¡Feliz fiesta de la Anunciación! - 25 de marzo

Fuente: FSSPX Actualidad

La fiesta de hoy nos recuerda el acontecimiento más grande de la historia: la Encarnación del Señor en el seno purísimo de una Virgen. En este día, el Verbo se hizo Carne, y se unió para siempre a la humanidad de Jesús.

El misterio de la Encarnación merece a la Santísima Virgen María su título más hermoso, el de Madre de Dios, en griego Teotokos, nombre que la Iglesia oriental escribía siempre con letras de oro, a manera de preciosa diadema en la frente de sus imágenes pintadas y de sus estatuas.

"Colocada en los confines de la Divinidad", pues suministró al Verbo de Dios la carne a que hipostáticamente se unía, la Virgen fue honrada siempre con culto supereminente llamado de "hiperdulía": el Hijo del Padre y el Hijo de la Virgen se convierten naturalmente en un solo y mismo Hijo, dice San Anselmo; y siendo desde entonces María la reina del linaje humano, todos deben venerarla.

"Al saludar a la misma Virgen Santísima «llena de gracia» (Lc 1, 18) y «bendita entre todas las mujeres» (ibíd. 42) con esas palabras, tal como la tradición católica siempre las ha entendido, se indica que «con este singular y solemne saludo, nunca jamás oído, se demuestra que la Madre de Dios fue la sede de todas las gracias divinas, adornada con todos los dones del Espíritu Santo, y más aún, tesoro casi infinito y abismo inagotable de esos mismos dones, de tal modo que nunca ha sido sometida a la maldición». 

Pío XII, Encíclica Fulgens corona, 8 de septiembre de 1953.