El Estado de Necesidad - SMS 505
En este artículo, se nos pide que reflexionemos sobre los tiempos de confusión que vivimos, recordando y entendiendo que el estado de necesidad que llevó a Monseñor Lefebvre a hacer lo que hizo no ha cesado.
Amados hermanos: Vivimos tiempos de mucha confusión. Muchos podrían pensar que las cosas han mejorado, que falta poco para una “solución” de nuestra situación en la Iglesia. Pero, para apreciar correctamente las cosas, es bueno retroceder en el tiempo y recordar por qué monseñor Lefebvre llegó a consagrar 4 obispos sin el permiso de Roma, sin el mandato apostólico.
Monseñor se vio, acorralado por decirlo de alguna manera y consideró que era su obligación asegurar la continuación del sacerdocio católico a través de estas consagraciones episcopales. Pero ¿qué circunstancias llevaron a monseñor a actuar de esa manera? Pues circunstancias muy graves, gravísimas, tan graves que justificaron este proceder aparentemente rebelde.
Me gustaría citar algunos pasajes de sus cartas con el ánimo de ilustrar esto que estamos diciendo.
El 21 de noviembre de 1974 monseñor hizo una declaración en la que mostraba su espiritú abosultamente católico:
Nos adherimos de todo corazón y con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias para el sostenimiento de esa fe; a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad.” Pienso que todo católico equilibrado debe albergar estos mismos sentimientos en su corazón y mirar con mucho dolor lo que pasa actualmente. Pero también debe un buen católico ser firme y tener muy presentes las palabras de monseñor en esa misma declaración: “En cambio nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir a la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II, y después del Concilio en todas las reformas que de él surgieron.” “Todas estas reformas, en efecto, han contribuido y siguen contribuyendo a la demolición de la Iglesia, a la ruina del Sacerdocio, a la destrucción del Sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa y a la implantación de una enseñanza naturalista teilhardiana en las universidades, seminarios y catequesis, enseñanza que proviene del liberalismo y del protestantismo tantas veces condenadas por el magisterio solemne de la Iglesia”.
¿Podemos imaginar una situación más grave que ésta amadísimos hermanos? Pues no, no hay circunstancias peores que éstas, y así entendemos mejor, por qué monseñor actuó como lo hizo. Y así también se entiende por qué muchos han dado su vida a la Iglesia y han abrazado el sacerdocio tradicional, porque la situación es verdaderamente crítica y la salvación de las almas está en grave peligro.
Pero Monseñor continúa:
Esta Reforma, por haber surgido del liberalismo y del modernismo, está enteramente envenenada; sale de la herejía y acaba en la herejía, aunque todos sus actos no sean formalmente heréticos. Es pues imposible para todo católico consciente y fiel adoptar esta reforma y someterse a ella de cualquier manera que sea”.
Fuertes palabras de monseñor, que deberíamos hacer nuestras de todo corazón amadísimos hermanos. No queremos ningún compromiso con las ideas modernas, que colocan al hombre en el centro de todo, idolatrándolo, y desplazan a Dios a un lugar absolutamente secundario en el que prácticamente no tiene ninguna influencia en la vida.
Avancemos en el tiempo y veamos qué decía monseñor con motivo de la escandalosa reunión ecuménica de Asís de 1986, la cual estaba ya cercana a su realización. El 27 de agosto de 1986 escribía a 8 cardenales: "El que está sentado en la sede de Pedro (Juan Pablo II) se mofa públicamente del primer artículo del Credo (Creo en un sólo Dios) y del primer mandamiento del Decálogo (Amar a Dios sobre todas las cosas). Es incalculable el escándalo en las almas de los católicos. La Iglesia se tambalea desde sus cimientos.” Volvemos a preguntar, ¿se puede imaginar una situación peor que ésta? ¿Ha cambiado acaso este espíritu ecuménico que todo lo invade? Recordamos las primeras palabras de Benedicto XVI al ser elegido Papa, diciendo que una prioridad en su pontificado sería la promoción del movimiento ecuménico. ¿Y el Papa Francisco? Pues no tiene ningún problema con el ecumenismo.
El 29 de agosto de 1987 monseñor escribía a los futuros obispos: “Les conferiré esta gracia (la de la consagración episcopal) confiando en que la Sede de Pedro no tardará en ser ocupada por un sucesor de Pedro perfectamente católico , en cuyas manos podrán depositar la gracia de su episcopado para que la confirme”.
¿Dónde está ese sucesor de Pedro perfectamente católico? El Papa Francisco ciertamente no lo es. Al Papa actual no le agrada la Tradición, dice que sería un paso atrás volver a ella. Si es amable con nosotros, claramente no es porque quiera ver de vuelta a la Tradición en Roma. Y esto, es un obstáculo insalvable, escuchemos a Monseñor en su carta del 2 de junio de 1988 (previa a las consagraciones) al Papa Juan Pablo II: ”Seguiremos rezando para que la Roma moderna, infestada de modernismo, vuelva a ser la Roma católica y recupere su Tradición bimilenaria. Entonces el problema de la reconciliación ya no tendrá razón de ser, y la Iglesia volverá a gozar de una nueva juventud”. Sí queridos hermanos, nuestro combate, es ayudar a que Roma vuelva a la Tradición, y el día que eso ocurra, el problema estará solucionado. Actuar de otra manera sería caer en una trampa.
Terminemos recordando las palabras de monseñor el 30 de junio de 1988, día de las consagraciones episcopales. “Desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, las autoridades de la Iglesia Romana están animadas por el espíritu del modernismo; ellas han obrado contra la Santa Tradición: “ellas no soportan más la sana doctrina; (…) ellas apartan sus oídos de la verdad para entregarse a las fábulas”, como dice San Pablo en su segunda epístola a Timoteo (IV, 3 -5). Por eso, nosotros estimamos sin valor ninguno todas las penas y censuras impuestas por estas autoridades.”
Amados hermanos, el estado de necesidad que llevó a monseñor a hacer lo que hizo no ha cesado, es más, se ha tornado aún más grave. Roma sigue infestada de modernismo y el Papa Francisco va abriendo puertas que van a demoler la moral católica. Baste recordar su intención de permitir la comunión de los divorciados que viven mal, o su famoso ¿Quién soy yo para juzgar? hablando de aquellos que han caído en vicios contra natura. ¿Cómo puede ser esto? Es el Vicario de Cristo, que justamente tiene la misión de guiar a los hombres al cielo, de confirmarlos en la fe, de mostrarles lo que está bien y lo que está mal.
Amemos entonces, profundamente a nuestra querida Fraternidad Sacerdotal San Pío X queridos hermanos, porque ha sido suscitada por Dios para salvar a la Iglesia. Recemos por ella, por sus autoridades. Recemos también por las autoridades de la Iglesia, para que vuelvan a la Tradición, única solución a esta crisis espantosa en que nos encontramos. Que nuestra Madre Santísima nos ampare y nos guíe en este difícil camino.
El Seamos Católicos es el boletín oficial del Priorato Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México.
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