Explicación de la Santa Misa - parte 9
¿Conocemos realmente el tesoro que se encuentra escondido en cada Misa y el significado de cada una de las partes que la componen? ¿Estamos conscientes de la grandeza del sacrificio al que asistimos casi de manera rutinaria? En la novena parte de esta serie, explicaremos, con la ayuda de Mons. Lefebvre, el significado de la oración Munda cor meum y del Evangelio.
Munda cor meum
La Sagrada Escritura es la palabra de Dios. Tiene que ser anunciada con un corazón puro y recibirse con fe para alimentar el alma.
Aunque sean los mismos pasajes de la Escritura - porque los repetimos año con año - nunca nos cansamos de oírlos. No olvidemos que es la Palabra de Dios, la Palabra del Espíritu Santo y en estas palabras siempre hay algo de infinito. Nos hará bien repetir estas palabras para revivir los sentimientos que hemos tenido cuando descubrimos por primera vez la profundidad de los pensamientos que Dios quería comunicarnos.
Nuestra fe no es el resultado de un razonamiento sino la adhesión de nuestras inteligencias a las verdades reveladas a causa de la autoridad de Dios. No a causa de nuestra razón, ni a causa de los argumentos que podemos encontrar en nuestra inteligencia humana, sino a causa de la autoridad de Dios que revela, propter auctoritatem Dei revelantis. Esto es lo que dice el juramento antimodernista y es la definición de nuestra fe. Dios ha revelado. Él es Dios. Tiene toda autoridad sobre nuestras inteligencias y sobre nuestras voluntades. Tenemos que aceptar la palabra de Dios tal como nos la da, y tal como nos la da la Iglesia de un modo infalible.
Nuestra fe versa sobre realidades ocultas para nosotros. No conocemos directamente las realidades divinas, pero la fe no durará para siempre. Sólo es una etapa. La fe desaparecerá ante la visión de Dios. Ya no tendremos necesidad de creer puesto que estaremos ante la realidad. Nuestra fe es vida. ¿Por qué? Porque nos pone en contacto con Dios, nos permite tener el contacto más íntimo que podemos tener con Dios, y así esperamos pronto alcanzar esa visión beatífica. ¡La visión de Dios!
Me parece que cuando muramos, será precisamente el descubrimiento del lugar que ocupa Dios el que nos dejará atónitos y nos postrará. Ahora hay un velo que nos impide ver a Dios, pero este velo se rasgará y en ese momento tendremos la visión increíble de Dios. Entonces entenderemos mejor lo que es nuestra fe. Esto es lo que tenemos que meditar cuando asistimos a la primera parte de la misa que concluye con el Credo.
Evangelio
El Evangelio refiere los episodios y las enseñanzas de la vida de Jesús. La lectura atenta de la Palabra de Dios es una invitación a seguir a Nuestro Señor.
La meditación de la vida de Jesús nos pone poco a poco en el ambiente de la realidad y nos saca del ambiente habitual de ilusión en que vivimos sin darnos cuenta. El pecado y sus consecuencias han logrado crear un mundo de espejismos, de ilusiones y de errores. La santa y admirable vida de Jesús es un recuerdo constante de las realidades espirituales y divinas, las únicas que valen y son dignas de estima, y las únicas que son eternas. Todo en Jesús es volver a Dios, a la verdad, a lo real, a la sabiduría y a la santidad.
Antes de dejar a la Persona de Jesucristo, para tratar de comprender su obra redentora de salvación y meditar los medios que Él instituyó para comunicarnos la gracia de la salvación, procuremos grabar de un modo imborrable en nuestras mentes la imagen real y viva de Jesús, que tiene que iluminar y orientar toda nuestra vida. Procurar reproducir el Evangelio que anunciáis. Tened por calzado los ejemplos de los santos para predicar con fruto el Evangelio de la paz.
Desde el Concilio Vaticano II se ha pasado a otro Evangelio: el Evangelio de los derechos del hombre, de la libertad religiosa y del ecumenismo, y todo eso se concreta con nuevos sacramentos, nuevas misas, una nueva enseñanza y un nuevo catecismo. Todo es nuevo, según nuevos principios, principios que son otro Evangelio, y que no es el Evangelio de la Iglesia católica. Quisieran arrastrarnos por ese rumbo; se nos considera disidentes porque no queremos seguirlos, pero nosotros decimos: "No". No queremos cambiar nuestra fe por otro Evangelio. No conocemos otro Evangelio sino el de Nuestro Señor Jesucristo y el de la Iglesia de siempre, el Evangelio que la Iglesia ha enseñado durante veinte siglos.
LA MISA DE SIEMPRE - Monseñor Marcel Lefebvre+