El informe final del Sínodo de los obispos en Roma

El Sínodo da la impresión de una Iglesia profundamente desgarrada.
El padre Matthias Gaudron, de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X fue ordenado sacerdote por Mons. Tissier de Mallerais en 1990. Dirigió por 12 años el seminario internacional del Sagrado Corazón en Zaitzkofen (Baviera). Actualmente es profesor en el Instituto Santa María en el condado de Saint-Gall (Suiza). Autor del Catecismo Católico de la Crisis en la Iglesia, analiza el informe final del sínodo de la familia en este artículo publicado en el boletín del distrito de Alemania, Mitteilungsblatt (Dic. 2015), y en su sitio de internet. Le agradecemos la amable autorización que ha hecho a DICI para publicarlo.
El sínodo de los obispos en Roma, que suscitaba tanto esperanza como miedo, se terminó el 25 de octubre de 2015. El sínodo ni propuso la administración de los sacramentos a los divorciados vueltos a casar, ni reclamó una actitud más favorable respecto a la homosexualidad, como lo hubieran deseado muchos católicos y obispos progresistas. Sin embargo, el sínodo tampoco defendió en términos claros la verdad católica. Desgraciadamente, es verdad, como lo dijo el cardenal Kurt Koch, cardenal de Curia: "no hay puertas que hayan sido cerradas". Finalmente, la cuestión de saber si no se introducirá, a pesar de todo, una nueva práctica sacramental, queda todavía abierta.
En lo que concierne a la homosexualidad, el sínodo encontró términos aún bastante claros, declarando en el n°76, que las uniones homosexuales son incompatibles con el designio de Dios sobre el matrimonio. Ahí mismo también está escrito que es absolutamente inaceptable que asociaciones internacionales hagan presión sobre los países pobres, subordinando suayuda financiera a la legislación oficial del "matrimonio" entre personas del mismo sexo.
Pero más allá, respecto al asunto de los divorciados vueltos a casar, el n°84 contiene afirmaciones que son inaceptables. ¿Efectivamente es verdad que "el Espíritu Santo vierte sobre ellos, por el bien de todos, sus dones y carismas"? Si todavía se puede aceptar en último caso esta frase, en la medida en que los "dones y carismas" no suponen necesariamente el estado de gracia, no es el caso de la siguiente frase: "No deben sentirse excomulgados. Al contrario, hace falta que ellos pueden evolucionar como miembros vivos de la Iglesia." Es verdad que los divorciados vueltos a casar –mientras no se separen de la Iglesia ni renieguen de la fe– no son excomulgados. Permanecen siendo, entonces, miembros de la Iglesia, sin embargo, no son ya miembros "vivos", sino "muertos". Un miembro vivo, en lenguaje teológico, es un católico que está en estado de gracia. Éste se pierde con cada pecado grave; como consecuencia, el pecador queda, ciertamente, ligado a Cristo y a su Iglesia, pero como un miembro muerto, en el cual la vida divina ha dejado de fluir. Los divorciados vueltos a casar viven en un estado permanente de pecado grave. Mientras no quieran ponerle fin a su vida marital contraria a la voluntad de Dios, no pueden tampoco recibir el perdón por el sacramento de la penitencia como otras personas, igualmente culpables de pecado mortal, lo reciben, por la simple razón de que la absolución no es válidamente otorgada si no hay contrición y voluntad de conversión. En este estado, no pueden "progresar" realmente, sino que, como máximo, pueden pedir para ellos mismos la gracia y la fuerza, a través de la participación a la vida de la Iglesia, de salir de su situación de pecado.
Así mismo, se encuentran ciertas ambigüedades en el n°86, donde se lee que el diálogo de los divorciados vueltos a casar con un sacerdote, en el marco del foro interno, contribuye a "la formación de un juicio correcto sobre todo aquello que impide una participación más entera en la vida de la Iglesia y sobre las etapas que se deben seguir para reforzarla posteriormente". ¿Qué significa esto? Parece que una pequeña puerta se ha dejado abierta con el fin de permitir a estos fieles –después de haber maduramente reflexionado, decidido conscientemente, etc.– acceder a los sacramentos. En sí, los divorciados vueltos a casar no poseen grandes problemas teológicos. Cuando ellos dejen su vida de pecado, pueden de inmediato confesarse de nuevo y recibir en seguida la santa comunión. Pero mientras no lo hagan, ningún sacerdote que respeta la doctrina de Cristo y su Iglesia, puede darles el permiso de comulgar. Este párrafo fue el más controversial del sínodo y no recibió la mayoría necesaria de dos tercios, a duras penas fueron 178 votos.
Además, el Papa Francisco ya abrió otro camino que podría regular estos "problemas". Al actuar por su propia autoridad y al esquivar a todas las instituciones establecidas para modificar las leyes de la Iglesia, el Papa Francisco simplificó el procedimiento para las causas de nulidad del matrimonio: es de temer seriamente que en el futuro se multipliquen un sin número de declaraciones de nulidad dudosas, y que muchos de los vueltos a casar por el civil puedan acceder al matrimonio religioso. En el ámbito de la enseñanza, el matrimonio permanece indisoluble, pero en la práctica podría surgir una especie de "divorcio católico".
El Sínodo de los obispos da la impresión de una Iglesia profundamente desgarrada. Por un lado, no se encontró una mayoría de obispos que quisiera romper abiertamente con la doctrina tradicional del Evangelio, por otro lado, no se encontró tampoco una mayoría para exponer esta doctrina, claramente y sin ambigüedades. Después de dos encuestas en el seno de la Iglesia, y dos sínodos episcopales, no se determinó otra cosa más que un texto de compromisos que reconoce a los divorciados vueltos a casar como "miembros vivos de la Iglesia", que ciertamente no les permite comulgar, pero que tampoco lo defiende con claridad. De este modo, el sínodo pudo haber terminado peor: los obispos conservadores, que habrían rechazado una ruptura abierta con la doctrina, se han tranquilizado porque la indisolubilidad del matrimonio no ha sido tocada. Los obispos progresistas, a pesar de que no obtuvieron todo lo que hubieran querido, pueden continuar su camino hacia un relajamiento de la doctrina y la disciplina.
R.P. Matthias Gaudron