El Papa Francisco compara la yihad con la misión

En una entrevista concedida al diario francés La Croix, el Papa rechazó también el Estado confesional.
El 16 de mayo, Francisco concedió una entrevista al diario La Croix, donde destacan dos afirmaciones.
La primera es ésta: “El Estado debe ser laico. Los Estados confesionales acaban mal. Va contra la Historia. Creo que una laicidad acompañada de una ley sólida que garantice la libertad religiosa ofrece un cuadro para avanzar".
Siguiendo la línea inaugurada en el postconcilio a raíz de la declaración conciliar Dignitatis Humanae, Francisco se aparta aquí de la doctrina social y política de la Iglesia, expresada en el punto 77 del Syllabus de Pío IX: “En la época actual no es necesario ya que la religión católica sea considerada como la única religión del Estado, con exclusión de todos los demás cultos” (proposición condenada por el Syllabus). La contradicción es literal, incluso en el relativismo historicista hijo del mito del Progreso: ya no se trata de establecer un principio permanente sobre la relación entre la Iglesia y la comunidad política, sino de detectar lo que corresponde defender en virtud del momento. “En la época actual…”, precisa la proposición condenada por el Syllabus. “Va contra la Historia”, ofrece el Papa como argumento.
Sin embargo, Francisco no parece aducir una razón teórica, sino práctica, contra los Estados confesionales: que “acaban mal”. Es de suponer que se refiere a la querella de las investiduras de los siglos XI y XII, a las incontables tiranteces entre el trono y el altar durante la Edad Media, a la degeneración regalista de los reyes absolutistas del siglo XVIII, etc.
Pero la imperfecta aplicación de un principio o los intentos de aprovecharse de él no dicen nada contra el principio mismo. Cuya aplicación correcta, por cierto, acabó muy bien: ahí están los frutos para la Iglesia del régimen de Cristiandad.
En cuanto a esa fórmula “para avanzar” (laicidad + libertad), ya estamos viendo cómo acaba en la ofensiva universal en los países democráticos para imponer la ideología de género por encima incluso de esa pregonada libertad religiosa. Sólo que aquí no estamos en la mala aplicación de un buen principio, sino en la aplicación coherente de uno malo.
La segunda afirmación del Papa, chocante incluso en el ámbito del pregonado diálogo interreligioso cristiano-musulmán, es ésta: cuando le preguntan si está justificado el temor europeo al islam: “No creo que haya hoy un temor al islam en cuanto tal, sino a Daesh y a su guerra de conquista, deducida parcialmente del islam. La idea de conquista es inherente al alma del islam, es cierto. Pero con la misma idea de conquista podría interpretarse el final del Evangelio de Mateo, donde Jesús envía a sus discípulos a todas las naciones”.
Sí, Nuestro Señor los envía: “Id, pues, y adoctrinad a todas las gentes, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas cuantas cosas os ordené”.
Pero está clara la diferencia: “Id, adoctrinad, bautizad, enseñad”… Nada de: “Id, decapitad, envolveos en bombas y haceos estallar, secuestrad niñas, derribad aviones”. Precisamente en la idea de conquista está la gran diferencia entre la yihad y la propaganda fide cristiana. Donde aquél busca la sumisión exterior, ésta busca la conversión personal. El hambre de almas de los santos y de los misioneros tiene poco que ver con el hambre de dominio y de botín de las hordas musulmanas tal como se han manifestado históricamente.