Fiesta de Corpus Christi - textos litúrgicos
"Es dogma para los cristianos que el pan se convierte en Carne, y el vino en Sangre. Lo que no se comprende y no se ve, una fe viva lo atestigua. Bajo diversas especies, que son accidente y no sustancia, están ocultos los dones más preciados. Su Carne es alimento y su Sangre bebida: mas todo Cristo entero esta bajo cada especie."
PRIMERA FIESTA DEL CORPUS
Sin embargo, el espíritu que gobierna a la Iglesia, debía inspirarla un día el pensamiento de establecer una solemnidad[3] particular en honor del misterio augusto en que se contienen los demás. El elemento sagrado que da a todas las fiestas del año su razón de ser y las ilumina con su propio resplandor, la Eucaristía, pedía por sí misma una fiesta en relación con la magnificencia de su objeto.
Pero esta exaltación de la Hostia, sus marchas triunfales, tan justamente caras a la piedad cristiana de nuestros días, eran imposibles en la Iglesia del tiempo de los mártires. No fueron usadas después de la victoria, porque no formaban parte en la manera y espíritu de las formas litúrgicas primitivas, que continuaron en uso por mucho tiempo. En primer lugar eran menos necesarias y como superfluas para la fe viva de aquella edad: la solemnidad del Sacrificio mismo, la participación común en los Misterios sagrados, la alabanza no interrumpida de los cantos litúrgicos que irradiaban alrededor del altar, daban a Dios homenaje y gloria, mantenían la exacta noción del dogma, y tenían en el pueblo una sobreabundancia de vida sobrenatural que ya no se encuentra en la época siguiente. El memorial divino daba sus frutos: las intenciones del Señor al Instituir el misterio, se habían cumplido, y el recuerdo de esta institución, celebrada entonces como en nuestros días en la Misa de Jueves Santo, quedaba grabada profundamente en el corazón de los fieles.
LA DEBILITACIÓN DE LA FE
Así fue hasta el s. XIII; pero entonces, y por consecuencia del enfriamiento que constata la Iglesia a principios de este siglo[4], la fe se debilitó, y con ella, la robusta piedad de las antiguas naciones cristianas. En esta decadencia progresiva, que no debía detener las maravillas de la santidad individual, era de temer que el adorable Sacramento, que es el misterio de la fe por esencia, tuviese que sufrir más que ningún otro, de la indiferencia y frialdad de las nuevas generaciones. Ya en diversas partes y por inspiración del infierno, había aparecido alguna negación sacrílega de la Sagrada Eucaristía, conmoviendo a los fieles, si bien estaban aún demasiado apegados generalmente a sus tradiciones para dejarse seducir, pero que puso en guardia a los pastores y que hizo ya sus víctimas.