Domingo de Ramos - textos litúrgicos

El Domingo de Ramos conmemora el último triunfo de Nuestro Señor Jesucristo sobre esta tierra y abre la Semana Santa. En este día, la Iglesia celebra la entrada triunfal de Nuestro Señor en Jerusalén; cuando la multitud marchando detrás de Él, cortaba palmas de los árboles y las arrojaba ante su paso, gritando: "Hosanna al Hijo de David. Bendito es El que viene en nombre del Señor". Este Domingo de Ramos el triunfo de Nuestro Señor solamente está centrado en su muerte. Pero nosotros sabemos que su muerte no es una derrota. Por medio de su Pasión y Muerte conquistó el mundo y entró en su Reino. Por eso la Iglesia nos anima a iniciar la Semana Santa con un alegre y público agradecimiento a Jesucristo, Nuestro Rey.
SALIDA DE BETANIA
Jesús, dejando en Betania a su madre María, a Marta y a María Magdalena con su hermano Lázaro, se dirige, este día, muy de mañana, hacia Jerusalén, acompañado de sus discípulos. María se estremece al ver acercarse su hijo a sus enemigos que pretenden derramar su sangre; con todo eso no va hoy Jesús a Jerusalén a buscar la muerte sino el triunfo. Es necesario que el pueblo proclame rey al Mesías antes que éste sea crucificado; que, ante las águilas romanas, en presencia de los Pontífices y Fariseos, mudos de rabia y de estupor, resuenen las voces infantiles, confundidas entre los gritos de los ciudadanos en alabanza del Hijo de David.
CUMPLIMIENTO DEL VATICINIO
El Profeta Zacarías había predicho esta ovación preparada en la eternidad para el Hijo del hombre en vísperas de su humillación. “Alégrate con grande alegría, hija de Sión. Salta de júbilo, hija de Jerusalén; mira que viene a ti tu Rey, justo y salvador, humilde, montado en un asno, en un pollino hijo de asna”[1]. Viendo Jesús que había llegado la hora de cumplirse este oráculo manda a dos de sus discípulos que vayan y le traigan una asna y un pollino que encontrarán no lejos de allí. El Salvador se encontraba en Betfagé, situado en el monte de los Olivos. Los discípulos ponen inmediatamente en ejecución el mandato de su Maestro.
DOS PUEBLOS
Los Santos Padres nos han proporcionado la clave del misterio de estos dos animales. El asna representa el pueblo judío sometido al yugo de la Ley; “el pollino en el que, según el Evangelio, no había montado nadie todavía”[2], representa a la gentilidad a quien nadie había subyugado aún. La suerte de ambos pueblos se decidirá dentro de unos días. El pueblo judío será desechado por no haber recibido al Mesías; en su lugar Dios elegirá al pueblo gentil, indómito hasta entonces, pero que se convertirá en dócil y fiel.