¿Es necesaria la FSSPX?
Revisando los aciertos de Monseñor Lefebvre, muchos son rápidos para juzgarlo. Muchos lo critican como egoísta, innecesario, desobediente. ¡Qué mentiras! Su Fraternidad Sacerdotal fue fundada con el apoyo y aprobación de su ordinario local y sus consagraciones episcopales, aunque antes cuestionadas en ese tiempo, ahora son reconocidas como legítimas y libres de efecto jurídico negativo clarificado por Benedicto XVI por medio del Cardenal Giovanni Battista Re en su decreto "Remitiendo la Excomunión latae sententiae de los obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X". Mientras este decreto levantó la excomunión sin obligarlos a algún cambio adicional, creencia o acción por parte de la Fraternidad, algunos todavía cuestionan las acciones del Arzobispo. Aunque las acciones de Monseñor Lefebvre eran justas y correctas, la pregunta más frecuente es ¿por qué?
¿Por qué decidió obrar de esta manera en aquel momento? Si leemos las obras de Monseñor Lefebvre pronto entenderemos por qué hizo lo que hizo para preservar el sacerdocio sagrado y todo lo que pertenece a este oficio santo. Poca gente entiende que sus acciones no son resultado de sus propios deseos, sino respuesta de muchas peticiones que él recibió de seminaristas que no encontraban un seminario tradicional que permaneciera fiel a las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia. Los 1960s fueron la culminación de los cambios que ya estaban en movimiento mucho antes, y estos cambios intentaban alterar lo que significaba ser sacerdote. Viendo hacia atrás, ahora podemos decir que estos cambios condujeron a la reducción más devastadora del número de sacerdotes en todo el mundo desde la institución del sacerdocio por Jesucristo mismo. Pero si los sacerdotes son tan importantes, los seminarios que los forman son igual de importantes.
Es difícil imaginar a un joven buscando vivir su vocación sacerdotal en 1960 siendo que la Tradición todavía era visible en la mayoría de las Iglesias y ciudades. La podredumbre que corrompió la doctrina en las mentes de tanta gente hoy no se había difundido completamente a todo el mundo pero ya existía en las casas de vocación sacerdotal. Tristemente, el seminario francés de la Congregación de los Padres del Espíritu Santo en Roma no era la excepción a este problema y para 1960 parecía todo menos completo. El rector del seminario francés en Roma recuerda un reclamo hecho por Monseñor Lefebvre que tuvo lugar durante la primavera de 1962.
"Me regañó por haber dicho a los obispos que se estaban quedando en el seminario que yo estaba determinado a entrenar estudiantes para trabajar por ellos en sus diócesis, según sus directivos y en el espíritu del Concilio Vaticano Segundo. Me recordó que los Padres del Espíritu Santo, no los obispos franceses, habían fundado y eran responsables del seminario francés".
Esto no fue un incidente aislado y, de hecho, reflejaba lo que rápidamente estaba sucediendo en todo el mundo mientras los líderes eclesiásticos caían en el encanto del modernismo que ya existía en la sociedad. La Universidad Gregoriana en Roma, fundada por San Ignacio de Loyola en 1551, pronto alteró su antiguo requisito de enseñar cursos de latín. Mientras muchos aceptaban los cambios, pocos expresaban sus inquietudes.
Si ya no iban a enseñar los cursos de latín, los seminaristas no podrían entender sus breviarios ni a los Padres de la Iglesia. Ya no podrían leer los comentarios de Santo Tomás, y la liturgia ya no permanecería en latín. Esto significaría un terrible empobrecimiento para los sacerdotes, que serían cortados definitivamente de la herencia de la Iglesia.
A pesar de tales protestas, los cambios tuvieron lugar y su implementación fue rápida, incisiva y radical, pero la Providencia tenía otros planes.
El momento fue providencial para iniciar su trabajo mientras los Padres del Espíritu Santo en 1968 estaban en el proceso de traer sus constituciones en conformidad con el Concilio Vaticano Segundo, durante el cual ellos inmediatamente pidieron que Monseñor Lefebvre tomará una ausencia extendida. Esto fue debido a la oposición que él ya había expresado contra el Concilio y, consecuentemente, entregó su dimisión. Es interesante notar que, si los Padres del Espíritu Santo no hubieran rechazado al Arzobispo debido a su adherencia a la doctrina inmutable de la Iglesia, él no hubiera podido dedicar sus últimos años a la creación y crecimiento de una nueva Fraternidad cuyo único propósito era preservar esa misma doctrina. Además, si los rectores y profesores liberales de los seminarios hubieran permitido a los seminaristas tradicionalistas ser ordenados, no hubiera habido razón para la existencia de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, siendo que aquellos mismos seminaristas nunca hubieran buscado a Monseñor Lefebvre. Ambos, el Arzobispo y los seminaristas, encontraron una nueva casa el 1 de noviembre de 1970, cuando el obispo de Lausanne, Ginebra y Friburgo aprobó y confirmó las constituciones y procedió a la fundación canónica de la Fraternidad Sacerdotal Internacional de San Pío X en su diócesis. Este es el contexto para la creación de la Fraternidad. Tanto los seminaristas como el Arzobispo fueron rechazados junto con las enseñanzas tradicionales de la Iglesia. Las necesidades de los seminaristas y la bendición y aprobación del ordinario local le dejaron muy en claro al Arzobispo lo que tenía que hacer.
Mientras los seminarios alrededor del mundo seguían empeorando, la pequeña Fraternidad empezó a ver su primer crecimiento. Un seminarista recuerda sus primeros años y su propia impresión de Monseñor Lefebvre en aquel tiempo.
"Ingresé al seminario durante el caluroso verano de 1976, justo cuando Monseñor Lefebvre había sido suspendido por el Papa Pablo VI, y había dado su polémico sermón en Lille a finales de julio. Fue claro que había una guerra entre dos posturas opuestas, y que el Arzobispo, por todas sus declaraciones combativas y ataques contra los progresistas, tenían sentido total, mientras sus detractores estaban simplemente gruñendo de su postura y fallando en refutar sus argumentos en contra de la Misa nueva, el Catecismo nuevo, etc. Era evidente que la alfombra estaba siendo jalada por debajo de la Iglesia y muchos sacerdotes jóvenes estaban dejando sus obligaciones sagradas para regresar al mundo —tiempos tristes de verdad".
El sentimiento resonado por el relato de este testigo demuestra cómo una organización pequeña logró triunfar precisamente porque estaba dedicada a la preservación del sacerdocio católico en su totalidad y sin compromisos.
Un sacerdote recién ordenado por la FSSPX respondió así a tal pregunta. ¿Por qué ingresaste a la FSSPX? Un par de años después de que entré al seminario, me hicieron la misma pregunta un par de seminaristas diocesanos que se acercaron a mí en un concierto de Beethoven. Pensaban que yo estaba demasiado joven para ser sacerdote y admiraban el hecho de que yo usara la sotana mientras a ellos no se les permitía hacerlo. Me preguntaron casi inmediatamente, ¿por qué la FSSPX? Yo respondí: "Miren, puedo responder sus preguntas sobre doctrina y liturgia si quieren, pero francamente ingresé al seminario de la FSSPX porque quiero la verdad. Plena y completa. Las verdades de la fe, las verdades del sacerdocio, sin mezclas ni dudas, y a mí mejor juicio el único lugar donde puedo recibir esto es en la FSSPX". Ellos simplemente asintieron y dijeron: "Tiene sentido".
Y ¿por qué fundó Monseñor Lefebvre la Fraternidad Sacerdotal San Pío X? Su respuesta es muy clara: Monseñor Lefebvre fundó la FSSPX para la continuación y preservación del sacerdocio católico y todo lo que le pertenece. Esta respuesta es significativa porque no siempre nos preguntan por qué todavía sigue existiendo la FSSPX, como hasta ahora, siendo que ahora podemos decir la Misa Tridentina sin restricción. Lo que la gente debe entender es que es un problema más profundo que está muy lejos de ser resuelto.
Muchas cosas se pueden decir de sus acciones, pero las intenciones de Monseñor Lefebvre fueron claras y los resultados de sus esfuerzos son innegables. Él trabajó incansablemente para trasmitir lo que había recibido y para preservar el sacerdocio católico eterno. Claramente hizo esto porque de ello dependía la existencia de los sacerdotes. Son el alma de la Iglesia y, si los jóvenes cesan de seguir sus vocaciones dadas por Dios, o no pueden cumplir con ello, nosotros, como fieles, seremos cortados de toda fuente sacramental destinada a ayudarnos en nuestro camino al cielo —sin mencionar la adoración debida a Dios, que solo el alter Christus (otro Cristo) es capaz de ofrecer. El sacerdote es el prisma por el cual la gracia de Dios es reflejada en cada rincón de nuestras vidas. Él esta allí cuando nacemos para darnos la bienvenida a la Iglesia, mientras nos unimos a las filas de la Iglesia Militante, y está allí en la hora de nuestra muerte mientras nos unimos a las filas de la Iglesia Sufriente, la Iglesia Triunfante o los condenados. Es completamente obvio que la existencia de los sacerdotes es vital para nuestra supervivencia como católicos y la continuidad de la Santa Madre Iglesia.
Pocos de nosotros hemos vivido en un país donde tomaron presos a los sacerdotes y los encerraron en sus iglesias. Pero los frutos de Vaticano Segundo han sido casi iguales que cualquier toma de poder socialista. En la actualidad, una consecuencia real de Vaticano Segundo es que menos y menos gente tiene acceso a los sacerdotes, a los sacramentos y a la Santa Misa. Hace unos meses, podíamos haber encontrado nuestras iglesias cerradas. Sin confesión, sin agua bendita, sin presencia real en el tabernáculo y sin Misa. Lo que tenemos es un privilegio, y ese privilegio que ahora disfrutamos es un testimonio a la fidelidad de un Arzobispo que pudo cambiar el curso de la historia y afectar la salvación de almas sin número. Este año es el 50 aniversario de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. ¿Qué otra cosa podemos decir más que "Bendito sea Dios y que bendiga a Monseñor Lefebvre. Su coraje impávido vive en los miembros de la Fraternidad que fundó. Sus sacerdotes siguen llevando la antorcha del catolicismo a las cuatro partes del mundo".