Francisco y el patriarca de Moscú
La declaración conjunta firmada en Cuba considera propio de “siglos pasados” el “pasar de una Iglesia a otra”.
De camino a México, este 12 de febrero, Francisco hizo una escala en el aeropuerto José Martí, de La Habana, para mantener el primer encuentro entre un Papa y el patriarca ortodoxo de Moscú desde los inicios del movimiento ecuménico. Tras el final del comunismo en Rusia, tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI habían buscado este momento, que abre perspectivas nuevas en las relaciones entre la Iglesia y la comunidad ortodoxa con mayor número de fieles.
Bajo la mirada complacida del dictador comunista Raúl Castro (quien se apunta un resonante éxito diplomático), Francisco y Kiril firmaron una Declaración Conjunta que supone un golpe letal al llamado “uniatismo”, esto es, la vía de regreso de los cismáticos a la unidad de la Iglesia reconociendo la autoridad del Papa: “Hoy en día es obvio que el método de «la unión» de los siglos pasados que implica la unidad de una comunidad con la otra a costa de la separación de su Iglesia, no es la manera de restaurar la unidad” (n. 25), afirma la declaración conjunta.
Se pone así en plano de igualdad a la Iglesia católica, que ya goza de la nota de unidad según rezamos en el Credo, y a las comunidades ortodoxas, las cuales al consumar el cisma se apartaron de la unidad de la Iglesia. La unidad no debe ser restaurada en la Iglesia católica, donde ya existe como característica definitoria de la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo, sino que es algo que sólo quienes lo perdieron pueden recuperar… ¡justo con “el método de «la unión» de los siglos pasados” que ahora se rechaza!
Poco antes (n. 24), la declaración también sostiene que la misión de ortodoxos y católicos de predicar el Evangelio “requiere respeto mutuo entre los miembros de las comunidades cristianas, [y] excluye cualquier forma del proselitismo”, esto es, cualquier intento de atraer al otro a la propia causa, y por tanto, de atraer a los ortodoxos a la Iglesia. “Es inaceptable”, continúa el texto, “el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una Iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones”.
En cualquier caso, la declaración de Francisco y Kiril no supone grandes novedades en el viaje ecuménico. Viene a repetir lo sostenido en la Declaración de Balamand de 1993 con ocasión de la VIIª sesión plenaria de la comisión internacional para el diálogo católico-ortodoxo: la decisión de la Santa Sede de no hacer ningún esfuerzo por convertir a los ortodoxos.