El que es fiel en lo poco, será fiel en lo mucho

Fuente: Distrito de México

Con frecuencia nos olvidamos de la grandeza de nuestros pequeños deberes diarios por creerlos de poca importancia, siendo que es a través de ellos que nos vamos fortaleciendo para poder ser fieles en lo mucho. En este artículo hablaremos del significado de las cosas pequeñas y cómo ayudan a nuestras almas.

Grandeza de lo pequeño

He aquí uno de los engaños más funestos de la vida espiritual: el despreciar algunas cosas y no darles importancia porque las juzgamos pequeñas, creemos que no valen para nada. ¡Qué bien explota este engaño en contra nuestra el demonio! Se nos olvida que nadie se hace grande de la noche a la mañana, ni en lo malo ni en lo bueno. Todos los santos deben su grandeza a un conjunto de pequeñeces, que ellos supieron aprovechar admirablemente.

Al contrario, todas las grandes caídas han tenido su origen en cosas tan pequeñas e insignificantes, que pasaban inadvertidas y, sin embargo, comprobamos con la más vulgar y cotidiana experiencia que "el que desprecia lo pequeño poco a poco caerá".

Ocurre también lo mismo en la vida natural. ¿Qué es un granito de arena, una gota de agua o un átomo de polvo? Pero el conjunto de esas pequeñeces, ¿no forma las playas y los desiertos, o los ríos y los océanos? ¿Qué caso hacemos de un insecto o un microbio que no se ve? Y, sin embargo, ¡qué daños nos pueden llegar a producir si se multiplican! 

Pues esto, en la vida espiritual, es aún más cierto. Toda ella no es más que eso: un conjunto de pequeñeces que, sin embargo, nos labrarán o nuestra felicidad o nuestra ruina para siempre. No tendremos ocasiones abundantes, ni ánimos o fuerzas para acometer grandes empresas ni hazañas heroicas y estupendas. Nuestra perfección radica no en los hechos extraordinarios, sino en la fidelidad y exactitud de nuestros pequeños deberes diarios. Así es como se forman las virtudes sólidas y macizas que hacen santos, con la práctica constante de los actos pequeños de las virtudes ordinarias. Esos actos son casi siempre de muy poca apariencia, es verdad, pero no por eso son de poco valor.

La fidelidad en lo poco será la causa, algún día, de la posesión sobre lo mucho. Así lo dice Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio: "Porque fuiste fiel en lo poco", esto es, en lo pequeño, en lo que al parecer no tenía importancia, "yo te constituiré sobre lo mucho." ¡Qué generosidad la de este Señor! Él nos pide lo poco, para luego darnos lo mucho. ¿Quién no se animará a dar este poco, a ser fiel en este poco, si de eso ha de depender luego el premio de lo mucho? Un poco que vale tanto, ya no es poco, ya no es una cosa pequeña y despreciable. 

Resolución

Hay que tomar la resolución de complacer a Dios todos los días, cumpliendo exactamente su santísima voluntad. Para Dios todo es pequeño; las acciones más grandes, más llamativas de los hombres no valen, delante de Él, más que las otras pequeñas y vulgares. Lo que vale es el corazón, la intención con que hacemos nuestros actos, la manera cómo los ejecutamos y el fin que perseguimos.

Las obras que valen de veras y que agradan al Señor, son aquellas donde ponemos el corazón y la fuerza del amor, aunque en sí mismas sean o parezcan pequeñas. Para Dios sólo vale la grandeza del corazón, la intención recta y pura del que obra. Por tanto, no nos ocupemos de otra cosa en nuestros actos que de purificar nuestra intención y de hacerlos todos por Dios, y de ese modo todos ellos, por triviales y bajos que parezcan, incluso comer o descansar, pueden ser actos nobílisimos de grande gloria para Dios y de no escasos méritos para nuestras almas. ¡Cuántas veces los actos extraordinarios y las virtudes heroicas, quedan convertidas en un poco de humo de soberbia, que echa a perder por completo todo el valor que de suyo podrían tener!

Pues bien, amemos mucho el ejercicio de esas virtudes pequeñitas, que más que fama y estimación, nos servirán para formarnos en la humildad, sencillez y mortificación, y es así como acostumbrándonos al dominio en las cosas más pequeñas, estará el alma bien templada y preparada para las cosas grandes, si Dios así lo quiere. Así se preparó en la humildad de Nazareth la Virgen María, para ser el asombro de fortaleza en el Calvario. Imítemosla en lo primero, si queremos llegar a ser semejantes a ella en lo segundo.

Fuente: Meditaciones Sobre la Santísima Virgen María, M. I. S. R. Idelfonso Rodríguez Villar