Fuera de la Iglesia no hay salvación - Palabras de Monseñor Lefebvre
"Si se admite que los hombres pueden salvarse en cualquier religión, ¿para qué ir de misión? ¿para qué atravesar los mares? ¿para qué ir a exponerse a las enfermedades que se contraen en esos países y a la rebelión de los grupos religiosos...? ¡Cuántos franciscanos, dominicos y demás religiosos murieron por intentar convertir a los musulmanes! ¿Para qué, entonces? ¿Fue inútil?"
Esto es lo que dijo y condenó Pío IX. Hay que entender bien la fórmula que tantas veces emplearon los Padres de la Iglesia: "Fuera de la Iglesia no hay salvación" (Extra Ecclesiam nulla sallus).
Algunos creen sin motivo que al decir esto, para nosotros todos los protestantes, musulmanes, budistas y los que no forman públicamente parte de la Iglesia católica se van al infierno. Ahora bien, repito: puede haber almas que se salven en esas religiones, pero se salvan por la Iglesia. Por eso la fórmula "Fuera de la Iglesia no hay salvación" es verdad.
Esto es lo que hay que predicar. Hay que hacerlo para que la gente lo sepa y se sienta atraída a la conversión. Si dejáramos flotar la duda sobre este tema, dejaríamos, por ejemplo, que los protestantes creyeran que se pueden salvar por su religión como nosotros. Eso sería engañar a los mismos protestantes y tranquilizar su conciencia dejándolos en el error. Podrían pensar que si hasta los católicos dicen que se pueden salvar siendo protestantes, no vale la pena convertirse...
Sería acabar con el espíritu misionero. Si se admite que los hombres pueden salvarse en cualquier religión, ¿para qué ir de misión? ¿para qué atravesar los mares? ¿para qué ir a exponerse a las enfermedades que se contraen en esos países y a la rebelión de los grupos religiosos...? ¡Cuántos franciscanos, dominicos y demás religiosos murieron por intentar convertir a los musulmanes! ¿Para qué, entonces? ¿Fue inútil? Si se pueden salvar en la religión musulmana, ¿no hay que dejarlos en ella?
Pero si estamos convencidos de que fuera de la Iglesia no hay salvación, sentimos una responsabilidad considerable ante toda esa multitud que no conoce a Nuestro Señor Jesucristo. Viviendo en el error, están en peligro de ir al infierno. Hay que decírselo y hay que llamarles la atención. Hay que predicarles el Evangelio como lo hizo la Iglesia siglo tras siglo enviando misioneros a todas partes. A los Apóstoles los mataron por eso.
Pensemos también en los primeros misioneros de las Misiones africanas de Lyon que murieron a los pocos meses de llegar ahí: paludismo, enfermedades biliares, hepatitis... En nuestros cementerios se leía: "Muerto a los 25 años" o "a los 26 años"; "después de un año de haber llegado", "de un año y medio", "de 2 años"... Habían llegado allí desafiando a la muerte, que seguramente les sirvió a los que llegaron después y que pudieron convertir y salvar a mucha gente - personas que vivían en el error y en el vicio -, pues aunque esas religiones tienen apariencia muy atractiva, basta con escarbar un poco para descubrir un mundo corrompido por los vicios.
La proposición 17 del Syllabus condenada por Pío IX dice prácticamente lo mismo:
Por lo menos debemos esperar con fundamento la eterna salvación de todos aquellos que no se encuentran dentro de la verdadera Iglesia de Cristo.
De hecho, hay que desearlo pero no esperarlo, porque eso supondría no preocuparse por sus almas. Nadie se puede salvar si no se vive "de ninguna manera" en la Iglesia de Cristo, ni siquiera por el deseo implícito del bautismo. Sin embargo, estas son ideas muy corrientes que en la actualidad expresan la mayor parte de los católicos sin ninguna reticencia.
Monseñor Marcel Lefebvre+
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