Exhortación Amoris Laetitia: Ambigüedades

Fuente: Distrito de México

El 19 de marzo de 2016, Francisco promulgó una Exhortación post-sinodal sobre el amor en la familia titulada Amoris laetitia. Nos limitaremos a considerar algunos puntos de ella y a confrontarlos con la ley natural y divina, para poner en evidencia la ruptura entre este documento post-sinodal y la teología moral tradicional.

Del magisterio puramente pastoral a la elusión del Magisterio

Primer error

En el n° 3 de la Exhortación de Francisco se dice:

No todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales".

Aquí nos encontramos en pleno espíritu del Vaticano II. En efecto, se expresa la tendencia a resolver las cuestiones doctrinales y morales no sólo pastoralmente, como ha comenzado a hacer -innovadoramente- el Concilio Vaticano II, sino incluso con simples exhortaciones sin la intervención, no digo dogmática, sino siquiera puramente pastoral.

Ahora bien, en la Encíclica Humani generis (12 de agosto de 1950), el Papa Pacelli enseña que:

el Magisterio debe ser para cualquier teólogo, en materia de Fe y de Costumbres, regla próxima de verdad, en cuanto que Cristo ha confiado al Magisterio el Depósito de la Fe -esto es la Tradición divina y la S. Escritura- […] para ser interpretado. Para las enseñanzas del Magisterio no solamente solemne, sino ordinario, valen las palabras: “El que os escucha a vosotros, me escucha a mí” (Lc 10, 16). […]. Es verdad que los teólogos deben siempre volver a las fuentes de la Revelación divina […]. Pero Dios junto a estas dos sagradas Fuentes de la Revelación, ha dado a su Iglesia el Magisterio. […] El Redentor ha confiado el Depósito de la Revelación para su recta interpretación no a los fieles individuales, ni a los teólogos, sino sólo al Magisterio eclesiástico” (DS 3384, 3386) [1].

Por tanto, no recurrir al Magisterio para resolver las discusiones doctrinales, morales o pastorales está en ruptura con la voluntad de Cristo. En efecto, Jesús ha transmitido a los Apóstoles y a sus sucesores la misma misión que Él, como hombre, ha recibido del Padre: el mandato de enseñar el Evangelio a todas las gentes, o sea el Magisterio (MtXXVIII, 19). Por lo que respecta al Magisterio en particular, Jesús ha dado a los Apóstoles una orden y no un consejo: "id y someted a todo hombre a vuestra enseñanza".

Un resbalón en la ética de situación

Segundo error

En el n° 37 Francisco vuelve sobre el mismo tema y escribe:

Otras veces hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las efectivas posibilidades de las familias tal como son".

Aquí el descuido, por no decir el desprecio del Magisterio, de la teología y de las definiciones dogmáticas y morales lleva a Bergoglio hacia la moral de situación.

El mismo error de la moral de situación se encuentra en el n° 301:

No es posible ya decir que todos aquellos que se se encuentran en una situación así llamada ‘irregular’ vivan en estado de pecado mortal. […]. Un sujeto se puede encontrar en condiciones concretas que no le permiten actuar de modo diverso".

Como se ve, el hecho de que el divorciado vuelto a casar viola la ley divina no cuenta; lo que cuenta es la condición subjetiva en la cual se encuentra viviendo, una situación que es objetivamente irregular y no así llamada irregular.

El mismo error se vuelve a encontrar en el n° 304:

es mezquino detenerse a considerar si el actuar de una persona responde o no a una ley o regla general".

Afirmaciones de enorme gravedad. En efecto, toda acción nuestra es moral, si es conforme a la ley divina; o moralmente mala, si es disforme y de esta conformidad o disformidad con la ley de Dios, depende la salvación o la condenación eterna de cada uno de nosotros.

Los resultados de la moral de situación

Más que un verdadero y propio sistema de teología moral, la moral de situación es una tendencia o una moda, por decirlo brevemente, una mentalidad sentimentalista, que corresponde al subjetivismo a-dogmático e irracional del modernismo [2].

El error fundamental de esta nueva moral consiste en sustituir la moral objetiva con las aspiraciones, los sentimientos, las experiencias subjetivas y personales (cfr. Amoris laetitia, n° 37, 301, 304).

Santo Tomás de Aquino define la conciencia como un acto del juicio práctico, esto es, relativo al actuar, con el cual se aplican los principios universales a las acciones particulares (Suma teol., I, q. 79, a. 13).

Por tanto -según la recta moral-, la conciencia aplica la norma moral objetiva al caso particular y no crea -como querría la moral neomodernista- la norma según la situación subjetiva en la que el individuo se encuentra. En la Exhortación pontificia, en efecto, se encuentra a menudo la tendencia a resolver caso por caso sin ninguna referencia a los principios universales.

Además no es exacto decir que la conciencia subjetiva establece arbitrariamente lo que está bien y lo que está mal para ella. La recta moral objetiva y tradicional enseña que el sujeto humano reconoce mediante la conciencia, a la luz de los principios morales, lo que está objetivamente bien y, por tanto, debe hacerse y lo que está objetivamente mal y, por tanto, debe evitarse.

La tarea de la conciencia moral es, pues, la de aplicar los preceptos objetivos de la ley moral natural y divina a los casos particulares, a las situaciones particulares en las que el hombre debe actuar. Por ejemplo, la conciencia aplica el mandamiento No matarás al caso particular de un embarazo no deseado en un momento difícil. Aun en este caso o situación concreta, la voz de la conciencia dice que, por muy difícil que pueda ser, no es lícito matar al inocente para aliviar las dificultades subjetivas del individuo.

De hecho, con la moral de situación, se llega a negar el valor absoluto, objetivo y universal de la ley moral natural y divina, que sería lícito interpretar a la luz de las exigencias del hombre individual en cada situación particular: no es ya la ley la que da luz sobre lo que que se debe hacer o no hacer, sino que es la situación del individuo la que dicta la ley.

Son, por tanto, evidentes los peligros a los que expone la moral de situación: cuando uno se deja guiar sólo por el propio punto de vista y se quiere no ver o ignorar el valor absoluto y objetivo de la ley moral se pone el hombre en el lugar de Dios, y la ley subjetiva humana en el lugar de la divina natural y positiva.

El erotismo de la nueva teología

Tercer error

En el n° 150, la Exhortación habla de la dimensión erótica del amor.

Ahora bien, erótico viene del griego erotikós y significa “amor sensual” (diccionario de N. Zingarelli). Pero la teología moral enseña que el fin primario del matrimonio es la procreación y la educación de los hijos; el fin secundario la ayuda recíproca y el remedio a la concupiscencia, esto es, la satisfacción moralmente regulada del impulso sexual.

La Exhortación de Francisco no habla de fin primario y secundario del matrimonio y usa una terminología (dimensión erótica) que la Iglesia y los teólogos aprobados nunca han empleado, sino que ha sido ampliamente utilizada por los teólogos neomodernistas para teorizar su nueva moral opuesta al Evangelio, partiendo de Teilhard de Chardin y prosiguiendo con Urs von Balthasar, el cual lamentaba: "¿Dónde ha terminado el eros en la teología”, cuyo centro habría sido para él el Cantar de los cantares, eróticamente interpretado, naturalmente, (v. U. von Balthasar – Figura y obradirigido por Lehman y -¡mira por dónde!- por Kasper), alcanzando el culmen con Rahner, quien, durante el Concilio, experimentaba con una consultora el Berdes (esto es, las dos cosas juntas: el ser amante y religioso al mismo tiempo) y finalmente con Ravasi, que ha hecho suyas las tesis de la nueva teología en el artículo "El sentido eclesial del eros" (Il Sole-24 Ore, 22 de septiembre de 1996).

Un error en línea con el eros de la nueva teología, pero no con la Tradición católica

Cuarto error

En el n° 159 la Exhortación, citando a Juan Pablo II (Catequesis del 14 de abril de 1982), escribe que:

los textos bíblicos no dan razón para sostener ni la inferioridad del matrimonio, ni la superioridad de la virginidad o del celibato" por el motivo de la abstinencia sexual.

Ahora bien, Santo Tomás de Aquino, siguiendo la doctrina constante y unánime de los Padres de la Iglesia, enseña que la castidad es una virtud que modera el apetito sexual y es verdaderamente angélica, porque hace al hombre similar a los ángeles. Además la abstención de las relaciones sexuales es un acto de fuerza moral que perfecciona al hombre liberando su espíritu de los obstáculos temporales (Sum. Teol., II-II, q. 151). La virginidad perpetua, finalmente, es más perfecta que la castidad (II-II, q. 152, aa. 3-5) y, si es voluntariamente aceptada por un motivo noble, es más excelente que el matrimonio (II-II, q. 152, a. 2; II-II, q. 153 a. 4). La enseñanza del Angélico ha sido seguida por el Concilio de Trento (sesión 24, canon 10), que la ha definido solemnemente e infaliblemente, y más tarde por Pío XII (Encíclica Sacra virginitas, 25 de marzo de 1954), y está fundada en los textos bíblicos, pues la S. Escritura enseña: Quien no está casado piensa en las cosas de Dios (1 Co 7, 25-40).

Como se ve, la Exhortación de Francisco es contraria a la S. Escritura, a la Tradición patrística, a la teología escolástica, al Magisterio de la Iglesia y a una definición dogmática e infalible del Concilio Tridentino.

Otros errores

Quinto error

En el n° 247 la Exhortación admite la posibilidad de hacer acceder a la parte no católica de un matrimonio mixto (entre católicos y cristianos cismáticos o protestantes) a la Sagrada Comunión.

La doctrina católica tradicional, sin embargo, enseña que se puede dar la absolución y la extremaunción bajo condición a los acatólicos de buena fe en peligro de muerte, pero nunca la Eucaristía (CIC 1917, can. 731, § 2).

Sexto error

En el n° 299 la Exhortación explica que los bautizados divorciados y vueltos a casar no están excomulgados, sino que son miembros de la Iglesia; y continúa afirmando que ellos

pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia".

Esto es falso, pues los miembros vivos [3] de la Iglesia son los bautizados que viven en gracia de Dios, mientras los divorciados vueltos a casar no viven en gracia de Dios, a no ser que estén arrepentidos y se abstengan de las relaciones lícitas solamente a quien está unido por el sacramento del matrimonio.

Hacia una nueva “religiosidad” y una “nueva iglesia”

Esta Exhortación sobre la familia del 19 de marzo de 2016, del papa Bergoglio, confirma cuanto confió hace tres años a Eugenio Scalfari:

El Vaticano II, inspirado por el Papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna. Los Padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Desde entonces se hizo muy poco en esa dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de quererlo hacer."(Reppublica, 1 de octubre de 2013, p. 3).

Bergoglio ha mantenido la palabra: la teología pastoral del Concilio Vaticano II ha sido sobrepasada por la exposición puramente exhortativa (que abre al espíritu del Vaticano III) de Francisco. Éste no trata de exponer la verdad revelada en términos fácilmente comprensibles, sino que intenta, por medio de un lenguaje prolijo (la Exhortación tiene 264 páginas), ambiguo y rebuscado, presentar una moral nueva, consonante con los gustos del hombre deformado por las máximas del mundo de hoy.

Así, Bergoglio difunde por todas partes la idea de que la Iglesia romana ha de pasar a través de un cambio radical, en su moral, en su liturgia, y también en su doctrina. En sus escritos y en sus homilías Francisco inculca la tesis de que la Iglesia tradicional, como ha existido hasta el Vaticano II, no está ya a la altura de los tiempos modernos. Por consiguiente debe transformarse totalmente.

Una rápida lectura de la Exhortación La alegría del amor, lleva a la convicción de que, verdaderamente, después del Vaticano II y en una manera paroxista con el último pontificado (una especie de Vaticano III vivido), existe una nueva religiosidad, esencialmente distinta a la conocida anteriormente.

En efecto, la Exhortación Amoris laetitia olvida y hace olvidar la obligación de observar los 10 Mandamientos, la ascética cristiana y es indulgente también con el placer sensual (incluso erótico) desde el momento en que el hombre debe buscar la plenitud de su satisfacción en la tierra. En la vida de pareja, la Exhortación de Francisco exalta el amor (que, sin embargo, como recordaba en su admirable discurso a las Matronas, Pío XII, está al servicio del fin primario del matrimonio) y antepone el placer al deber, revelándose favorable a dar los sacramentos a quien quiere vivir en pecado mortal.

El antítodo de la Tradición

El remedio a tanto mal es recurrir al valor de la Tradición, el cual es tal que también las encíclicas y los demás documentos del Magisterio ordinario del Sumo Pontífice son infalibles sólo en las enseñanzas confirmadas por una continua enseñanza de la doctrina, desarrollado por diversos Papas por un amplio lapso de tiempo (Pío IX, Encíclica Tuas libenter, 1863). Por consiguiente, el acto del Magisterio ordinario de un Papa que contraste con la enseñanza garantizada por el Magisterio de diversos Papas a través de un considerable lapso de tiempo, no ha de ser aceptado.

La función del Magisterio, en efecto, es mediar y actualizar la enseñanza divina, pero siempre manteniéndose enlazado a la Tradición recibida. No se trata de inventar una fe nueva, sino de transmitir y hacer recibir continua y nuevamente, hasta el fin del mundo, la única fe predicada por Cristo y por los Apóstoles. El Magisterio, por eso, no contiene y no propone ninguna novedad, sino sólo confirma de manera nueva y profundizada la misma verdad contenida en la Escritura y en la Tradición: non nova sed nove. Por eso del depósito de la fe está totalmente ausente toda sombra de contradicción entre verdades antiguas y nuevas porque el desarrollo ha de producirse "en el mismo sentido y en el mismo significado" (S. Vicente de Lerins, Commonitorium, XXIII y Vaticano I, D 1800). No hay Tradición, no subsiste verdad católica allí donde se encuentra contradicción entre nova et vetera.

El libro entrevista escrito por Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, titulado Jorge Bergoglio. Papa Francisco. Il nuovo Papa si racconta (Florencia, Salani, 2013) [Trad. en castellano: El papa Francisco. Conversaciones con Jorge Bergoglio (Barcelona, Ed. B, 2013)], nos hace reconocer la personalidad de Francisco y nos ayuda a comprender lo que está obrando.

El Prefacio del libro ha sido escrito por el Rabino jefe de Buenos Aires, Abraham Skorka. En él se lee:

La obsesión de Bergoglio puede resumirse en dos palabras: encuentro y unidad” (p. 7 [de la edición italiana, ndt]). En efecto, en la entrevista concedida a los dos periodistas, Bergoglio se autodefine como el teórico “de la cultura del encuentro”(p. 107). Según él, conviene dar prioridad al encuentro entre las personas, al caminar juntos. Haciendo esto, después será más fácil abandonar las diferencias” (p. 76). Además, según Bergoglio, está bien "no perderse en vacías reflexiones teológicas" (p. 39).

El diálogo y el encuentro personal valen para todos: judíos, musulmanes y cuantos están dispuestos a encontrarse, a caminar juntos, el resto vendrá por sí mismo, las diferencias poco a poco se suavizarán. Bergoglio suele repetir:

es el tiempo el que nos hace madurar. Hay que dejar que el tiempo modele y amalgame nuestras vidas (p. 65).

El tiempo lo "arregla todo… Haciendo las cosas así, será más fácil abandonar las diferencias sin perderse en vacías reflexiones teológicas" (J. Bergoglio). El desprecio por la doctrina vuelve a aparecer y caracteriza la personalidad de Bergoglio, contagiando a todos.

El Papa Bergoglio dice:

cualquier forma de encuentro fallido es para mí un motivo de profundo dolor (p. 110), por esto, cuando me piden una orientación, mi respuesta es siempre la misma: diálogo, diálogo, diálogo…" (p. 111).

El programa propuesto por Francisco es desideologizar inicialmente, encontrarse, construir puentes, abatir muros, evitar estériles diatribas doctrinales, llevando adelante el diálogo, diálogo, diálogo…, en pocas palabras, actuar juntos para después pensar inadvertidamente del mismo modo (cogitare sequitur esse).

El deber del católico

La situación actual de la Iglesia es causa de verdadero tormento, pero no nos debe llevar a despreciar ni la figura del Papa en cuanto tal, ni el Papado, antes bien, debemos defenderlos cuando son atacados por aquellos (v. Declaración de la ONU del 5 de febrero de 2014) que los odian en cuanto tales. No obstante, las edulcoraciones y los aguamientos para hacerse simpáticos al hombre contemporáneo (cuando la sal se vuelve sosa es tirada y pisada). Al mismo tiempo, es lícito mostrar con respeto las divergencias entre la Tradición constante de la Iglesia y la enseñanza pastoral objetivamente innovadora, sin pretender con ello poder salvar a la Iglesia. Que Dios nos ayude a mantener la verdadera fe íntegra y pura, sin desviarnos por exceso ni por defecto.

Sí Sí No No

[Traducción de Marianus el Eremita en Adelante la Fe]

[1] Monseñor Antonio Piolanti escribe: La Teología está fundada sobre Verdades reveladas, las cuales están contenidas en la Escritura y en la Tradición, cuya interpretación está confiada al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual a su vez se manifiesta a través de las definiciones de los Concilios, las decisiones de los Papas, la enseñanza común de los Padres y de los Teólogos escolásticos (Dizionario di Teologia dommatica, Roma, Studium, IV ed., 1957, p. 246).

[2]Hoy se constata por todas partes, la tendencia a oponer a las leyes juzgadas demasiado rígidas de la Iglesia Católica la ley simple y soberana de la conciencia individual (F. Roberti – P. Palazzini, Dizionario di Teologia morale, Roma, Studium, IV ed., 1968, vol. II, p. 1065, voz “Morale della situazione”, por Pietro Palazzini).

[3]Cfr. Santo Tomás de Aquino, Suma teológica., III, q. 8, a. 3; In III Sent., dist. 13, q.2, a. 2, qc. 2; S. Roberto Belarmino, De Ecclesia Militante, lib. 3, cap. 3; C. Mazzella, De Ecclesia, nº 590; A. Piolanti, Dizionario di Teologia Dommatica, Roma, Studium, IV ed., 1957, pp. 261-262, voz “Membri della Chiesa”.