Cena del Señor? Pecadores, nos dice, este día en que se deja oír la voz lastimera del Redentor, no seáis enemigos de vosotros mismos, dejando vuestros corazones endurecidos. El Hijo de Dios os da la última y la más viva muestra del amor por el cual descendió del cielo; su muerte está cercana; ya se prepara el madero en el que será inmolado el nuevo Isaac; entrad en vosotros mismos y no permitáis, que vuestro corazón conmovido, tal vez, un momento, vuelva a su dureza ordinaria. Habría en ello el mayor de los peligros. Estos aniversarios tienen la virtud de renovar a las almas cuya fidelidad coopera a la gracia que les ha sido ofrecida; mas acrecienta la insensibilidad en aquellos que los pasan sin arrepentirse. "Si, pues, oís hoy la voz del Señor no endurezcáis vuestros corazones."