Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará
Los tres pastorcitos despues de la visión del infierno.
La tercera aparición de la Santísima Virgen en Fátima es la más importante de las seis apariciones a los pastorcitos, que tuvieron lugar desde el 13 de mayo al 13 de octubre de 1917. En ella, nuestra Señora les revela el mensaje que había traído a los hombres, el cual, consta de los tres secretos para los que la Virgen los preparó en las dos apariciones anteriores y cuyo cumplimiento exigirá al mundo entero en las tres siguientes.
La tercera aparición de nuestra Señora de Fátima, 13 de julio de 1917
Momentos después de haber llegado a Cova de Iría, junto a la encina, entre numeroso público -4.000 personas- que estaban rezando el rosario, vimos el rayo de luz una vez más y un momento más tarde apareció la Virgen sobre la encina.
-¿Qué es lo que quiere de mí? -pregunté. -"Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, y continuéis rezando el rosario todos los días en honra a Nuestra Señora del Rosario con el fin de obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque solo Ella puede conseguirlo”.
-Dije entonces: quisiera pedirle nos dijera quién es, y que haga un milagro para que todos crean que usted se nos aparece. -"Continuad viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy y lo que quiero, y haré un milagro que todos han de ver para que crean. ¡Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: «OH, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!»”.
Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos. El reflejo de la luz parecía penetrar la tierra y vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas trasparentes y negras o bronceadas, de forma humana, que fluctuaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados, semejante a la caída de chispas en grandes incendios, pero sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de espanto. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero trasparentes como negros tizones en brasa. Asustados y como pidiendo socorro levantamos la vista a nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza:
Fuente: Distrito América del Sur