El matrimonio cristiano, garantía de la dignidad de la mujer - Mons. Lefebvre
"En todas las civilizaciones antiguas y en toda la historia del paganismo, siempre se vio el desprecio de la mujer. Se la consideraba como un simple objeto sin derechos civiles. Podía ser expulsada y hasta vendida. La Iglesia establece y garantiza la libertad de la mujer."
Al proponer a la Santísima Virgen como modelo de las mujeres, la Iglesia muestra cuánta estima tiene a la mujer, porque Dios mismo la ha elegido para ser la Madre de Nuestro Señor Jesucristo.
Yo pude ver en África que en todas las tribus paganas con que tuve oportunidad de entrar en contacto, el gran problema era siempre el de la mujer. Los hombres pasan su tiempo vendiendo a sus hijas o comprando mujeres o volviéndolas a vender. A este procedimiento lo llaman "dote", pero no es cierto, porque se trata de un auténtico negocio. Las niñas recién nacidas son puestas al mercado y hay quien ofrece dinero para comprarlas. Cuando un hombre ofrece más dinero del que dio el marido, los padres de la esposa arreglan todo para que su hija deje al esposo con el que está, devuelven el "dote" al esposo que la había comprado primero y se quedan con el resto. Es un auténtico tráfico que apenas se puede imaginar.
Nosotros teníamos que pelear para mantener los matrimonios cristianos e incluso en esos casos era difícil, porque esas costumbres estaban realmente enraizadas, y como los padres no eran cristianos sino paganos, actuaban de modo pagano con sus hijas que se habían hecho cristianas y se habían casado cristianamente. Si el padre de la chica muere, pasa a ser propiedad de su hermano mayor. Siempre pertenece a alguien y nunca es libre.
En esos pueblos a veces nos veíamos obligados a ir a buscar a alguna mujer que había dejado a su esposo. Formábamos un grupo comando con algunos muchachos, con una piragua, para ir a buscarla. Lo hacíamos porque algunos catequistas nos decían: "Padre, si usted no hace nada, todas se van a ir." ¡Menuda misión me parecía a mí, ir a buscar así a las mujeres!
Lo hicimos varias veces. Cuando los padres se daban cuenta que buscábamos a su hija, la mandaban esconder en el bosque, pero siempre hubo alguien en el pueblo que nos indicara su paradero y así la encontrábamos, porque la mujer solía desear volver con su esposo. Pero delante de sus padres tenía que desear lo contrario. Se ponía a gritar para fingir que se iba sin su consentimiento. Ante el sacerdote que venía, sus padres no se atrevían a decir nada. Algunas veces tuvimos que tomar a la mujer por la fuerza, atándola y poniéndola en la piragua, y así regresar a nuestro pueblo. Apenas nos habíamos alejado de sus padres, se ponía a aplaudir y a manifestar la alegría de volver con su esposo. Pero antes protagonizaban escenas increíbles: "¡Me voy a matar!"... y se echaba al río. "¡Me voy a ahogar!"... y los muchachos la iban a sacar. Esto prueba que esas pobres mujeres no siempre eran libres de disponer de sí mismas y que eran objeto de un auténtico negocio.
Es muy difícil defender el matrimonio cristiano en esas condiciones. Si consideramos el islam y el comportamiento de algunos musulmanes, vemos el mismo desprecio de la mujer. En Marruecos y en Argelia, tuve oportunidad de ver harenes. Es horrible. Las mujeres están encerradas toda su vida en un espacio muy reducido, en grupos de tres o cuatro. Son compradas, vendidas o vueltas a vender; es un negocio abominable.
El matrimonio cristiano es la garantía del respeto a la mujer, respeto que aún existe, gracia a Dios, en nuestras familias y en muchas regiones cristianas, pero en cuanto se difunden las doctrinas masónicas con el divorcio, se ve que se desprecia cada vez más a la mujer y se la respeta menos. El matrimonio es uno de los signos de la civilización cristiana. Por eso la Iglesia hizo todo lo posible para impedir la legalización del divorcio, pero actualmente, en la mayor parte de los países que aún no aprueban el divorcio, los masones han lanzado campañas y hacen presión para conseguir su legalización.
También los católicos, incluso los obispos, han contribuido en cierta medida a favorecer el divorcio, como el Cardenal Tarancón, que elogió la institución de dos clases de matrimonio: uno para los que quieren el matrimonio indisoluble y otro civil para los que quieren divorciarse. Esto lo leí en una conocida revista de Madrid. Ya sabemos que España es un país de tradición católica y, por lo tanto, no hablaba de los no católicos, sino del matrimonio entre católicos. ¡Es inimaginable oír tales palabras de la boca de un cardenal!
La conclusión de todo esto, es que la Masonería es el origen de estas ideas, porque es de una tendencia universal. Si fuese en un solo país, podríamos pensar que viene de su jefe de gobierno; pero resulta que en todos los países, uno tras otro, la asamblea legislativa lanza proyectos de ley para instituir el divorcio. Eso es obra de la Masonería. ¡Quiere que los jefes de gobierno tengan poder sobre el vínculo conyugal!
Monseñor Marcel Lefebvre+
SOY YO, EL ACUSADO, QUIEN TENDRÍA QUE JUZGAROS