El Santísimo Sacramento

Fuente: Distrito de México

Sabemos bien que en la Iglesia Católica existen 7 sacramentos instituidos por Nuestro Señor para producir en nuestras almas la gracia santificante. El Concilio de Trento definió como dogma de fe que los sacramentos tienen distinta dignidad. Existe un orden entre ellos, ¿y cuál de ellos es el más excelente? El sacramento de la Eucaristía, por eso se llama también el Santísimo Sacramento. Existen varias razones que prueban esta excelencia.

La primera razón proviene de lo que contiene. La Eucaristía contiene en realidad a Cristo mismo. Es otro dogma de fe definido por el Concilio de Trento, que llamamos Presencia Real, dogma que no podemos negar sin caer automáticamente en la herejía. Muchos ritos de la misa reflejan esta presencia real: las múltiples genuflexiones, los cuidados con los cuales el sacerdote toca la Hostia consagrada y se purifica los dedos después de haber distribuido la comunión, etc. Los otros sacramentos, al contrario, no contienen más que una virtud recibida de Cristo por participación. Con la recepción de la Eucaristía recibimos al autor mismo de la gracia, mientras que con los otros sólo recibimos la gracia, que es una participación a la divinidad de Cristo. Ahora bien, es mucho más perfecto poseer a Cristo mismo, Dios y hombre, que sólo poseer una participación de la divinidad de Cristo, como lo es la gracia, por lo que el sacramento de la Eucaristía sobrepasa en dignidad a todos los demás sacramentos.

La segunda razón viene de la relación de los sacramentos entre ellos. En efecto, todos los otros sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a su fin, y el fin es lo más excelente. El sacramento del Orden consagra los sacerdotes que van a ser los ministros de la Eucaristía. El bautismo consagra los sujetos, o sea los que van a recibir el Santísimo Sacramento. La confirmación perfecciona al bautizado para que el respeto humano no le retraiga de acercarse a tan excelso sacramento y le da la fuerza de defenderlo si es necesario. La Penitencia y la Extremaunción disponen al hombre para recibir dignamente el cuerpo de Cristo quitando los obstáculos a su recepción, o sea borrando los pecados del alma. El matrimonio se aproxima a la eucaristía al menos por su simbolismo en cuanto representa el lazo íntimo de Cristo con su Iglesia, cuya unión está figurada en el sacramento de la Eucaristía. Además, el matrimonio establece el marco en donde crecerán los nuevos sujetos que recibirán la Eucaristía.

La tercera razón viene de que la administración de casi todos los sacramentos se completa en la Eucaristía. Así vemos que los recién ordenados, después de ordenarse, comulgan, los recién casados igual y también los nuevos bautizados, si son adultos. Los otros sacramentos, como lo hemos visto ya, disponen a recibirlo por lo que se consumen de alguna manera en él.

La cuarta razón viene de que es un signo más excelente de la causa de santificación del hombre. En efecto, la Eucaristía es el mejor signo para recordar la causa de nuestra Redención, que es la Pasión de Cristo, ya que contiene bajo las especies separadas de pan y vino el Cuerpo y la Sangre de Cristo, de tal manera que en el altar se propone a la vista de los fieles el Cordero de Dios como ofrecido en sacrificio. Expresa, pues, la muerte de Nuestro Señor en la cruz, que es causa de nuestra Redención mejor que los demás sacramentos. Es también un excelente signo de lo que pasa en nosotros por la virtud de la pasión, ya que significa una nutrición espiritual por la unión con Cristo, y por lo tanto muestra mejor cómo todas las almas que reciben la Eucaristía se incorporan a Cristo por la gracia.

Ya entendemos mejor por qué este sacramento es el más excelente de todos y por qué se llama el Santísimo Sacramento. Esta excelencia la cantamos cada vez que se hace una exposición del Santísimo al rezar el himno Tantum Ergo:

Tantum ergo Sacraméntum,

Venerémur cérnui:

Et antíquum documentum

Novo cedat rítui;

Præstet fides suppleméntum

Sénsuum deféctui.

Genitori Genitóque,

Laus et iubilátio;

Salus, honor, virtus quoque,

Sit et benedíctio;

Procedénti ab utróque

Compar sit laudátio.

Amen.

Veneremos, pues, inclinados

tan grande Sacramento;

y la antigua figura ceda el puesto

al nuevo rito;

la fe supla

la incapacidad de los sentidos.

Al Padre y al Hijo

sean dadas alabanza y júbilo,

salud, honor, poder y bendición;

una gloria igual sea dada

al que del uno y del otro procede.

Amén.

Pidamos pues a Dios un gran respeto y amor a este sacramento, el más digno de todos. Aumentemos nuestra fe por el estudio y las piadosas lecturas sobre este misterioso sacramento, pidámosla, igualmente, a Dios por la oración perseverante. Dispongámonos a recibirlo dignamente, a fin de que produzca en nuestra alma los mayores frutos de gracia e incorporación a Cristo Nuestro Señor. No deseemos nada más en esta tierra sino sólo la Eucaristía, ya que al poseerla, poseemos lo que hace felices a los santos del Cielo: Nuestro Señor Jesucristo.

Con mi bendición

Padre Pierre Mouroux +