Entrevista con Mons. Fellay - "Somos un factor inquietante en la Iglesia"
Presentamos una entrevista con Monseñor Bernard Fellay, ex Superior General de la FSSPX, realizada el 30 de junio de 2018 para Die Tagespost.
Nota del Editor: Esta entrevista con Monseñor Bernard Fellay apareció originalmente en la publicación alemana Die Tagespost. Publicamos aquí su traducción con la debida autorización. Además, esta entrevista se llevó a cabo y se publicó el 30 de junio de 2018, unos días antes de que iniciara el 4° Capítulo General de la Fraternidad San Pío X, por lo que Monseñor Fellay todavía ocupaba el cargo de Superior General de la FSSPX al momento de la entrevista.
En 1988, Bernard Fellay fue consagrado obispo para la Fraternidad San Pío X sin autorización. Actualmente, Monseñor Fellay sigue en espera de la reconciliación. Ésta es una entrevista realizada en Stuttgart con Regina Einig.
RE: Su Excelencia, ¿cómo percibió su consagración episcopal hace treinta años? ¿Qué fue para usted? ¿Una separación definitiva de la Fraternidad y Roma o una etapa intermedia en el conflicto, con miras a la reconciliación?
Monseñor Fellay: Si se hubiera tratado de una separación de Roma, yo no estaría aquí ahora. Monseñor Lefebvre no me hubiera consagrado con esa intención, y de haber sido así yo lo hubiera rechazado. Por lo tanto, no se trataba de una separación de la Iglesia, sino de distinguir nuestra postura del espíritu moderno, de los frutos del Concilio. Mientras tanto, hay otros que han admitido también que algo no está bien ahí. Muchas ideas y aspectos por los que hemos luchado y seguimos luchando han sido apoyados por otras personas. Nunca dijimos que el Concilio hubiera hecho declaraciones heréticas rotundas. Pero sí eliminó la barrera protectora contra el error permitiendo que éste se difundiera. Los fieles necesitan protección. La lucha constante de la Igleisa militante consiste en defender la fe.
RE: Pero no todos los que critican al "Concilio de los medios de comunicación" - y eso también incluye al Papa emérito Benedicto XVI - están dispuestos a arriesgarse en un conflicto que podría llevar a la excomunión. ¿Por qué no reforzaron las filas dentro de la Iglesia de aquellos que seguían siendo fieles a la Tradición y lucharon por la verdad en unión con Roma?
Monseñor Fellay: Esto se debe en parte a la historia de los franceses. Desde la Revolución Francesa, una buena parte de los católicos franceses han estado luchando contra el error del liberalismo. Por lo tanto, los acontecimientos durante y después del Concilio se percibieron allí con mucha más sensibilidad y atención que en Alemania. No se trataba de errores flagrantes, sino de tendencias, de abrir puertas y ventanas. Las reformas que siguieron lo han demostrado con más claridad que el mismo Concilio. El problema se cristalizó en la nueva misa. En Roma se le dijo a Mons. Lefebvre: "O lo uno o lo otro". "Celebre la nueva misa un día y todo estará bien”. Nuestros argumentos en contra de la nueva misa no contaban. Sin embargo, el Misal de Pablo VI fue escrito con la colaboración de teólogos protestantes. Si se le obliga a celebrar esta misa, entonces realmente hay un problema. Y nos presionaron.
RE: ¿Su rechazo a la nueva Misa lo animó a usted y al Arzobispo Lefebvre a creer que la separación de Roma es la voluntad de Dios?
Monseñor Fellay: Insisto: Nunca nos hemos separado de la Iglesia.
RE: Pero el hecho de la excomunión habla por sí mismo. De no ser así, ¿por qué las retiró el Papa Benedicto XVI?
Monseñor Fellay: En la ley católica de 1917, la ordenación episcopal sin mandato del Papa no se considera cisma, sino sólo un abuso de autoridad, e incluso sin excomunión. Toda la historia de la Iglesia arroja una visión diferente del problema de las ordenaciones episcopales que tienen lugar sin un mandato del Papa. Esto es muy importante.
RE: ¿Por qué es tan importante? En 1988 ya estaba en vigor el nuevo código de la Iglesia, y el CIC [Codex Iuris Canonici] de 1917 obligaba también al obispo a ser fiel a la Santa Sede.
Monseñor Fellay: Estábamos en un estado de necesidad, porque Roma había designado un obispo para nosotros. El encuentro entre el Cardenal Ratzinger y Mons. Lefebvre el 5 de mayo de 1988 fue sobre la fecha de la consagración. El Arzobispo Lefebvre y el Cardenal Ratzinger no pudieron ponerse de acuerdo. Mons. Lefebvre había hecho una sugerencia. Estoy seguro de que si el Cardenal Ratzinger hubiera confirmado el 15 de agosto como la fecha de la ordenación sin cambiar el candidato, el Arzobispo habría aceptado. Pero la fecha permaneció abierta. Cuando Mons. Lefebvre le preguntó al Cardenal: "¿Por qué no a fin de año?", recibió la respuesta: "No lo sé, no puedo decirlo". Así que el Arzobispo pensó que estaban jugando con él. Eso fue motivo de recelo. Y la desconfianza sigue siendo una palabra clave en nuestra historia. Trabajamos para superarlo y luego algo surge de nuevo. Es realmente problemático.
Nota de los editores de Die Tagespost: El Papa emérito dijo a los editores que no recordaba los detalles, pero que estaba bastante seguro de que esta cuestión sólo desempeñaba un papel subordinado. Juan Pablo II había prometido firmemente la ordenación episcopal. Fijar una fecha no era tarea suya (del cardenal Ratzinger). Monseñor Lefebvre había firmado el acta al final de la reunión, por lo que si se hubiera mantenido en su misma postura habría significado un acuerdo. Un oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe visitó a Monseñor Lefebvre en Albano al día siguiente para recoger el documento. Para consternación de todos, Monseñor Lefebvre explicó que no había podido dormir en toda la noche y que se había dado cuenta de que en realidad se quería utilizar la unidad para destruir su obra
RE: ¿Por qué el Cardenal Ratzinger, reconocido conocedor y promotor de la tradición católica y amigo de la misa tradicional, no calmó la desconfianza del arzobispo?
Monseñor Fellay: No comprendía cuán profundos eran los motivos del arzobispo ni el desconcierto de los fieles y de los sacerdotes. Muchos simplemente ya habían tenido suficiente con los escándalos y disgustos postconciliares y con la forma en que se celebraba la nueva misa. Si el Cardenal Ratzinger nos hubiera entendido, no hubiera actuado así. Y creo que se arrepintió. Por eso, como Papa, intentó compensar el daño con el Motu Proprio y levantó la excomunión. Estamos verdaderamente agradecidos por sus intentos de reconciliación.
RE: Pero el Cardenal Ratzinger, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, también tuvo que considerar las dificultades e irritaciones de los otros fieles. Es irritante, por ejemplo, que los miembros de la Fraternidad contradigan a la Iglesia en puntos tan esenciales como la cuestión de la validez de la Misa. Algunos de sus seguidores opinan que el deber dominical no se cumple asistiendo a la Nueva Misa, que ellos consideran “herética”.
Monseñor Fellay: Debo contradecir eso firmemente. Aunque sí hablamos de la invalidez de muchas misas, afirmar que todas las misas son inválidas no es la línea de la Fraternidad Sacerdotal. Nunca hemos dicho eso. En nuestras discusiones con Roma, siempre hemos enfatizado que reconocemos la validez de la nueva Misa, cuando se celebra según los libros litúrgicos y con la intención de hacer lo que la Iglesia manda hacer. Hay que hacer una distinción entre válido y bueno.
RE: ¿Cuál es esa diferencia para usted?
Monseñor Fellay: La nueva misa es defectuosa y peligrosa. Por supuesto, no todas las nuevas misas son directamente escandalosas, pero la celebración repetida de la nueva misa conduce a debilitar la fe e incluso a la pérdida de la fe. Todos los días se puede ver cómo cada vez menos sacerdotes siguen creyendo en la presencia real. En la antigua Misa, la liturgia alimenta la fe; uno va a la roca, uno se fortalece en esta fe; ciertas acciones litúrgicas nos adelantan en la fe, por ejemplo, la fe en la presencia real, en el sacrificio, simplemente por arrodillarse, por el silencio, por la actitud del sacerdote. En la nueva Misa cada quien debe aportar su propia fe; casi no se recibe nada directamente del rito. El rito es plano.
RE: Pero incluso antes de la reforma litúrgica había sacerdotes de fe débil, modernistas y herejes. Los Padres liberales del Concilio que usted critica, todos crecieron con la antigua Misa y fueron consagrados en el antiguo rito. ¿Considera que las conversiones, que siguen siendo promovidas por la nueva misa -por ejemplo, en Nightfever [un derivado del Día Mundial de la Juventud que organiza noches de oración para acercar a las personas a la fe]- son un autoengaño?
Monseñor Fellay: No, no estoy diciendo eso. Todo lo que digo es que si recibes a un presidente y tienes la opción entre una trompeta de plata y una trompeta de hojalata, ¿usas la trompeta de hojalata? Eso sería un insulto, eso no se hace. E incluso las mejores misas nuevas son como trompetas de hojalata comparadas con la antigua liturgia. Para el Señor, se debe tomar lo mejor.
RE: En un sermón reciente usted dijo: "¿Cómo se atreven a celebrar una misa tan pobre, vacía y plana? No se puede honrar a Dios así." Sin embargo, la nueva Misa sigue siendo la cosa más valiosa en la vida de los creyentes católicos, y aún hoy la Iglesia produce mártires y santos. ¿Por qué no menciona esas distinciones en la predicación?
Monseñor Fellay: Estoy de acuerdo en que en una discusión teológica se deben hacer distinciones. Pero en un sermón no se puede presentar todo tan teológicamente. Se necesita un poco de retórica para sacudir un poco las almas, despertar a la gente y que abran los ojos.
RE: El Papa Francisco quiere dar a la Fraternidad Sacerdotal una mano de reconciliación. ¿Todavía espera usted el acuerdo o el momento favorable ha pasado ya?
Monseñor Fellay: Soy optimista. Pero no puedo adelantar la hora de Dios. Si el Espíritu Santo puede influir en el Papa actual, entonces lo hará también con el siguiente. Esto es lo que ocurrió en realidad. Y también con el Papa Francisco. Cuando el Papa Francisco fue elegido, pensé: ahora viene la excomunión. Lo opuesto fue lo que sucedió: el Cardenal Müller quería lograr nuestra excomunión y el Papa Francisco la rechazó. Me dijo personalmente: "¡No los voy a excomulgar!" La reconciliación llegará. Nuestra Madre Iglesia está increíblemente desgarrada en este momento. Los conservadores nos quieren, y así lo han dicho incluso en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Los obispos alemanes no nos quieren en absoluto. Roma debe considerar todos estos factores, y nosotros lo entendemos. Si fuéramos aceptados sin más, habría guerra en la Iglesia. Existe el temor de que podamos triunfar. El Papa Francisco dijo a los periodistas: "Me encargaré de que esto no sea un triunfo para ustedes".
RE: Pero también hay tensiones y temores dentro de la FSSPX. En Francia, varios sacerdotes y laicos se han separado de la Fraternidad por el simple hecho de las negociaciones con el Vaticano, las cuales han despertado sospechas. ¿Cómo verían los miembros de la Fraternidad la reconciliación con Roma?
Monseñor Fellay: Eso dependerá de lo que Roma nos exija. Si nos dejan seguir haciendo lo que hacemos y nos dan suficientes garantías, entonces nadie se irá. La desconfianza se basa en el miedo a tener que aceptar algo nuevo. Si nos piden que sigamos nuevos caminos, nadie vendrá.
RE: ¿Qué le hace estar tan seguro de que todos lo aceptarán? Tan solo el anuncio de las conversaciones [entre la CDF y la FSSPX] ya ha causado disturbios y dimisiones masivas. ¿Qué conclusión podría tranquilizar a sus seguidores? Esa desconfianza no desaparecería ta fácilmente si se llegara a un acuerdo.
Monseñor Fellay: Eso es verdad. Pero la bondad está ahí, la buena voluntad. Durante años hemos estado trabajando con Roma para reconstruir la confianza. Y hemos hecho grandes progresos, a pesar de todas las reacciones. Si llegamos a un acuerdo razonable con condiciones normales, muy pocos se irán. No temo una nueva división en la tradición si se logran los acuerdos correctos con Roma. Podremos cuestionar algunos puntos del Concilio. Nuestros interlocutores en Roma nos dijeron: los puntos principales -libertad religiosa, ecumenismo, nueva misa- son cuestiones abiertas. Esto es un progreso increíble. Hasta ahora se nos decía que debíamos obedecer. Pero ahora los miembros de la Curia nos dicen: deberían abrir un seminario en Roma, una universidad en defensa de la tradición. Ya no es todo blanco y negro.
RE: ¿Cuál sería una solución acertada?
Monseñor Fellay: Una prelatura personal
RE: Si ya se ha encontrado la forma jurídica y las conversaciones en Roma han ido bien, ¿cuál ha sido la razón del fracaso del paso decisivo hasta ahora?
Monseñor Fellay: El año pasado, Mons. Pozzo nos dijo que la Congregación para la Doctrina de la Fe había aceptado el texto que íbamos a firmar. En él acordamos una prelatura personal. Un mes y medio después, el Cardenal Müller decidió revisar el texto y exigir una aceptación más clara del Concilio y de la legitimidad de la santa Misa. Al principio ellos abrieron caminos de discusión y luego los bloquearon. ¿Qué es lo que realmente se nos pide que hagamos? El diablo está metido en esto. Es una batalla espiritual.
RE: ¿Confía usted personalmente en el Papa Francisco?
Monseñor Fellay: Tenemos una muy buena relación. Si le hacemos saber que estamos en Roma, nos abre la puerta. Siempre nos está ayudando en un nivel más pequeño. Por ejemplo, nos dijo: "Tengo problemas si les hago algún bien. Ayudo a protestantes y anglicanos, ¿por qué no puedo ayudar a los católicos?" Algunos quieren impedir el acuerdo. Somos un factor de inquietud en la Iglesia. El Papa está en medio.
(Sonríe y muestra una carta en francés escrita a mano por el Santo Padre dirigida a él, la cual comienza diciendo Cher frère, cher fils - Querido hermano, querido hijo.)