El único Evangelio - Palabras de Monseñor Lefebvre
San Pablo dio a los Gálatas consejos muy preciosos para permanecer fieles al único Evangelio de Cristo.
Es muy útil leer el primer capítulo de la Epístola de San Pablo a los Gálatas. Es una lección extraordinaria que se aplica perfectamente a nuestro tiempo y a nuestra situación.
¿Qué dice San Pablo? O insensati Galatæ! No teme decirles: “¡Oh insensatos Gálatas!”1 ¿Por qué? ¿Qué habían hecho los Gálatas? “¿Cómo puede ser que os paséis tan pronto a otro evangelio?”2 ¿Cómo puede ser? Yo vengo a enseñaros un Evangelio; luego me voy un año y medio o dos años, y vosotros volvéis a las prácticas del Antiguo Testamento. Él les había dicho: “El Antiguo Testamento ha terminado. Ahora es el bautismo, la Eucaristía, la práctica de la fe, de la esperanza y de la caridad; sobre todo, nada de circuncisión, nada de manifestaciones del Antiguo Testamento ni de sacrificios”. San Pablo se va y resulta que vuelven a las prácticas del Antiguo Testamento. “¿Cómo puede ser? ¿Cómo habéis pasado a otro Evangelio? Es que habéis tenido profetas y doctores que os han arrastrado al error”. Y dice: “Si lo que hacéis ahora es justo, en ese caso no valía la pena que Nuestro Señor hubiese sido crucificado ni que resucitase, siendo que fue crucificado y resucitó para empezar un tiempo nuevo para la santificación de las almas. Hemos perdido el tiempo”. Y en ese momento es cuando dice esta hermosa palabra que mencionamos a menudo: “Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel de cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!”, es decir, que quede excomulgado. ¡Es maravilloso! Y repite: “También ahora lo repito: Si alguno os anuncia un Evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!”2 , que sea apartado de Dios…
Éste es el primer capítulo de la Epístola a los Gálatas […] Esto explica perfectamente nuestra situación. Desde el concilio Vaticano II se ha pasado a otro Evangelio: el Evangelio de los derechos del hombre, de la libertad religiosa y del ecumenismo, y todo eso se concreta con nuevos sacramentos, nuevas misas, una nueva enseñanza y un nuevo catecismo. Todo es nuevo, según nuevos principios, principios que son otro evangelio y que no es el Evangelio de la Iglesia Católica.
Quisieran arrastrarnos por ese rumbo; se nos considera como disidentes porque no queremos seguirlos por ese camino, rumbo adúltero, repito. Nosotros decimos: “No”. No hay otra opción. No queremos cambiar nuestra fe por otro Evangelio. No conocemos otro Evangelio sino el de Nuestro Señor Jesucristo y el de la Iglesia de siempre, el Evangelio que la Iglesia ha enseñado durante veinte siglos3 .
Monseñor Marcel Lefebvre+
La Misa de Siempre