El contenido teológico del mensaje de Fátima
Según Sor Lucía, el mensaje de Fátima se divide en tres partes que están íntimamente relacionadas entre sí. Las dos primeras fueron ya reveladas, la tercera debe serlo aún. Vayamos, pues, por partes.
El primer secreto, o primera parte del secreto, es la famosa visión del infierno. Esta horrible visión es la que abre el secreto de Fátima. Por ella, Nuestra Señora nos recuerda lo esencial, la única cosa importante: nuestra eternidad.
Esta primera parte del secreto es de una importancia primordial. Más que el anuncio de hambres, guerras y persecuciones, Nuestra Señora quiere recordarnos ese infierno eterno que nos amenaza. En Fátima, pues, la Santísima Virgen vino a recordar a nuestro siglo apóstata, racionalista y materialista, una de las verdades mayores de nuestra fe.
«Nuestra Señora abrió de nuevo sus manos. El haz de luz proyectado pareció penetrar la tierra y nos vimos como en un océano de fuego. Dentro de ese fuego estaban sumergidos los demonios y almas en forma humana, negros y ardientes, semejantes a brasas transparentes. Sostenidas en el aire por las llamas, ardían por todas partes igual que las chispas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre grandes gritos y aullidos de odio y de desesperación, que hacían temblar de espanto. Fue seguramente ante esta visión de dolor que lancé aquel “¡Ay!” que dicen haber oído de mí. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y repugnantes de animales espantosos y raros, pero transparentes, igual que carbones encendidos. Esta visión duró sólo un instante y tuvimos que agradecer anticipadamente a nuestra cariñosa Madre del Cielo que nos hubiese prometido llevarnos al cielo; de otra suerte, creo que hubiésemos muerto de terror y de miedo. Entonces, como para pedir socorro, levantamos los ojos hacia la Santísima Virgen, que nos dijo con ternura y tristeza: “habéis visto el infierno, donde van a parar las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, Dios quiere establecer en el mundo la Devoción a mi Corazón Inmaculado”».