El santo Rosario y la fe

Fuente: Distrito de América del Sur

Palabras de Mons. Lefebvre en la solemnidad de San Pío X

Si hay un ejemplo de fe profunda en Nuestro Señor Jesucristo, es el de la Santísima Virgen María. Ya su prima Isabel lo dijo explícitamente: "Beáta, quæ credidísti. Dichosa, porque habéis creído" (Lc. 1, 45). La Santísima Virgen lo demostró también con su lucha, con su combate contra Satanás. A lo largo de la historia, quiso mostrar su presencia en la santa Iglesia, al lado de los que luchaban por mantener la fe católica. Lo manifestó precisamente a través de su maternidad divina, proclamada contra los arrianos. Lo manifestó a través de Santo Domingo: gracias al Rosario, al rezo de esta oración excepcional, los albigenses fueron derrotados. Poco después, como la Iglesia vuelve a recordar con motivo de esta fiesta del Santo Rosario, la intercesión de la Santísima Virgen María, gracias al rezo del Rosario, condujo a la victoria de Lepanto contra los musulmanes.

Y también podríamos decir que la Santísima Virgen María ha intervenido a lo largo de esta época moderna a través de las apariciones de Lourdes, de La Salette, de Fátima, para luchar contra los errores, para luchar particularmente contra el modernismo, contra el comunismo. Lo dijo explícitamente. Por eso, queridos amigos, la Santísima Virgen María será un ejemplo para vosotros.

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Nuestro Santo Padre, el Papa Pío X, fue llevado a los altares por su fe. Lo hemos recitado antes en la oración: "Deus, qui ad tuéndam cathólicam fidem, sanctum Pium, Summum Pontíficem, cælésti sapiéntia et fortitúdine replevísti. Dios, que llenó de fe y sabiduría a San Pío X, Sumo Pontífice, para defender la fe" (colecta del 3 de septiembre). De hecho, si hay un papa de los tiempos modernos que haya defendido verdaderamente la fe católica contra los errores de hoy en día, es San Pío X. ¡Qué modelo para nosotros, qué modelo para vosotros, queridos amigos!

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San Pablo enseña: "Fili mi, noli neglígere disciplínam Dómini... Si tenéis fe, no debéis descuidar el camino de los mandamientos de Dios, la obediencia a Dios" (He.b 12, 5). Y concluye: "Y esta fe os hará partícipes de la inmutabilidad de Dios. Exspectántes regnum Dei immutábile per grátiam serviámus Deo" (cf. Heb. 12, 28). Esto, mis queridos amigos, es lo que debe ser su programa. Sí, por la fe compartimos y participamos de la inmutabilidad de Dios. San Pablo dice: "Las cosas cambiantes pasarán y darán paso a las cosas inmutables, a las eternas" (Heb. 12, 27). Incluso aquí en la tierra, antes de que estas cosas efímeras hayan desaparecido, por la fe ya participamos de la inmutabilidad de Dios porque estamos unidos a Nuestro Señor, Nuestro Señor Jesucristo, que es Dios, inmutable por la eternidad. Cómo debe consolarnos todo esto y fortalecernos en la convicción de que la fe que nos han transmitido veinte siglos de Iglesia sigue siendo la misma, que no debemos cambiar. Jesus Christus heri et hódie, ipse et in sǽcula (Heb. 13, 8). Jesucristo ayer, hoy y a través de los siglos, es siempre el mismo. Así que confiemos.

Aferrémonos a Nuestro Señor Jesucristo siguiendo las huellas de todos aquellos que nos han mostrado el camino de la fe, un camino que requiere una lucha; y precisamente en la medida en que mantengamos la fe, seremos perseguidos. Este mundo, sobre todo hoy, un mundo racionalista y modernista, no soporta la fe. Así que, en la medida en que lo manifestemos exteriormente, aunque sólo sea por nuestra vestimenta, por nuestra actitud, seremos perseguidos, es normal. Todos los que han profesado la fe han sido perseguidos. La propia Virgen María es llamada la Reina de los Mártires. También ella, por su fe, sufrió el martirio al lado de Nuestro Señor, junto a la Cruz. Así que esperemos ser perseguidos, pero no vacilemos en nuestra fe. No seamos débiles. Mantengámonos firmes como todos aquellos que nos han mostrado el ejemplo y que nos han precedido, ya sea en el Antiguo Testamento o en el Nuevo Testamento.