El séptimo dolor de María
El séptimo dolor de María, el entierro de Jesús y la soledad y desolación de María
Para todos los días :
1 - Ofrecer de todo corazón un sacrificio o renunciar voluntariamente a algo.
2 - Oración preparatoria :
" Stabat Mater..."
Séptimo dÍa
Primera consideración : El séptimo dolor de María, el entierro de Jesús y la soledad y desolación de María.
Los expertos suelen explicar que durante la Pasión de Jesucristo, en el momento del despojo de sus vestiduras, al quitarle de manera brutal su túnica, todas las heridas de la flagelación volvieron a abrirse, provocando por secunda vez pero en un solo golpe, todos los dolores del terrible suplicio. Algo similar pasó en el Corazón de María al cerrarse la piedra del sepulcro. Fue como el último golpe que volvió a abrir todas las heridas de su amor maternal, acumuladas durante la Pasión de su Divino Hijo. El dolor de la sétima e última espada fue como la repetición de todos los sufrimientes de la vida de María, condensada en un solo instante. Grande fue el ruido de esta piedra sepulcral, pero más grande fue la repercusión en el alma de la Virgen. Este adios de la Madre hacia un Hijo fue seguramente de los más dramáticos.
Claro que la Santísima Virgen sabía y creía en la resurrección de su Hijo, pero la fe no le quita nada al sufrimiento, al contrario. Precisamente porque María mantuvo siempre muy firme la fe en la divinidad de Jesús, su alma podía considerar con más profundidad a qué extremo lleguó la manifestación del amor de Dios para con los hombres, para salvarles del pecado. Y eso, a la hora de darle al cuerpo sin vida del Redentor su último beso, augmentó en María sus dolores. Ella sabía más que nadie porqué Jesucristo quiso llegar voluntariamente hasta tal extremo. Ella supo por lo tanto sufrir y compatir más que nadie hasta el final ¡ Y más allá del final ! Porque cuando Jesucristo sepultado gozaba ya del descanso y de la gloria, el único Corazón que seguía sufriendo de manera perfecta, es decir de manera redentora, era el Corazón inmaculado de María. En verdad, la Santísima Virgen fue la primera persona en cumplir con lo que escriviría más tarde San Pablo : « Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo ».
Segunda consideración : Repercusión en el corazón de San Juan.
Al cerrarse el sepulcro, el último golpe en el Corazón de la Virgen rebotó en el de San Juan, él que tenía en sus manos a las de la Madre de Dios. Después de un momento de intensa oración silenciosa, la Virgen pudo ella también inclinar su cabeza hacia San Juan para decirle : « Todo está cumplido ». San Juan tomó en serio su papel de hijo y seguro que tomó consciencia de ello a la hora de alejarse del santo sepulcro con la responsabilidad de acompañar a la Santísima Virgen. En estos momentos, San Juan tuvo que suplir y consolar la terrible soledad de María dándonos así un ejemplo de lo que es la compasión : acompañar a la Virgen en su soledad y desolación, estando siempre allí, con ella, en ella, por ella y para ella.
Todo empezó en la cueva de Belén bajo la mirada protectora de San José y todo se acaba en otra cueva, la del sepulcro del Calvario, bajo la mirada vigilante de San Juan. Desde el inicio hasta el final se encuentran María y Jesús, unidos para la obra de la Redención. Para nosotros también, todo empeza con el contacto de la piedra del baptisterio, y termina con la piedra de un túmulo. La mejor manera de pasar de una a otra será de vivir unidos a Jesús y María con la ayuda de San José, quien a la hora del santo entierro estaba cerca de su Hijo adoptivo en el limbo de los justos ; y con la ayuda de San Juan quien a la misma hora consolaba a su Madre adoptiva en la tierra de los injustos.
Tercera consideración : Nuestra compasión.
Remediar a la desolación y a la soledad de nuestra Madre celestial parece ser la mejor manera de aliviar los dolores causados por el sétimo dolor. « Dios quiere establecer bajo la tierra la devoción a mi Corazón inmaculado » dijo la Virgen en Fátima. Y más tarde en Pontevedra, precisó que la manera de vivir esta devoción mandada por Dios mismo, es cumplir con los cinco primeros sábados de més, teniendo en el cumplimientos de todos los actos, la intención reparadora para expiar todos los ultragios cometidos contra su purísimo Corazón. Pues cumpliendo sin murmurar y con fidelidad esta devoción, entraremos en las mejores disposiciones para consolar y compatir con los Siete Dolores de la La Santísima Virgen.
Y para terminar, no olvidemos que al momento de cerrar el Santo Sepulcro, María fue la única en mantener la fe en la Resurrección. Los apóstoles mismos perdieron esta esperanza. Pues nos queda una manera muy sencilla y concreta para compatir con los sufrimientos de María : mantener la fe en la resurrección del Cuerpo Místico de Jesucristo que es la Santa Iglesia católica, apostólica y romana. Mantengamos esa fe a pesar de todos los indicios patentes de muerte que vemos en esta sociedad sobrenatural que tiene las promesas de vida eterna.
Bendito sea Dios por los Dolores de la Bienaventurada Virgen María. Bendita sea la compasión de San José y de San Juan por los Dolores de la Bienaventurada Virgen María. Bendita sean todos mis dolores unidos a los de la Bienaventurada Virgen María. Amén.
ORACIÓN FINAL
1 Padrenuestro, 7 Avemarías y Glória.
Ruega por nosotros Virgen dolorosísima / Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Petición…
Oremos. O Dios que quisiste que en tu pasión, según la profecía de Simeón, el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre María fuese traspasada por una espada, concédenos la gracia, que celebrando con veneración su transfixión y pasión, podamos, por la intercesión de los gloriosos méritos de todos los Santos que rodean fielmente la Cruz, obtener el feliz efecto de tu pasión. Por Jesucristo Señor Nuestro. Amén.
2 de abril 2020 | Padre David Aldalur, fsspx