El lenguaje revolucionario del papa Francisco

Fuente: Distrito de México

A lo largo de la historia de la Iglesia ha habido numerosos papas reformistas, pero al parecer Bergoglio pertenece a otra categoría, inédita hasta el momento, entre los romanos pontífices: la de los revolucionarios.

Los reformadores se proponían restituir en la doctrina y las costumbres la pureza e integridad originaria. Desde este punto de vista, se los puede definir también como tradicionalistas.

Encontramos ejemplos de ello en Pío IX y Pío X. Los revolucionarios, por el contrario, son los que quieren efectuar una fractura entre el pasado y el presente, situando en un futuro utópico el ideal al que aspiran. La ruptura del papa Francisco con el pasado es de orden lingüístico más que doctrinal, pero en la época en que imperan los medios de difusión, el lenguaje posee una capacidad transformadora superior a todas las ideas que necesariamente vehicula. No es casual que en la conferencia de prensa en que el cardenal Schönborn dio a conocer la exhortación pontificia Amoris laetitia, la definiera como «un acontecimiento lingüístico».

La elección de un estilo determinado de lenguaje, expresado mediante palabras, gestos e incluso omisiones, supone un modo de pensar y vehicula implícitamente una nueva doctrina. Ahora bien, la pretensión de efectuar una revolución lingüística negando que sea también una revolución doctrinal lleva necesariamente a la confusión. Y la confusión, la desorientación, y cierta esquizofrenia, parecen ser el sello distintivo del actual pontificado.

Entre los más recientes ejemplos de confusión tenemos la relativa al concepto de pobreza. Se confunde la pobreza evangélica con la de la ideología socialcomunista.

La primera es un estado de perfección que nace de una decisión voluntaria y personal; la segunda es una condición social impuesta obligatoriamente desde arriba. Por otra parte, si en el plano personal los eclesiásticos y los católicos en general deben vivir con espíritu de pobreza, en el sentido de no apegarse a las posesiones personales, la Iglesia como institución no debe ser pobre. Al contrario, debe disponer de todos los medios materiales necesarios para cumplir su misión. Privar a la Iglesia de dichos medios significa mortificarla y debilitar su acción en el mundo. En este sentido, el llamado a la pobreza, del papa Bergoglio, corre el riesgo de despojar a la Iglesia de su capacidad de transformar el mundo para sumirla en el proceso de secularización que está disolviendo lo que fue el Occidente cristiano.

Profesor Roberto de Mattei

Fuente: corrispondenzaromana (versión española de Adelante la fe)