Explicación de la Santa Misa - Parte 5

Fuente: Distrito de México

¿Conocemos realmente el tesoro que se encuentra escondido en cada Misa y el significado de cada una de las partes que la componen? ¿Estamos conscientes de la grandeza del sacrificio al que asistimos casi de manera rutinaria? En la quinta parte de esta serie de artículos explicaremos, con la ayuda de Mons. Lefebvre, la oración Aufer a nobis.

"Te suplicamos, Señor, que borres nuestras iniquidades, para que merezcamos entrar con pureza de corazón en el Santo de los Santos. Por Cristo Nuestro Señor. Amén."

Conviene subir al altar con profundos sentimientos de humildad y con un gran deseo de santidad.

La virtud de la humildad, tan esencial para el cristiano, es la base misma de todas las virtudes porque nos lleva a la adoración y es el resultado de la adoración. El que es humilde lo es porque está en presencia de Dios. Procura estar siempre en su presencia y esta vida lo hace humilde y le hace tomar conciencia continua de su nada. Esta virtud de humildad corresponde perfectamente a la adoración a Dios que debemos tener.

Todo está en las manos de Dios. Si Dios quisiera y si Nuestro Señor dijera: "A éste lo abandono," volveríamos a la nada. No existiríamos. Inmediatamente y en ese mismo instante, desapareceríamos de este mundo.

Si creemos que somos algo por nosotros mismos, seríamos Dios, porque si nos diéramos aunque sólo fuera una partecita de nuestra existencia, nos la daríamos siempre y la habríamos tenido siempre y, por consiguiente, seríamos Dios. El simple hecho de que no podemos darnos la existencia, prueba que no nos viene de nosotros, sino que proviene de otro, es decir, de Nuestro Señor, de Dios.

En este mundo no vemos el lugar que corresponde a Dios. En el cielo, nos daremos cuenta de que nada, realmente nada, subsiste sin Dios. La humildad no es una virtud destinada exclusivamente a rebajarnos o a disminuirnos, a ahogarnos ni a aplastarnos. Tenemos que disminuirnos en el sentido en que tenemos que colocarnos en nuestro verdadero lugar. Es importante saber que vivimos constantemente en cierta ilusión (...)

Meditemos el sentido de estas palabras: "Colocarnos en el lugar que vemos que nos corresponde". El lugar que nos corresponde es el de una criatura redimida por la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, tenemos dos vínculos profundos con Dios: el de criatura y el de criatura redimida, lo cual supone que somos pecadores. ¿Hay algo más importante en este mundo que ponernos en nuestro lugar ante Dios? No tenemos derecho a estar fuera de nuestro lugar.

Finalmente, la humildad va necesariamente paralela a la caridad; y el grado más próximo a la perfección de la humildad es también el que está más cerca de la caridad perfecta. Bucamos la humildad para alcanzar la caridad. No tratamos de luchar con el pecado por la lucha misma, sino que procuramos esa lucha para alcanzar finalmente la verdadera caridad con Dios y con el prójimo. La finalidad es la caridad, la unión con Dios y la unión con Nuestro Señor.

LA MISA DE SIEMPRE - Monseñor Marcel Lefebvre+