El Papa San Pío V y el Rosario
Michael Ghislieri nació cerca de Alejandría, en Italia, en 1504. Fue un pobre pastor que ingresó a la Orden de los Dominicos cuando tenía 14 años, y fue ordenado sacerdote al cumplir 24. Después de ser ordenado obispo y nombrado cardenal, se convirtió en papa a la edad de 62 años, tomando el nombre de Pío V.
Quizás el suceso más conocido de su papado fue la victoria milagrosa de la flota cristiana en la batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571. La isla de Malta fue atacada por la flota turca, y casi todos los defensores de la fortaleza murieron en la batalla. El papa envió una flota para contrarrestar al enemigo, pidiendo a cada hombre a bordo rezar el rosario y recibir la comunión.
Mientras tanto, hizo un llamamiento a toda Europa para rezar el rosario, y ordenó la devoción de las 40 horas en Roma durante las cuales tuvo lugar la batalla. La flota cristiana, superada grandemente en número por los turcos, infligió una derrota increíble a la flota turca, aniquilándola por completo.
Decreto del Papa San Pío V sobre el poder del santo Rosario.
... Y así, Domingo consideró esa sencilla manera de orar y suplicar a Dios, que se llama Rosario, o Salterio de la Santísima Virgen, accesible a todos y completamente piadosa. En él, la Santísima Virgen es venerada con el angélico saludo repetido ciento cincuenta veces, esto es, según el número del Salterio de David, y con la Oración del Señor en cada decena. Interpuestas con estas oraciones hay ciertas meditaciones que muestran la vida entera de Nuestro Señor Jesucristo, completando así el método de oración ideado por los Padres de la Santa Iglesia Romana. Este mismo método fue propagado por santo Domingo, y difundido por los frailes del bienaventurado Domingo (...) los fieles de Cristo, inflamados por estas oraciones, comenzaron inmediatamente a transformarse en hombres nuevos. La oscuridad de la herejía comenzó a disiparse, y la luz de la fe católica se reveló. En muchos lugares, los frailes de la Orden, empezaron a fundar cofradías en honor a esta oración (...)
Siguiendo el ejemplo de nuestros predecesores, al ver que la Iglesia militante, que Dios ha puesto en nuestras manos, es sacudida en estos tiempos por tantas herejías, y es gravemente vejada por tantas guerras, y por la depravación de la moral de los hombres, también elevamos nuestros ojos, llorando, pero llenos de esperanza, hacia esa misma montaña, de donde surge toda ayuda, y alentamos y amonestamos a cada miembro de los fieles de Cristo a hacer lo mismo en el Señor."
Roma, Basílica de San Pedro, 17 de septiembre del año 1569, cuarto de Nuestro Pontificado.