¿Es pecado fumar marihuana?

Fuente: Distrito de México

Recientemente se ha generado bastante polémica por la noticia de que se quiere legalizar el uso de la marihuana "recreativa". Pero, ¿qué es lo que la Iglesia Católica enseña sobre el uso de la marihuana y otros estupefacientes? ¿Es pecado su consumo? 

Proporcionamos dos respuestas a estos temas teológicos-morales, extraídos de Las Mejores Preguntas y Respuestas (más de 300 respuestas a 30 años de preguntas incluidas en la revista The Angelus).


¿Es pecado fumar marihuana?

"Ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avariciosos, ni los ebrios ... poseerán el reino de Dios" (1 Corintios 6:10). La embriaguez es un exceso deliberado en el uso de bebidas o drogas intoxicantes hasta el punto de privarse por la fuerza del uso de la razón, para satisfacer un deseo desordenado por la bebida, y no para promover la salud. Esto es contrario a la virtud de la templanza, y específicamente a la sobriedad. La sobriedad regula el deseo del hombre y el uso de intoxicantes, y es vitalmente necesaria para una vida moral recta.

La perversión de la intoxicación radica en la violencia cometida contra la propia naturaleza, privándola del uso de la razón. Quien así actúa, se priva de lo que lo convierte específicamente en humano: su capacidad de pensar. El ebrio, o en este caso el drogadicto, desea esta pérdida de la razón por el sentimiento de liberación que la acompaña, precisamente por la falta de control de la voluntad sobre la razón. Es antinatural, contrario al sueño, que también priva del uso de la razón pero de una manera natural.

El consumo de drogas proporciona un medio de escape ilícito. Además de ser un pecado, manifiesta también inmadurez por parte del usuario. A través de un acto de violencia contra sí mismo, escapa de la responsabilidad de la toma de decisiones y del control en su vida. Cuando esta privación es completa, por ejemplo, las acciones totalmente contrarias al comportamiento normal, la incapacidad de distinguir entre el bien y el mal, etc., es un pecado grave. "In vino veritas", decían los romanos, y no sin razón. Cualquier estado que no sea una ebriedad completa, sin razón suficiente, es por sí mismo pecado venial, pero incluso en este caso puede ser un pecado mortal si causa escándalo, daño a la salud, daño a la familia, etc. Debemos recalcar que un hombre es responsable de todas las acciones pecaminosas cometidas en estado de ebriedad, las cuales sabía que sucederían o debería haber sabido que sucederían.

Según Jone-Adelman, en la Teología Moral, el uso de drogas en pequeñas cantidades, y sólo ocasionalmente, es un pecado venial si se hace sin razón suficiente. Este podría ser el caso, por ejemplo, de las pastillas para dormir. Obviamente, la privación del uso de la razón a través de los narcóticos debe ser juzgada como el alcohol. El uso de la mayoría de las drogas se complica por el hecho de que son ilegales. Esto también significa la voluntad del usuario de infringir la ley, un delito contra la justicia social. Esto agrava el pecado. La velocidad con que una droga altera la conciencia también agrava su uso. Esta rapidez podría tener un mayor potencial para privarse del uso de la razón, y así pasar a intoxicantes más fuertes para un mayor efecto.

Por lo tanto, añadiendo la violación de la virtud de la justicia, el grave escándalo causado, el grave peligro de la adicción, y la mayor capacidad de alteración de la conciencia de la marihuana, es difícil excusarla de pecado mortal. Además, la experiencia nos dice que su uso es con frecuencia una ocasión de pecado mortal, especialmente por los pecados de la carne y el uso de estupefacientes. Pero ponerse voluntaria y deliberadamente en una ocasión innecesaria próxima al pecado mortal es cometer un pecado mortal.  P. James Doran, septiembre de 1993

¿Es pecado mortal usar drogas?

Los antiguos libros de texto (sobre la teología moral) no hablan de este nuevo problema del mundo moderno. Sin embargo, la inmoralidad del abuso de las drogas puede deducirse claramente de los principios que permiten evaluar la malicia del abuso del alcohol. La distinción se hace entre la embriaguez imperfecta, el hecho de embriagarse un poco y de forma deliberada, lo cual puede ser sólo un pecado venial, y la embriaguez perfecta, que es beber hasta que uno está completamente ebrio. Éste es un pecado mortal porque una persona ebria pierde el uso de la razón. Ésta es la respuesta de Santo Tomás de Aquino a la objeción de que la cantidad de vino bebido es sólo una circunstancia que no puede convertir un pecado venial en un pecado mortal:

"En cuanto a la embriaguez, respondemos que es un pecado mortal por razón de su género: porque un hombre, sin necesidad, y a través de la simple lujuria por el vino, se hace incapaz de usar su razón, por la cual se dirige a Dios y evita cometer muchos pecados, esto es expresamente contrario a la virtud. Para que sea un pecado venial, debe existir alguna clase de ignorancia o debilidad, como cuando un hombre ignora la potencia del vino, o debido a su propia incapacidad, de modo que no se haya tenido la intención de embriagarse, pues en ese caso, la ebriedad no es imputada a él como un pecado, sino solamente haber bebido en exceso..." (Summa Theologica, I-II, q.88, art.5, ad1)

El consumo de drogas ilegales, incluso aquellas llamadas drogas suaves, no es comparable a estar un poco bebido, sino a la perfecta embriaguez; puesto que estas drogas producen su efecto causando una "alta", es decir, una experiencia emocional donde la persona escapa de las demandas de la realidad. Durante un breve período vive en un mundo irreal, eufórico. Todos los demás efectos, como la relajación, son consecuencia de esta "alta" o euforia irreal. Si bien éste estado no siempre prohíbe todo uso de la razón, ciertamente siempre impide el uso más importante de la razón, que Santo Tomás nos explicó anteriormente: "…por medio de la cual se dirige a Dios y evita cometer muchos pecados". Todas las drogas duermen la conciencia, y oscurecen el juicio práctico sobre lo correcto y lo incorrecto y lo que debemos hacer. Con respecto a la moralidad, su efecto es consecuentemente equivalente a la eliminación del uso de la razón, y es un rechazo práctico a dirigir todas las acciones del hombre a Dios a través de su uso.

Por lo tanto, el uso de las drogas es mucho peor que la pura búsqueda de placer o relajación que algunos afirman que es. Es una negación del orden natural y sobrenatural, según el cual Dios nos ha creado a su imagen y semejanza para que nuestros actos puedan ser ordenados a su honor y gloria. Por otra parte, es evidente que el abuso de las drogas se opone directamente al espíritu católico, que es espíritu de sacrificio, la aplicación práctica del espíritu de la cruz es esencial para la vida de nuestra fe.

Como se mencionó anteriormente, la principal perversión del abuso de drogas es la destrucción de la conciencia moral. De ello se desprende que las atroces consecuencias del abuso de las drogas son inseparables de ella. Esto incluye la violación de la ley en el consumo de las drogas, y en los medios para obtenerlas, como el robo; y en el esfuerzo por venderlas, a su vez a otros, a menudo menores de edad o niños.

Otra consecuencia es la increíble autocomplacencia que acompaña al deseo casi insaciable de experiencias siempre excitantes, pecados de blasfemia, música rock a menudo satánica y pecados contra la pureza y la castidad, que son la consecuencia de la pérdida de la vergüenza y la conciencia.

Los pecados contra la caridad y la justicia abundan, como la desobediencia a los padres y la negativa a cumplir con las obligaciones en la escuela o el trabajo, por no hablar de las malas compañías, que son el caldo de cultivo de todos los vicios. Los resultados a largo plazo también son deseados en su causa, e incluyen cosas tales como la adicción emocional y física, el paso de drogas suaves a duras, el daño hecho al cuerpo y a la salud general por su uso prolongado, culminando con los "sesos fritos" de la persona que ya ni siquiera puede razonar con claridad, y mucho menos hacer un juicio moral. Es un pecado mortal colocar la salud física y espiritual en un peligro tan próximo, incluso si la persona pretende fingir que es inmune a este peligro y que "no podría sucederle".

Incluso el Catecismo, liberal y ambiguo de la Iglesia Católica, publicado en 1994, en aplicación de los principios del Vaticano II, reconoce esto:

"El uso de drogas inflige un daño muy grave a la salud y la vida humana. Su uso, excepto por motivos estrictamente terapéuticos, es un pecado grave. La producción clandestina  el tráfico de drogas son prácticas escandalosas. Constituyen cooperación directa en el mal, ya que alientan a las personas a prácticas gravemente contrarias a la ley moral" (§ 2291).

Sin embargo, esto no excluye el uso de estupefacientes por razones terapéuticas. Su uso, bajo supervisión médica, se justifica por una razón suficientemente grave, aunque priven temporalmente a la persona del uso de la razón. (Cf. Merkelbach, Summa Theologiae Moralis, II, 925). Porque no es la pérdida de la razón lo que se desea. Esto es sólo una consecuencia indirecta, de modo que no hay necesariamente un desorden con respecto a la causa final del hombre. El ejemplo típico es el control del dolor.

En conclusión,  el uso de la marihuana, como cualquier droga dura o suave, debe ser considerado un pecado mortal. Si en ocasiones, hay quienes pudiesen ignorar la gravedad de este pecado, es evidente que la materia es objetivamente grave. En consecuencia, debe ser confesado como un pecado mortal, y la persona está obligada a confesar el abuso de drogas bajo pena de una confesión mala o sacrílega. Si olvidó confesar el pecado, debe confesarlo en la primera oportunidad que tenga. El sacerdote que afirme que esto no es un pecado mortal ha caído en la trampa de la laxitud.

Padre Peter Scott, enero de 1999.