El fin que Dios nos asigna y el sentido de la pureza
El ser humano está en constante búsqueda del fundamento de su existencia, del sentido de su ser y su actuar en la vida, diría V. Frankl, “el hombre como ser buscador de sentido”. Teólogos, filósofos y psicólogos, se han desgastado en diálogos y exposiciones teóricas entre “científicos” y personajes “sesudos” exponiendo la religiosidad del hombre en su vida, buscando el sentido de vida del hombre, sin una mirada trascendente de su esencia, sin apacentar la mente en una sola realidad humana, su origen divino.
La vida del hombre está enmarcada por sus potencias, esas potencias dadas por el mismo Creador; la potencia física o corpórea, la potencia afectiva emocional y la potencia espiritual. En esta última, que por el momento sólo de ella hablaremos, encontramos a través de la conciencia que corona la potencia espiritual (Romanos 2:15 “ Y con esto muestran que los preceptos de la ley están escritos en sus corazones, siendo testigo su conciencia y las sentencias con que entre sí unos y otros se acusan o se excusan.”) el claro conocimiento de nuestra creación divina, ya que, si Dios es todo amor, por tanto, somos creados con amor, por amor, para amar, esto es que, estamos absolutamente llamados a ser portavoces del amor divino sabiéndonos amados y amando de manera consciente. Esto ya da total sentido a nuestra existencia, nos lleva a buscar incesantemente la felicidad en esta vida. Pero es un gran error quedarnos solamente ahí, pues estamos llamados a ser felices en la eternidad con nuestro Creador, nuestro Padre Dios. ¿Podemos ser felices en esta vida temporal? Yo diría que sin duda si, pero jamás tendremos la plenitud absoluta y gozo total junto a nuestro Padre, Creador y Salvador, debe de ser algo inimaginable de hermoso. Al respecto, Mons. Marcel Lefebvre, nos dice; que el fin que Dios le asigna al hombre es la felicidad eterna en el seno de la Trinidad Divina, y no sólo nos expone tal fin maravilloso, sino que también nos indica cómo hemos de llegar a dicho fin, por medio del cumplimiento de la ley y del auxilio de la gracia. (1)
La Ley
Nuestras vidas no tendrían sentido ni lógica alguna sin la base cotidiana de la responsabilidad, es decir saber responder a la exigencia, la disciplina, el orden, los deberes y las obligaciones. Digamos, que sin la ley no existe sentido ni lógica en nuestro actuar. Por ello Mons. Lefebvre habla del “cumplimiento de la ley”, no dice el auxilio de la ley, habla de cumplir, y esto es hacer aquello que establece una obligación, un compromiso, un mandato, una sanción, es hacer lo que le corresponde en el momento de la responsabilidad.
Tenemos una responsabilidad clara como hijos de Dios: Amar a Dios. Y ahí tenemos los diez mandamientos que empiezan con el más importante de todos, AMARÁS A DIOS POR SOBRE TODAS LAS COSAS, y ese es el problema en la historia del hombre, a Dios no se le permite estar en la vida de sus hijos por propia voluntad de los mismos hijos. Triste ¿no creen? Y no sólo es triste ¡es absurdo! ¡pues es Dios quien nos asignó ese fin único, la FELICIDAD que no se encuentra más que con Él!
La configuración de los vínculos sociales que ayudan a la cohesión de la vida social, eso que llaman “tejido social”, está totalmente luido, es un tejido blando que ya no da soporte a la creación de nuevos vínculos que generen prosperidad. ¿Por qué? Porque la familia, hombre mujer e hijos, tal cual la creó Dios mismo, está rota y pretenden desaparecerla. Es la familia cristiana la que da ciudadanos honrados, es quien da personas educadas, en la familia es donde se aprenden los mejores modales, donde se educa la correcta obediencia, donde se fomentan las virtudes, la familia corrige a sus miembros para alejarse de vicios y el desorden, en fin, la familia orientada hacia el amor de Dios, es una familia que da ciudadanos ejemplares y felices, personas de esta calidad, formarían una sociedad sólida y próspera. Pero, ¿qué pasa en la sociedad actual?
Veamos una breve nota de la información estadística del INEGI, nótese que le llaman “matrimonio” a uniones del mismo sexo.
Durante 2020 se registraron 2,476 matrimonios entre personas del mismo sexo, de los cuales 1,085 se realizaron entre hombres y 1,391 entre mujeres”. En 2020 se registraron 335,562 matrimonios, en la temporada de Covid se registraron 92,739 divorcios en todo el país, en el 2019 160,107, como verán casi el doble de divorcios ya que no estaba la indicación de “quédate en casa”, así que podía salir libremente a divorciarse. “De forma que, para este año, la tasa se ubica en 31.7 divorcios por cada 100 matrimonios”. 10 nov 2020 Esto es, que, de 10 matrimonios 3 se divorcian y quedan 7, estos ¿serán estables y felices? No. No es así. Veamos más números: “El 25 de enero se dieron a conocer los resultados del Censo de Población y Vivienda 2020. Las primeras cifras que llamaron más la atención en materia de religión fueron las comparaciones entre 2010 y 2020: un menor porcentaje de fieles de la Iglesia católica (de 82.7 a 77.7 %), un mayor porcentaje de fieles de las Iglesias protestantes y evangélicas (de 7.5 a 11.2 %) y, sobre todo, un mayor porcentaje de personas sin religión (de 4.7 a 8.1 %, con un 2.5 adicional de personas sin adscripción religiosa)”. Nexos. Alejandro Díaz Domínguez, febrero 1, 2021.
Y nos atrevemos a preguntar ¿por qué no somos felices? ¿Por qué tanta familia rota? ¿Por qué los hijos están en todo menos en lo que deben? ¿Por qué tanta infidelidad entre los esposos? ¿Por qué tantos padres sin autoridad? ¿Por qué tantos hogares helados? ¿Acaso vemos en todo esto el fin último que Dios tiene para nosotros, que es el ser felices en Él? No, y todo esto es por el olvido de la ley, es total incumplimiento de la ley, la ley divina, no otra, ¡la divina!
Sólo necesitamos observar los 10 mandamientos, los mandatos que Dios Padre nos dio como guía para que no nos perdamos y no dejemos de ver para dónde es que debemos dirigir nuestra inteligencia y voluntad otorgadas por Dios. Pero tristemente el desorden y la flojera van ganando terreno en las familias empezando por los padres, y así es como se va olvidando el fin último para lo que fuimos creados, y con todo, queremos ser felices ¡menudo embrollo!
La Oración y la Gracia
Nos dice Mons. Lefebvre: “Ahora bien, ¿cómo realizar concretamente esta unión con Dios? Bajo la influencia de la gracia del Espíritu Santo…”. Unión, unión con Dios, ¿y cómo nos unimos a Él? “…Esta unión tiene un nombre: la oración, oratio. Cuando nos entregamos a la oración, nuestro espíritu se apacienta, la mente se sosiega, la respiración es más profunda y pausada, lleva ritmo, el cerebro baja su ciclaje y entramos con naturalidad en esa apacible y amorosa conversación con Dios. Un estado que le es propio al hombre, puesto que a este hombre lo ha diseñado nuestro Creador. ¿Quién será capaz de retirar a un niño que se acerque buscando calorcito y abrazo de un adulto? ¿Qué acaso no es lo natural en una persona normal, mimarlo y cobijarlo con sus brazos? Pues bien, si eso está en nuestras capacidades, imaginemos lo que es capaz de hacer Dios Amor, todo poder y misericordia, justicia y perdón.
Las familias ya de tiempo atrás vienen sufriendo los dolores de los golpes que la sociedad infringe sobre éstas y en especial sobre la familia católica, aquella que desea mantenerse unida a Dios. La Virgen de Fátima pidió a los niños que rezaran el rosario siempre. Pues bien, las familias que rezan todos sus miembros el santo rosario, encuentran un momento de unión con Dios, los padres con los hijos y éstos con los padres, y ya sea antes o después del rosario, un tiempo para platicar de cosas trascendentales e importantes que dan orientación en esa santa comunicación familiar en un ambiente de encuentro y unidad.
Las familias cristianas católicas, hoy en día requieren exigirse los espacios de oración. Es una exigencia porque el diseño de la vida cotidiana actual es de desperdicio, desperdicio del tiempo de entre muchas cosas más, antes y hoy también con la televisión, y de manera omnipresente en la actualidad con los dispositivos electrónicos que cada miembro de la familia tiene “injertados” en las manos. Es también una exigencia, porque ordenar a la familia hacia la oración, reclama de los padres ejercer su autoridad firme y amorosa para establecer reglas sanas que lleven a la familia a las acciones necesarias para esa unión con Dios. Es obvio que lo antes dicho no se logra solamente porque lo queremos hacer y ya. No, se requiere de la voluntad de las personas en la familia y para que esa voluntad se active es indispensable el gran auxilio de la gracia, por tanto, es absolutamente necesario pedir ese auxilio al Espíritu Santo.
Ahora, ¿cómo llegar a la gracia de Dios para que nuestra existencia en esta vida sea productiva y feliz, antes de llegar a su presencia? Las madres de familia piadosas e inteligentes, saben muy bien que es a través de María. Nuestra Madre del cielo es quien ha hallado gracia delante de Dios por ser humilde y hacerse su esclava. Es un gran problema hoy en día el espantoso y tortuoso feminismo, que lleva muy lejos a las mujeres de lo que es la humildad, la sencillez y la docilidad femenina. Esta corriente que masacra lo femenino, está totalmente infiltrado en la familia, y así, tenemos madres e hijas que no quieren ser las “chachas” de nadie, y con ello tenemos hogares abandonados.
La Santísima Virgen María, nos dice San Luis de Montfort, “es Madre de la gracia, Mater gratiae, porque Ella es la que dio el ser y la vida al Autor de toda gracia”. Y nos dice también, “Dios la ha escogido por tesorera, administradora y dispensadora de todas las gracias, de suerte que todas las gracias y dones pasan por sus manos y conforme al poder que ha recibido reparte Ella a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere, las gracias del Eterno Padre, las virtudes de Jesucristo y los dones del Espíritu Santo”. (2)
La gracia es un regalo que recibimos de manera gratuita, con la intención divina de que nos sea útil para la salvación de nuestras almas.
En la familia, comunidad de amor y cuidados amorosos, deberá existir un interés enorme por obtener la gracia de Dios que nos consigue nuestra Madre del cielo, y nos podemos acercar a ello con el rezo del rosario en familia.
Pues bien, habiendo escrito con alegría y con la esperanza de servir con esto a mi Señor, deseo con el alma que digamos SÍ como la santa Madre de Dios le dijo Sí a su Padre. Sí a dar tiempo en familia a Dios, Sí a la oración en la intimidad del alma y su creador, Sí a no formar parte de este mundo que niega la gracia, Sí a la ley de Dios, Sí a la familia cristiana, Sí a ser padres y madres de fe y, a final de cuentas, Sí a la salvación de las almas.
(1) ITINERARIO ESPIRITUAL El misterio de nuestro Señor Jesucristo. Mons. Marcel Lefebvre Editorial Voz en el Desierto. 2020.
(2) EL SECRETO DE MARÍA San Luis María Grignion de Montfort. Editorial Virgo Fidelis. https:// www.juanpablomagno.org/Secreto-de-Maria/