¿Te está llamando Dios a la vida sacerdotal?
El primer paso para discernir una vocación sacerdotal, o cualquier forma de vida religiosa, es escuchar atentamente el llamado de Dios. Los mejores medios para este fin son la oración ferviente, es decir, elevar la mente a Dios, y recibir dignamente los sacramentos, lo cual supone un estado habitual de gracia o amistad con Dios. Así, el joven (o no tan joven) se dispondrá a escuchar el llamado divino, porque Dios sólo habla a aquellos que están listos para escuchar y actuar.
Una Vocación No Significa Experimentar Emociones Fuertes o Sentimientos Intensos
Los consuelos sensibles a veces ayudan a reconocer una vocación, pero no indican necesariamente un llamado al sacerdocio. Una verdadera vocación se expresa a través de un deseo firme, determinado y constante de servir a Dios sacrificándose por el bien de los demás. Este deseo desinteresado fue la principal motivación de Cristo mientras estuvo en la tierra, y debe ser el mismo para todos los futuros sacerdotes.
Una vez que un hombre reconoce que posee este deseo persistente, debe consultar con algún sacerdote local e ingresar a un seminario, siempre que, por supuesto, no haya impedimentos importantes. Este es el primer paso, y el más importante, para poder discernir una vocación sacerdotal.
El Deber de Discernir
El deber de discernir el llamado al sacerdocio recae principalmente en el rector del seminario y en el futuro director espiritual del sacerdote, ya que Dios, a través del obispo local, ha designado a estos hombres especialmente para esta difícil e importante tarea. Mientras el candidato al sacerdocio sea honesto y sincero en sus acciones y palabras, la verdadera naturaleza de su vocación sin duda será clara.
Además de esta piadosa intención de honrar a Dios y servir a las almas, el futuro sacerdote también debe mostrar buenas capacidades académicas, disciplina moral, salud psicológica, sentido común y madurez intelectual. Todas estas cualidades son esenciales para un ministerio sacerdotal exitoso. Asimismo, su impulso no debe provenir de sus emociones, no puede estar unido a los placeres físicos, o sentir deseos de alabanza mundana y fama. Tales defectos obstaculizarían gravemente sus deberes pastorales y arruinarían su relación con Dios.
Ad Catholici Sacerdotii
El Papa Pío XI ofrece un excelente resumen de las cualidades que los obispos, rectores de seminarios y directores espirituales deben buscar y alentar en todos los aspirantes al sacerdocio:
"No será difícil a la mirada vigilante y experimentada del que gobierna el seminario, que observa y estudia con amor, uno por uno, a los jóvenes que le están confiados y sus inclinaciones, no será difícil, repetimos, asegurarse de si uno tiene o no verdadera vocación sacerdotal. La cual, como bien sabéis, venerables hermanos, más que en un sentimiento del corazón, o en una sensible atracción, que a veces puede faltar o dejar de sentirse, se revela en la rectitud de intención del aspirante al sacerdocio, unida a aquel conjunto de dotes físicas, intelectuales y morales que le hacen idóneo para tal estado. Quien aspira al sacerdocio sólo por el noble fin de consagrarse al servicio de Dios y a la salvación de las almas, y juntamente tiene, o al menos procura seriamente conseguir, una sólida piedad, una pureza de vida a toda prueba y una ciencia suficiente en el sentido que ya antes hemos expuesto, este tal da pruebas de haber sido llamado por Dios al estado sacerdotal."
"Quien, por lo contrario, movido quizá por padres mal aconsejados, quisiere abrazar tal estado con miras de ventajas temporales y terrenas que espera encontrar en el sacerdocio; (...) quien es ingobernable, rebelde o indisciplinado, poco inclinado a la piedad, poco amante del trabajo y poco celoso del bien de las almas; especialmente quien es inclinado a la sensualidad y aun con larga experiencia no ha dado pruebas de saber dominarla; quien no tiene aptitud para el estudio, de modo que se juzga que no ha de ser capaz de seguir con bastante satisfacción los cursos prescritos; todos estos no han nacido para sacerdotes, y el dejarlos ir adelante, casi hasta los umbrales mismos del santuario, les hace cada vez más difícil el volver atrás, y quizá les mueva a atravesarlos por respeto humano, sin vocación ni espíritu sacerdotal. Papa Pío XI, Ad Catholici Sacerdotii.
Preparación Rigurosa y Exigente
La preparación para la vida sacerdotal auténtica es, por lo tanto, rigurosa y exigente, pero no está exenta de recompensa. Cristo mismo, cuando le preguntaron sus apóstoles, los primeros sacerdotes, cuál sería su recompensa, respondió:
"Y todo el que dejare casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o mujer, o hijos, o tierras por causa de mi nombre, recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna." (Mateo 19: 29)
Fuente: Distrito de Estados Unidos